El asesinato de una influencer en TikTok expone la crisis de feminicidios en América Latina

Un escalofriante asesinato transmitido en vivo en redes sociales desde México ha reavivado los urgentes llamados a poner fin al feminicidio en América Latina. Nuevos datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL) revelan una realidad estremecedora y subrayan la imperiosa necesidad de cambio en la región.
Un asesinato impactante transmitido en vivo
El brutal asesinato de Valeria Márquez, influencer mexicana de 23 años, conmocionó no solo a su estado natal de Jalisco, sino a todo el país. Márquez, conocida por sus tutoriales de maquillaje y belleza, estaba transmitiendo en TikTok desde el salón de belleza donde trabajaba en Zapopan. A pocos minutos de iniciar su transmisión, expresó su inquietud por alguien que había intentado entregarle un “regalo costoso” en su ausencia. Poco después dijo: “Ya vienen”, justo cuando una voz masculina la llamó por su nombre. En un instante, se escucharon disparos. Márquez colapsó, y la cámara captó las consecuencias: una mano tomó su teléfono antes de que la transmisión se cortara abruptamente.
Momentos antes de morir, Márquez estaba sentada en una mesa en su salón de belleza, en el suburbio de Zapopan, sosteniendo un peluche mientras transmitía en vivo. Segundos después, fue asesinada a tiros, y la grabación terminó solo cuando alguien más tomó su teléfono. Medios locales informaron que fue asesinada por un hombre que fingió llevarle un regalo. La policía llegó al lugar alrededor de las 6:30 p.m., hora local (12:30 GMT), y confirmó su fallecimiento, según la fiscalía estatal.
Las autoridades mexicanas clasificaron el asesinato como feminicidio, reconociéndolo como un crimen por razones de género. La fiscalía de Jalisco confirmó que la investigación está en curso y que el agresor ingresó al salón y le disparó varias veces. Aunque aún no se ha anunciado ninguna detención, la policía calificó el hecho como un “acto de violencia descarado” ocurrido en un espacio público. Seguidores de Márquez y la comunidad en general expresaron indignación por las circunstancias de su muerte.
Márquez tenía casi 200,000 seguidores en Instagram y TikTok. Su gran audiencia convirtió el crimen en un tema de conversación nacional. La discusión desató una ola de indignación tanto en redes sociales como en medios tradicionales. En su memoria, se realizaron vigilias y se levantaron altares. Estas expresiones reflejan la creciente preocupación por el feminicidio en México, una preocupación que va más allá de su caso.
Trágicamente, la muerte de Márquez refleja un patrón persistente de violencia contra las mujeres. Jalisco ocupa el sexto lugar entre los 32 estados mexicanos, incluida Ciudad de México, en número de homicidios, con 906 registrados desde el inicio del mandato de la presidenta Claudia Sheinbaum en octubre de 2024, según datos de consultorías. Según la CEPAL, la tasa de feminicidios es de 1.3 por cada 100,000 mujeres, lo que sitúa a México junto a Paraguay, Uruguay y Bolivia como el cuarto país con mayor incidencia en la región. La reacción ante este crimen ha renovado las demandas de reformas políticas, esfuerzos comunitarios de prevención y mecanismos de rendición de cuentas para frenar la alarmante frecuencia de feminicidios en el país.
Entendiendo las alarmantes cifras del feminicidio
La muerte de Márquez no es un caso aislado. Datos de la CEPAL muestran una situación compleja y urgente en América Latina y el Caribe. Honduras, con 7.2 casos por cada 100,000 mujeres, y República Dominicana, con 2.4, encabezan esta desafortunada lista. México mantiene una tasa de 1.3, al igual que varios otros países. Brasil, la nación más grande de la región, tiene una tasa de 1.4. Las cifras varían según las definiciones legales y los estándares de reporte de cada país. Algunos distinguen entre “feminicidio” y “femicidio”, mientras que otros usan términos amplios como “homicidios de mujeres por razones de género”.
De acuerdo con las actualizaciones más recientes de la CEPAL, 11 de los 18 países de América Latina y el Caribe que reportaron datos registraron tasas superiores a 1 caso por cada 100,000 mujeres en 2023. Aunque la tasa de México ha disminuido levemente desde un pico en 2020, sigue siendo inaceptablemente alta. En contraste, países como Guatemala han reducido su tasa de 2.3 en 2015 a 1.1 en 2020 y a solo 0.5 en 2023. Sin embargo, por cada avance hay retrocesos: Paraguay, por ejemplo, ha visto un aumento de 0.7 puntos porcentuales en el mismo período.
La CEPAL destaca patrones en las relaciones víctima-agresor. En muchos países, más del 60% de los feminicidios fueron cometidos por parejas o exparejas. En Puerto Rico, el 100% de los casos reportados encajaron en esa categoría. Esta tendencia muestra una verdad frecuente: el hogar puede ser un lugar mortal para muchas mujeres. La edad también importa: el 56.4% de las víctimas tenía entre 30 y 59 años, el 20.3% entre 15 y 29, y un 3.4% eran niñas menores de 14 años, lo que recuerda dolorosamente que incluso las más pequeñas pueden ser víctimas de esta violencia.
A pesar de mejoras en los sistemas de recopilación de datos en algunos países, la información sigue siendo incompleta. Variables como etnicidad o estatus migratorio muchas veces no se recogen adecuadamente. Esto reduce la precisión de las medidas de prevención y dificulta el acceso a la justicia. Un enfoque interseccional es crucial en una región tan diversa para proteger a niñas, mujeres mayores, migrantes y otros grupos en riesgo.
Costos sociales y grupos vulnerables
Cada feminicidio deja un vacío inmenso—emocional y práctico—en familias, amistades y comunidades. Según la CEPAL, muchos niños pierden a sus madres por feminicidio, lo que los empuja a situaciones precarias y a depender del sistema estatal si es que tienen acceso. Países como Argentina, Chile, Costa Rica, Cuba, República Dominicana, Paraguay y Uruguay reportaron que en 579 casos de feminicidio hubo 488 víctimas indirectas—principalmente hijos que quedaron sin apoyo. Esta tragedia intergeneracional genera un ciclo de pobreza, traumas psicológicos y exposición a más violencia.
Algunas poblaciones enfrentan riesgos específicos. Las mujeres indígenas o afrodescendientes padecen múltiples formas de discriminación, lo que las hace más vulnerables. Las mujeres migrantes a menudo viven en situaciones inestables, sin garantías legales o barreras lingüísticas que impiden acceder a ayuda. Las mujeres mayores no suelen recibir suficiente atención en las políticas públicas y pueden sufrir abusos invisibles. Las niñas pequeñas siguen expuestas a la violencia sexual y física. Para cada grupo, el feminicidio es solo la manifestación más brutal de una estructura más amplia de desigualdad.
Los patrones culturales tradicionales—como el machismo sistemático y las normas patriarcales—normalizan la agresión contra las mujeres. Los factores socioeconómicos, especialmente en contextos de pobreza y marginación urbana, agravan esta violencia. Las dificultades económicas, el acceso limitado a educación o empleo y el estrés asociado con estas condiciones alimentan la violencia doméstica. Sistemas judiciales débiles, operaciones policiales ineficaces y recursos escasos para prevenir el abuso o asistir a víctimas empeoran la situación. En varias regiones, los grupos criminales también tienen un papel activo, seleccionando mujeres como blanco. La historia de Valeria Márquez tuvo menos atención que otras noticias sensacionalistas, pero forma parte de una serie de relatos que muestran el peligro constante que enfrentan las mujeres en América Latina.
Un llamado a los gobiernos y a la sociedad
La CEPAL advierte que registrar los casos no basta. Se necesitan políticas públicas contundentes e interseccionales. Estas deben abordar prevención, protección y castigo. Los gobiernos deben fortalecer sus registros e información, desglosando los datos por raza, etnicidad, edad y nacionalidad. Una mejor calidad en los datos permite comprender mejor los factores de riesgo y aplicar intervenciones más eficaces. Reportes oportunos y precisos pueden salvar vidas al orientar a las autoridades, los servicios sociales y los responsables políticos hacia soluciones específicas.
Las propuestas incluyen fortalecer los mecanismos estatales: asignar presupuestos sostenibles a agencias de derechos de las mujeres, capacitar a policías en enfoques con perspectiva de género e incorporar la interseccionalidad en todos los programas oficiales. La CEPAL pide una transformación cultural que desafíe las normas que perpetúan la violencia o la tratan como inevitable. Se necesitan campañas educativas, trabajo comunitario y el empoderamiento de organizaciones de mujeres locales. Expertos afirman que el feminicidio solo terminará cuando cambien las mentalidades sociales y se sancione a los agresores.
La CEPAL describe una sociedad solidaria, con políticas integrales que enfrenten desigualdades estructurales como la marginación económica, los mercados laborales inestables y las prácticas sociales discriminatorias. Atender las causas subyacentes—como los roles de género rígidos y la falta de oportunidades laborales para las mujeres—es clave para lograr un entorno más seguro. Las estrategias interseccionales permitirán tener en cuenta factores como racismo, estatus migratorio o discapacidad, y así evitar mayor exclusión de los grupos más vulnerables.
El asesinato de Márquez encendió la indignación popular. Grupos de la sociedad civil, colectivos de mujeres y comunidades digitales exigen justicia. En todo México crecieron las vigilias y las campañas en redes sociales. Las instituciones estatales están bajo presión para agilizar las investigaciones e implementar protocolos consistentes. El objetivo es que “el caso Valeria” no se pierda como una cifra más dentro de un sistema fallido. Si puede haber un resultado positivo de esta tragedia, es el reconocimiento más amplio de que ninguna nación, ciudad o comunidad está exenta de la fuerza destructiva del feminicidio. Se necesita un cambio cultural profundo para romper la cadena de violencia.
La región está en un punto crítico. Las cifras altas y los testimonios desgarradores muestran qué está en juego. Entre la acción decidida y la pasividad institucional hay un abismo. En ese abismo, miles de mujeres enfrentan la muerte posible. Cada historia aumenta la urgencia del debate. Desde la influencer asesinada en vivo hasta las sobrevivientes anónimas en refugios.
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Los datos de la CEPAL contabilizan tragedias, pero también exigen cambios inmediatos y coordinados. Ahora, la pregunta es si los gobiernos, instituciones y ciudadanos de América Latina escucharán esa alarma y trabajarán juntos para poner fin a la epidemia de feminicidios. El caso de Márquez, por su visibilidad, podría aportar el impulso necesario para pasar del impacto a un cambio duradero—un resultado vital para el futuro de la región y la seguridad de sus mujeres.