ANÁLISIS

El encierro también libera

¿Qué logramos con nuestra presencia, aportar o arrebatar? No es el hecho de quedarnos ausentes para siempre, sino de saber cómo quedarnos

Mujer mirando por una ventana.

Con los aislamientos obligatorios, nuestra vida ha experimentado cambios a los que no hemos acostumbrados. / Foto: Unsplash

LatinamericanPost| Natalia Isaza

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Las medidas del aislamiento preventivo obligatorio nos han cambiado la vida y nuestras dinámicas, y muy seguramente hasta dentro de mucho tiempo o quizás nunca más, volveremos a ver la vida como la conocíamos. Toda esta extraña situación, entre muchas otras cosas, nos ha dejado ver que somos unos seres más, vulnerables y dependientes. Aunque para muchos era claro desde antes, nunca lo habíamos visto con tanta fuerza como hasta ahora. Con este aislamiento tenemos la posibilidad de salir dependiendo de las decisiones de las personas a cargo, políticamente hablando, de cada país. Solo si tenemos una emergencia o si se nos hace imposible parar de trabajar, podemos estar en las calles, ya eso es una gran ventaja.

No vengo aquí a echarle más leña al fuego como se dice por ahí, creo que todos y todas ya tenemos muy clara la situación, unos más que otros. Sin embargo, lo que si quiero venir a recalcar aquí es que esta cuarentena puede no ser nada a comparación de las cosas que le hacemos vivir a los animales que mantenemos en cautiverio por que así nos apetece, sea por alimento, por entretenimiento o simplemente por compañía.

Tristemente, la mayoría de pandemias que nos han azotado, han provenido de los animales, son ellos los que nos transmiten estos virus y enfermedades, ya sea por el cautiverio y la cercanía que tenemos con ellos en esas malas condiciones, o simplemente por  consumirlos. Así fue con la gripe aviar (H5N1), con la porcina A(H1N1), y al parecer, la actual apunta a lo mismo. Esto nos debería hacer repensar acerca del qué consumimos y cómo lo consumimos. No estoy diciendo que todas las personas deberían ser vegetarianas (aunque así lo quisiera) pero sí reafirmo la necesidad de generar una conciencia de las malas condiciones en las que se tienen los animales antes de ser sacrificados para poder disfrutar de un “delicioso” banquete.

También está el hecho de que todo ese estrés antes de morir pasa a su carne, y de ahí obviamente al cuerpo de quien lo consume, no solo energéticamente hablando, para aquellos que no creen en esas cosas, también los químicos que pueden segregar si están estresados al momento de morir, pueden generar que la carne se ponga dura o influir negativamente en su sabor. 

En estos tiempos en los que los humanos estamos “guardados” algunos animales han podido darse una vida de lujo, en especial, aquellos silvestres, los cuales no están siendo cazados, por prohibición como en China o simplemente por el encierro. Sea por lo que sea, hay ciudades donde se han podido ver pumas, zorros, jabalíes, entre otros, recorriendo tranquilamente las calles, cosa que antes era imposible, porque estaban prácticamente sentenciando su muerte.

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Este alejamiento humano le ha dado un respiro, no solo a la tierra, en donde nuestra ausencia ha permitido una mejora drástica en la calidad del aire en ciudades con un índice muy alto de contaminación, y donde hemos logrado una disminución de las emisiones de carbono, con una caída solo superada por la que generó la Segunda Guerra Mundial; sino también para los animales, quienes ahora pueden andar como más libertad y tranquilidad.

Por otro lado, también están aquellos domésticos, que solo salen a  la calle cuando a sus dueños les apetece sacarlos,  metafóricamente así mismo nos encontramos los humanos ahora y nos estamos dando contra las paredes. Entendamos que ellos también son seres vivos, que necesitan hacer sus necesidades fisiológicas, no solamente cuando no nos de pereza sacarlos, y que para ellos también es importante ver el mundo exterior, jugar, correr, estirarse, recibir el sol; esas cosas que ahora nos están haciendo tanta falta y que venimos deliberadamente privándoselas a ellos. 

No considero que ningún momento sea momento para reprochar o juzgar, precisamente, este es para repensarnos el cómo estamos tratando a todo aquello que nos da vida, que nos da lo básico, cómo es nuestro paso por la tierra, ¿qué logramos con nuestra presencia, aportar o arrebatar? Es importante pensar que nuestra ausencia le está trayendo cosas buenas al planeta, y no es el hecho de quedarnos ausentes para siempre, sino de saber cómo quedarnos. 

 

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