El “Plan C” de México es un camino peligroso hacia el autoritarismo
El “Plan C” propuesto por México, que pretende disolver los órganos gubernamentales autónomos y centralizar sus funciones bajo el control federal, plantea una amenaza importante para la democracia. Esta medida corre el riesgo de socavar los controles y contrapesos que protegen los derechos de los ciudadanos y podría conducir a un régimen autoritario.
El “Plan C” de México, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, pretende desmantelar varias de las instituciones autónomas del país, transfiriendo sus funciones a agencias del gobierno federal. Este plan, aprobado en términos generales por la Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados, marca un retroceso significativo para la democracia mexicana. Entre las instituciones que se pretende eliminar se encuentran el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) y varios organismos reguladores de los sectores energético, de telecomunicaciones y económico.
La propuesta ha obtenido el apoyo del partido de López Obrador, Morena, y sus aliados, que argumentan que estos órganos autónomos son innecesarios y que las entidades federales pueden manejar sus funciones de manera más eficiente. Sin embargo, esta medida no se limita a una cuestión de eficiencia: es un esfuerzo calculado para centralizar el poder y reducir la independencia de instituciones cruciales para mantener los controles y contrapesos en el gobierno.
Los organismos autónomos como el INAI son fundamentales para garantizar la transparencia, proteger los datos de los ciudadanos y exigir cuentas al gobierno. Al desmantelar estas instituciones, el gobierno mexicano corre el riesgo de erosionar la confianza pública y debilitar los mecanismos que previenen el abuso de poder. Consolidar estas funciones bajo el control federal podría conducir a una mayor influencia política sobre los procesos regulatorios, socavando la imparcialidad y la eficacia de estos organismos.
Una amenaza a la independencia judicial
Uno de los aspectos más alarmantes del “Plan C” es la reforma propuesta del poder judicial, que pretende someter a jueces, magistrados y ministros al voto popular. Esta medida, que López Obrador afirma que es necesaria para eliminar la corrupción dentro del poder judicial, está plagada de peligros. Se supone que el poder judicial es una rama independiente del gobierno, aislada de las presiones políticas para garantizar que pueda defender imparcialmente el estado de derecho. El “Plan C” amenaza con socavar esta independencia al someter a los jueces a los caprichos de la política electoral.
La idea de elegir a los jueces puede parecer democrática en la superficie, pero en realidad abre la puerta al populismo y la politización del poder judicial. Los jueces podrían llegar a preocuparse más por la opinión pública y las perspectivas de reelección que por tomar decisiones justas y equitativas basadas en la ley. Esto podría llevar a un poder judicial menos centrado en la protección de los derechos de los ciudadanos y más inclinado a alinearse con los intereses políticos de quienes están en el poder.
Además, la centralización de las funciones judiciales bajo el control de las entidades federales concentra aún más el poder en el poder ejecutivo. Esto es particularmente preocupante en un contexto en el que el presidente y su partido ya ejercen una influencia significativa sobre otras ramas del gobierno. Si el poder judicial pierde su independencia, los controles y contrapesos esenciales para el funcionamiento de una democracia se verán gravemente debilitados, allanando el camino para un régimen autoritario.
La erosión de las normas democráticas
La centralización del poder en el marco del “Plan C” no se limita al poder judicial. La propuesta también busca desmantelar otros órganos autónomos, incluidos los responsables de regular los sectores de energía y telecomunicaciones, evaluar las políticas sociales y promover la competencia económica. Estos órganos están diseñados para operar independientemente del gobierno, asegurando que los sectores críticos de la economía sean regulados de manera justa y que los programas sociales sean evaluados objetivamente.
Al transferir estas funciones a las secretarías federales, el “Plan C” corre el riesgo de politizar los procesos regulatorios y socavar la objetividad de las evaluaciones de políticas. Por ejemplo, la Comisión Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) proporciona evaluaciones independientes de la pobreza y los programas sociales en México. Sus evaluaciones son cruciales para informar las políticas públicas y asegurar que los programas sociales sean efectivos y específicos. Supongamos que las funciones de Coneval sean absorbidas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), como se propone. En ese caso, existe el riesgo de que consideraciones políticas influyan en estas evaluaciones en lugar de basarse en datos objetivos.
De manera similar, las funciones de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) y el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), que son responsables de promover la competencia y regular los mercados, serían transferidas a la Secretaría de Economía y otra entidad federal, respectivamente. Esto podría aumentar la interferencia política en las decisiones regulatorias, lo que podría sofocar la competencia y perjudicar a los consumidores.
Eliminar estos organismos autónomos y centralizar sus funciones bajo el control federal erosionaría significativamente las normas democráticas en México. Estas instituciones desempeñan un papel fundamental para garantizar que el gobierno actúe con transparencia y que las políticas públicas se basen en evaluaciones objetivas. Sin su independencia, existe un riesgo real de que el gobierno pierda su capacidad de rendir cuentas a la población y sea más susceptible a la corrupción y al abuso de poder.
El peligro de un régimen autoritario
El “Plan C” es más que una serie de cambios burocráticos: es un cambio fundamental en el equilibrio de poder en México, que podría tener consecuencias de largo alcance para la democracia del país. Al centralizar el poder en manos del poder ejecutivo y socavar la independencia de instituciones críticas, el plan de López Obrador prepara el terreno para un régimen autoritario.
La concentración de poder es un sello distintivo de los regímenes autoritarios. Cuando se debilitan los controles y contrapesos y se desmantelan las instituciones independientes, el gobierno se vuelve menos responsable ante el pueblo y más propenso a los abusos de poder. En un escenario así, el imperio de la ley suele ser reemplazado por el imperio del ejecutivo, y las decisiones se toman no con base en principios legales sino en los intereses políticos de quienes están en el poder.
La eliminación de los órganos autónomos en México es particularmente preocupante, dada la historia de autoritarismo y corrupción del país. Si bien se han logrado avances significativos en las últimas décadas para fortalecer las instituciones democráticas y promover la transparencia, el “Plan C” amenaza con revertir estos avances. Si el plan se implementa en su totalidad, podría conducir a una concentración de poder que socave los cimientos mismos de la democracia en México.
Además, el momento en que se implementa este plan también es significativo. López Obrador está impulsando estas reformas justo cuando su partido, Morena, está a punto de conseguir una mayoría en el Senado y la Cámara de Diputados. Esta mayoría permitiría al presidente aprobar reformas constitucionales sin una oposición significativa, consolidando aún más su control sobre el gobierno. Si se promulgan estas reformas, podría resultar cada vez más difícil para las futuras administraciones revertir la centralización del poder, lo que conduciría a una erosión a largo plazo de la gobernanza democrática en México.
Un llamado a defender la democracia
El “Plan C” representa una grave amenaza para el futuro de la democracia en México. Al desmantelar las instituciones autónomas, centralizar el poder en el poder ejecutivo y socavar la independencia del poder judicial, el plan de López Obrador prepara el terreno para un gobierno autoritario. Eliminar estos controles y contrapesos debilitaría los mecanismos que protegen los derechos de los ciudadanos y garantizan la rendición de cuentas del gobierno.
El pueblo de México y la comunidad internacional deben reconocer los peligros que plantea el “Plan C” y tomar medidas para defender las normas democráticas. Preservar las instituciones independientes es crucial para mantener el estado de derecho y evitar la concentración de poder en manos de un solo individuo o partido.
México se encuentra en una encrucijada y la elección es clara: o se defienden los principios democráticos que se han ganado con esfuerzo durante décadas o se corre el riesgo de caer en el autoritarismo. El momento de actuar es ahora, antes de que la centralización del poder se arraigue y la capacidad de revertir el rumbo se vuelva cada vez más difícil.