Cuando las tragedias se politizan
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En vez de unir al país, el atentado en Bogotá terminó por polarizarlo una vez más
Cuando lo razonable es que el país se una después de una tragedia como la que sucedió en la Escuela General Santander en Bogotá, los colombianos vuelven a sorprender con egos que no dejan ver más allá de las diferencias políticas.
En redes se vieron uribistas, petristas, antiuribistas, ‘mamertos’ y ‘paracos’. Cada quien defendiendo de forma fehaciente su postura. Lo que no se vio tanto fueron colombianos. Así. Sin ningún otro tinte. Pero, a diferencia de lo que debería haber sido, las redes innundaron la opinión pública de hashtags tan alejados del momento que se debía vivir como #NoMarchoConElUribismo, o #UribeColombiaEstáContigo.
Una vez más, las víctimas y sus familiares, los protagonistas de este momento del país, terminaron en segundo plano.
Algo así se vivió el domingo, después de peleas por Twitter, se dejó ver la polarización. No en su totalidad, porque sí es verdad que líderes políticos salieron a marchar con una camiseta blanca y el corazón con la bandera de Colombia, sin tintes políticos. Pero el resentimiento por el opositor se dejó ver aún más: una Plaza de Bolivar medio vacía, y rechazo a opositores del Gobierno, como lo que pasó al joven en Medellín o a Hollman Morris en Bogotá.
Lo que muchos no llegaron a entender es que no era luchar con nadie, ni a favor de Uribe, ni del Fiscal, sino a favor de las víctimas y en contra del terrorismo. Ni siquiera era marchar a favor o en contra de acabar los diálogos de paz con el ELN. Era la oportunidad, por primera vez, de dejar de lado todo y poner en el centro la vida.
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Mientras marchaba, vi que a unos pasos estaba Juan Manuel Santos con su familia. Su ejemplo, como el de otras figuras públicas que estuvieron en la marcha, fue no politizar. Él marchó por la policía, por la paz, en contra del terrorismo. Él no marchó “con el uribismo”, el ex mandatario marchó por lo que necesita el país.
Pero eso no es suficiente para algunos, durante el paso desde el Parque Nacional hasta la Plaza de Bolivar, muchas personas se acercaron a insultarlo: que “vendió al país”, que “es un desgraciado”.
Oí a alguna de esas personas decirle a otra:“descarado, qué hace acá si todo lo que está pasando es su culpa”. Con cierta desesperanza en esta sociedad me pregunté cuál era el punto de decir esas cosas. Creo que la paz viene de esas pequeñas frases, si el objetivo principal de era la lucha contra el terrorismo, no importa si tu idea de combatirlo es distinta a la de otro.
Lo importante es una misma lucha en contra de algo que le hace daño al país. Pero después, al ver las declaraciones de Álvaro Uribe, por ejemplo, entendí que ellos mismos son los que arman este tipo de narrativas. Esta persona estaba, al fin y al cabo, repitiendo el discurso que propaga Uribe desde su cuenta de Twitter.
“Insistir en la paz”, a su manera, con impunidad, exhaltación del narco terrorismo, curules, sin hacer respetar a los soldados y policías.
Seguramente también quisiera insistir en la mermelada corrupta, en el derroche y en los recursos de Odebrecht
— Álvaro Uribe Vélez (@AlvaroUribeVel) January 20, 2019
Al fin y al cabo, esta guerra eterna se perpetúa con la sociedad civil. ¿cuándo será el día en que alguno de los extremos le demuestre al otro que se puede vivir en armonía? El día en que tanto unos como otros puedan marchar juntos, apoyando a un bien común, dejando de lado egos y odios, enfocándose en los miles de colombianos que viven en carne viva un conflicto que no es de ellos.
Hoy la noticia es otra, los medios y las redes están llenas de críticas por la adjudicación del ELN al atentado. Mañana, seguramente, la noticia será otra. El día siguiente, otra y así de fácil y rápido dejamos de pensar en las víctimas. Así de fácil nos olvidamos, otra vez, de los que terminan pagando en este conflicto que parece interminable.
LatinAmerican Post | Juliana Súarez