Ecuador debe proteger a los niños de una ideología de género perjudicial

En Ecuador, una amplia coalición de organizaciones centradas en la familia está alzando la voz contra protocolos dictados por la Corte que promueven lo que consideran ideas confusas sobre género en las escuelas. Argumentan que esto vulnera los derechos de los padres y pone en riesgo el bienestar y la inocencia de los niños.
Defendiendo los valores tradicionales de la familia
Para muchos ecuatorianos, la crianza va más allá de proveer alimento, refugio o educación. También implica construir una base moral y cultural acorde con creencias arraigadas sobre género, identidad y roles sociales. Con el fallo de la Corte Constitucional que exige al Ministerio de Educación establecer protocolos para estudiantes que cuestionen o busquen redefinir su género, numerosos grupos enfocados en la familia temen que este mandato socave la autoridad parental.
Estos defensores no solo presentan quejas abstractas. Se ven a sí mismos como protectores del futuro de Ecuador, resguardando a la próxima generación de mensajes que consideran intrusivos o inapropiados. La Corte intervino en un conflicto sobre un niño transgénero, lo que generó protestas. Argumentan que un solo caso no justifica la implementación de normas en todas las aulas. A través de manifestaciones pacíficas, buscan unir a los padres para preservar su derecho a decidir cómo educar a sus hijos sobre identidad. Sostienen que las escuelas deben centrarse en el aprendizaje, no en objetivos políticos.
Muchos manifestantes también mencionan su cultura y religión. Afirman que la Constitución protege la vida familiar y el derecho de los padres a enseñar valores. Esta perspectiva resuena con ciudadanos que creen que los cambios en la educación deben involucrar a las familias afectadas. En última instancia, no ven su objeción como un rechazo a los derechos de ninguna comunidad, sino como una defensa del derecho de los padres a proteger a sus hijos de conceptos que, según su opinión, generan más daño que beneficio.
Cuestionando los nuevos protocolos
Los grupos que se oponen a esta reciente decisión judicial creen que el fallo va mucho más allá de abordar la desafortunada experiencia de un niño que sufrió burlas en la escuela. Sostienen que sienta un precedente que obliga a todas las instituciones educativas a adoptar procedimientos que normalizan lo que consideran una “ideología” inadecuada para ciertas etapas del desarrollo. En lugar de ser una solución limitada a un caso particular, el fallo instruye al Ministerio de Educación a establecer regulaciones uniformes sobre cómo los docentes y administradores deben tratar a los niños que exploran identidades de género alternativas.
Para estas familias, la preocupación central es que las escuelas podrían promover conceptos de fluidez de género entre los jóvenes más impresionables, incluso desde preescolar o la educación primaria. Temen que estas discusiones, sin la orientación de los padres, puedan generar confusión sobre biología, identidad y normas sociales. Destacan que los niños, especialmente los más pequeños, están en un proceso de desarrollo crítico; algunos padres encuentran profundamente preocupante exponerlos a ideas que, en su opinión, solo aumentarían esa confusión.
Desde la perspectiva de estos manifestantes, exigir a las escuelas que implementen tales protocolos socava sus responsabilidades parentales. Insisten en que si un niño presenta inquietudes relacionadas con el género, la familia, guiada por expertos en salud mental de su elección, debe abordar estos delicados temas. En otras palabras, no se oponen a la compasión ni a la sensibilidad hacia los niños que sienten angustia de género; rechazan lo que consideran una intromisión excesiva del Estado en un ámbito moral o psicológico que, según ellos, corresponde exclusivamente a las familias.
Las familias temen que el enfoque oficial de estos protocolos imponga prácticas que entren en conflicto con sus valores religiosos o tradicionales. Las leyes actuales ya prohíben la discriminación, pero los manifestantes afirman que las nuevas normas sobre el “reconocimiento de identidad de género” van más allá de la aceptación básica; argumentan que imponen una ideología. Advierten que los docentes que no adopten plenamente estos protocolos—quizás por razones religiosas—podrían ser censurados, creando un clima de intimidación en lugar de un diálogo abierto. Consideran que esto sofoca la libertad académica para discutir temas de género desde múltiples perspectivas, incluidas las tradicionales o aquellas basadas en la fe.
Preservando los derechos de los padres y los niños
Otro tema central planteado por los manifestantes es que los padres tienen el derecho de dirigir el crecimiento moral y psicológico de sus hijos. Afirman que las escuelas deben centrarse únicamente en materias académicas como matemáticas, ciencias, lectura e historia. Según su punto de vista, temas sensibles como la sexualidad, la identidad de género y los valores personales deben ser abordados por la familia.
Si bien algunos califican esto como “resistencia,” los manifestantes lo ven como una defensa natural ante instituciones o autoridades que, en su opinión, podrían entrometerse en el ámbito emocional de sus hijos. Sostienen que la Constitución de Ecuador protege explícitamente a la familia como el núcleo fundamental de la sociedad. Si ese principio se toma en serio, dicen, los legisladores y jueces deberían abstenerse de dictar cómo los padres deben abordar las cuestiones de identidad en el hogar.
Estas familias también expresan su preocupación de que los niños en los primeros grados, al carecer de la capacidad para comprender conceptos complejos, puedan sentirse abrumados por mensajes sobre identidades en transformación. En su opinión, es irresponsable imponer tales cargas a un niño que apenas está aprendiendo lo básico de la vida diaria. Aunque reconocen que el acoso escolar no debe tolerarse, distinguen entre prohibir la crueldad y exigir la aceptación de una visión del mundo que puede entrar en conflicto con las convicciones familiares.
Algunos sugieren que los padres que no estén de acuerdo con estas nuevas regulaciones podrían considerar la educación en el hogar o inscribir a sus hijos en instituciones privadas que compartan sus valores. Sin embargo, para muchas familias que dependen de las escuelas públicas de Ecuador, esta no es una opción viable. Estos padres sienten que el gobierno les impone un sistema controversial que limita su capacidad para moldear la moral y el espíritu de sus hijos.
Un llamado al diálogo respetuoso
Las familias que advierten sobre las directrices de la Corte esperan que se abra un debate público que tome en cuenta sus preocupaciones parentales. No desean que los niños que cuestionan su identidad de género sean maltratados ni rechazados. En cambio, buscan que sus propios hijos estén protegidos de mensajes que consideran incompatibles con sus valores o inapropiados para su desarrollo. Abogan por un enfoque equilibrado en el que docentes e instituciones respeten las creencias familiares mientras garantizan que ningún estudiante, sin importar su identidad percibida, sufra acoso o discriminación.
Estos padres también afirman que el gobierno debería ser más transparente sobre estos nuevos protocolos. Sin instrucciones claras, temen que el texto ambiguo pueda permitir cambios en los planes de estudio o en la enseñanza de los docentes que presenten ciertas ideas como hechos absolutos. En contraste, las familias manifestantes han solicitado un proceso de consulta profundo. Creen que los padres, maestros, psicólogos y líderes religiosos deberían participar en mesas de diálogo para garantizar que las políticas no provengan únicamente de un solo punto de vista ni se apliquen de manera apresurada, generando conflictos entre familias y educadores.
Algunos partidarios del gobierno podrían argumentar que estas preocupaciones son exageradas o incluso sesgadas. Sin embargo, estas familias ven la protección de la infancia y la preservación del rol parental como un deber, no como una excusa débil para la intolerancia. Piden a los críticos que comprendan que las creencias morales y las responsabilidades parentales son esenciales, no simples elecciones personales. Creen que, mediante un diálogo respetuoso que aborde preocupaciones reales, Ecuador puede desarrollar normas escolares que protejan a todos los niños sin descuidar los valores tradicionales.
En última instancia, las familias que marcharon esta semana representan un deseo cultural más amplio: la voluntad de sostener creencias fundamentales en un mundo en constante cambio. Lejos de intentar disminuir los derechos de alguien, se ven a sí mismos como guardianes de tradiciones sociales y morales que consideran indispensables. Para ellos, la verdadera cuestión no es si las escuelas deben proteger a los estudiantes vulnerables del acoso—coinciden plenamente en que ningún niño debe ser víctima de bullying—sino si este nuevo protocolo impuesto por la Corte traspasa un límite, impulsando una postura ideológica en todas las aulas de una manera que socava las prerrogativas parentales.
Lea Tambien: La mayoría de los latinoamericanos no necesitan evitar el gluten para una salud vibrante
A medida que continúan estas protestas, muchos aún esperan que el diálogo constructivo prevalezca. Por ahora, quienes respaldan la visión de la “familia tradicional” se mantienen firmes: no permitirán que la incertidumbre o el temor silencien sus creencias sobre la educación de los niños, el buen comportamiento o el vínculo especial entre padres e hijos. Confían en que sus razones legales, culturales y espirituales son sólidas y en que su voz debe contar en la construcción del sistema educativo de Ecuador.