ANÁLISIS

Ecuador Decide: Reformas Constitucionales, Controversias y el Futuro Democrático

Ecuador enfrenta una decisiva segunda vuelta presidencial que podría redefinir drásticamente su rumbo político. El actual presidente, Daniel Noboa, compite con la candidata Luisa González, en una contienda donde está en juego el mismo marco constitucional del país, lo que dará forma no solo al futuro inmediato de Ecuador, sino también al de largo plazo.

Las Corrientes Subterráneas del Referéndum

Cuando los ecuatorianos acudan a las urnas para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en realidad votarán por algo más que quién dirigirá la nación. Por un lado, está el presidente Daniel Noboa, quien busca la reelección y promete reformar la Constitución de Montecristi de 2008. Por el otro, Luisa González, representante del movimiento político conocido como “correísmo”, quien ha mostrado mucho menos interés en reinventar la constitución. De muchas maneras, esta contienda es un referéndum sobre si Ecuador debe preservar el marco constitucional vigente —asociado al expresidente Rafael Correa— o embarcarse en un nuevo camino.

Durante su año y medio en el poder, Noboa no ha ocultado su ambición de reescribir el documento legal fundamental del país. Atribuye a la Constitución de Montecristi el haber empoderado al gobierno de Correa (2007-2017), pero también la culpa de limitar la flexibilidad económica del Ecuador en la actualidad. En campaña, Noboa ha argumentado que un nuevo modelo constitucional es esencial para liberalizar más la economía, fortalecer la seguridad interna y modernizar las estructuras gubernamentales. Sus opositores, incluyendo a González, sugieren que estos objetivos ocultan una intención más amplia de debilitar ciertas protecciones sociales y controles democráticos, preocupaciones que se han vuelto centrales en el debate público.

No solo los políticos y académicos perciben la magnitud de esta decisión. Ecuatorianos de diversos sectores sociales están considerando cómo una reescritura constitucional podría afectar su vida diaria, desde las oportunidades de empleo hasta la seguridad nacional. La votación próxima, en esencia, se cruza con preguntas más amplias sobre soberanía, desarrollo económico y bienestar social. Si bien el resultado inmediato determinará quién ostenta el poder, también definirá si el marco legal supremo del país permanece intacto o se encamina hacia una transformación profunda.

El presidente Noboa ya ha probado las aguas del cambio constitucional a través de un referéndum realizado en 2024. Su administración obtuvo el respaldo popular para nuevas medidas de seguridad dirigidas a combatir el crimen organizado, un flagelo que ha crecido alarmantemente en los últimos años. Estos cambios aprobados permiten a las Fuerzas Armadas realizar operaciones contra organizaciones criminales sin necesidad de declarar un estado de excepción, autorizan la extradición de ciudadanos ecuatorianos requeridos por cortes extranjeras, y permiten que la policía reutilice armas confiscadas.

Los críticos argumentan que estas enmiendas fueron apresuradas y carecieron de un diálogo público robusto. No obstante, su aprobación refleja un sentimiento nacional de que se necesitan políticas de seguridad más firmes con urgencia. Los sindicatos del crimen organizado han ganado terreno, impulsados por rutas del narcotráfico y un aparato de seguridad debilitado. La promesa central de Noboa es que una nueva constitución consolidaría estas medidas, reforzando la capacidad del Estado para responder decisivamente a las amenazas criminales. También ha mencionado la posibilidad de permitir bases militares extranjeras en Ecuador, una propuesta altamente controvertida.

En 2009, poco después de la llegada de Correa al poder, el ejército estadounidense abandonó su base en Manta debido a una prohibición constitucional sobre bases extranjeras. Noboa sostiene que este cambio creó un vacío que dio libertad a los traficantes en la costa del Pacífico. Los defensores de revocar la prohibición argumentan que aceptar ayuda militar extranjera —presumiblemente de Estados Unidos— podría inclinar la balanza a favor de Ecuador en su lucha contra poderosas redes de narcotráfico. Mientras tanto, los seguidores de González ven estas bases como una afrenta a la soberanía nacional. Insisten en que fortalecer la capacidad militar y policial propia del Ecuador es preferible a externalizar la seguridad.

Los aliados de González en el movimiento correísta destacan que la Constitución de Montecristi consagra principios de independencia y dignidad nacional, que consideran innegociables. Advierten que si las reformas propuestas por Noboa van demasiado lejos, Ecuador podría perder un aspecto vital de su identidad: uno que prioriza la autodeterminación y desconfía de la intervención extranjera. El electorado, por tanto, debe considerar si una nueva constitución es realmente la solución necesaria o si corre el riesgo de desechar logros clave del pasado.

La Constitución en el Centro del Debate

En el corazón del debate está la Constitución de Montecristi de 2008, un documento aclamado en algunos sectores por reconocer los derechos de la naturaleza y dar visibilidad a comunidades marginadas. También amplió los poderes del Ejecutivo, lo que permitió a Correa implementar políticas ambiciosas. Si bien los críticos apuntan a la concentración de poder, los defensores le atribuyen reformas progresistas en salud, educación y seguridad social.

Noboa, que gobierna desde noviembre de 2023, sostiene que si bien la Constitución de Montecristi fue inicialmente progresista, ahora impide que Ecuador se adapte a nuevas realidades. Ha rechazado replicar el enfoque de Correa para reformar la constitución y promete un proceso más “ágil” e “inclusivo”. Sin embargo, persisten dudas sobre cuán transparente sería ese esfuerzo, qué garantías habría para la participación ciudadana, y si las comunidades indígenas podrían proteger sus derechos territoriales y ambientales.

Durante el referéndum de 2024, Noboa sufrió un revés: los votantes rechazaron una propuesta para permitir contratos laborales por horas. Esta derrota subraya que, aunque la población puede apoyar tácticas más duras contra el crimen, hay límites en cuanto a cuánto están dispuestos a cambiar en las regulaciones laborales. Esa resistencia destaca la complejidad de reescribir normas fundamentales. Una reforma constitucional más amplia podría toparse con diversos temas conflictivos, incluyendo el derecho de consulta indígena, la protección del medio ambiente y la independencia del poder judicial.

Una nueva constitución también podría revisar la estructura del sistema de seguridad social. Noboa ha expresado reiteradamente su insatisfacción con el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), señalando sus tensiones financieras. Él ve una conexión entre una mayor flexibilidad laboral, más empleo y una base de cotizaciones más amplia que podría estabilizar al IESS. Pero si tales cambios parecen reducir protecciones laborales o autonomía indígena, la resistencia podría aumentar.

Perspectivas Económicas e Inversión Privada

Una de las promesas centrales de Noboa es atraer más inversión privada en sectores “estratégicos”, incluyendo la generación eléctrica, la minería y posiblemente el petróleo. Los apagones recientes han expuesto la fragilidad de la red eléctrica de Ecuador, que depende en gran parte de la energía hidroeléctrica. Una fuerte sequía puso a prueba al sistema, obligando a cortes diarios de hasta catorce horas en algunas regiones. Noboa atribuye estas fallas a la falta de inversión y al control estatal excesivo, haciendo un llamado convincente a la privatización parcial o asociaciones público-privadas.

En el sector minero, una oleada de proyectos liderados principalmente por empresas canadienses está lista para expandirse si se flexibilizan las regulaciones. Ecuador, con vastos depósitos minerales aún sin explotar, es considerado una nueva frontera. El gobierno espera que las ganancias mineras reemplacen los ingresos petroleros decrecientes, garantizando una entrada constante de divisas. Sin embargo, este desarrollo enfrenta fuerte oposición de comunidades indígenas, que temen las repercusiones ambientales y culturales de proyectos extractivos a gran escala.

Los críticos de Noboa advierten que acelerar estos proyectos sin consultas adecuadas genera conflictos sociales. Piden mayores salvaguardas ambientales, revisión rigurosa de los compromisos de inversionistas extranjeros y un estricto cumplimiento de las garantías constitucionales en torno a los derechos indígenas. González coincide con estas preocupaciones, promoviendo un enfoque más cauteloso en la extracción de recursos y una reafirmación de los principios constitucionales establecidos en 2008.

Derechos Indígenas, Consulta y Tensiones Sociales

El núcleo del debate minero se conecta estrechamente con los derechos indígenas y el principio de consulta previa. La Constitución de Montecristi consagró la identidad multicultural del país, afirmando los derechos colectivos de los pueblos originarios y reconociendo a la naturaleza como sujeto de derechos. Por ello, las organizaciones indígenas ven cualquier reforma constitucional como una amenaza potencial a estas conquistas históricas.

Numerosos proyectos mineros han sido retrasados por demandas legales que citan la falta de una consulta previa adecuada. Las comunidades indígenas sostienen que rara vez se busca su consentimiento de buena fe, lo que lleva a decisiones que afectan sus territorios y ecosistemas. A pesar de las promesas oficiales, las tensiones escalan cuando los intereses corporativos parecen imponerse sobre los reclamos ancestrales. González, consciente de esta base electoral, promete defender sus preocupaciones y garantizar que las comunidades indígenas sean parte integral en la toma de decisiones estratégicas sobre la gestión de recursos.

Noboa, por su parte, enmarca el desarrollo de recursos como un camino hacia la prosperidad económica —uno que puede financiar servicios públicos, reducir el desempleo y aliviar las cargas fiscales del país. Sostiene que las comunidades indígenas podrían beneficiarse de regalías, empleos e infraestructura derivadas de una minería responsable. Las propuestas para un nuevo marco constitucional, en su visión, podrían modificar los mecanismos de consulta para agilizar la inversión. Esta posibilidad, sin embargo, genera alarma entre los líderes indígenas, que prefieren reforzar, y no debilitar, esas salvaguardas existentes.

A medida que los votantes se preparan para elegir entre la reelección de Noboa y una posible presidencia de González, también están moldeando el alcance de los derechos indígenas para las próximas décadas. Esta decisión resuena en aldeas rurales de la sierra y en comunidades amazónicas, donde la extracción de recursos plantea dilemas existenciales. Para la población en general, la pregunta es si la promesa de una economía más fuerte y calles más seguras justifica reconfigurar los pilares legales del país.

Al final, la segunda vuelta presidencial en Ecuador representa una confrontación de alto riesgo entre visiones contrapuestas para el futuro del país. Una victoria de Noboa probablemente daría paso a la redacción de una nueva constitución —un proceso rápido y potencialmente controversial que podría transformar desde políticas de seguridad hasta leyes laborales y normas ambientales. Un gobierno de González, en cambio, probablemente mantendría gran parte de la Constitución de Montecristi, con ajustes selectivos.

Ninguna opción está exenta de incertidumbre. La experiencia histórica de América Latina con cambios constitucionales demuestra que reescribir marcos legales fundamentales puede generar tanto oportunidades de renovación como riesgos de disrupción política. El electorado ecuatoriano, plenamente consciente de estas tensiones, está llamado a trazar un rumbo con efectos duraderos sobre la gobernabilidad, la justicia social y la identidad nacional.

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En última instancia, el desenlace de esta elección definirá el equilibrio entre preservar los logros del pasado y abrazar las reformas del futuro. En un país donde las corrientes políticas son profundas y el compromiso cívico es fuerte, esta elección trasciende la retórica de campaña. Se trata de cómo los ecuatorianos desean estructurar su sociedad, administrar sus recursos y proteger sus libertades. Para bien o para mal, la decisión que tomen este domingo podría resonar por los valles andinos y las llanuras costeras mucho después del conteo de votos —reconfigurando el alma constitucional del país en el proceso.

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