ANÁLISIS

Un maestro, un veterinario y un abogado compiten por la presidencia de Uruguay enfrentando preocupaciones de seguridad

Mientras los uruguayos se preparan para votar, un profesor de historia, un veterinario conservador y un abogado culturista compiten por la presidencia en una de las democracias más estables de América Latina. La seguridad, la reforma de pensiones y la recuperación económica tras crisis recientes dominan el debate.

Una alineación diversa para la presidencia de Uruguay

Uruguay, conocido por sus políticas progresistas y estabilidad política, se encuentra en un momento crucial mientras los votantes eligen a su próximo presidente. Tres candidatos emergen como los principales contendientes, cada uno con una visión diferente para el futuro de esta pequeña nación de 3,4 millones de habitantes.

Yamandú Orsi, un profesor de historia de 57 años del centroizquierdista Frente Amplio, la coalición política que ha impulsado importantes reformas en el país en las últimas dos décadas, lidera la contienda. Orsi, protegido del expresidente José “Pepe” Mujica, enfoca su campaña en el bienestar social, la educación y el mantenimiento de los valores progresistas del país.

Desafiando a Orsi desde la derecha está Álvaro Delgado, un veterinario de 55 años del Partido Nacional, el partido del presidente saliente Luis Lacalle Pou. Delgado centra su campaña en la seguridad y en los temas rurales, posicionándose como un defensor de los valores conservadores y protector del corazón agrícola de Uruguay.

En tercer lugar está el candidato sorpresa, Andrés Ojeda, un abogado de 40 años y aficionado al culturismo del Partido Colorado. Ojeda, conocido por su presencia en la televisión, ha aportado una energía llamativa a la contienda, atrayendo comparaciones con el presidente libertario de Argentina, Javier Milei. Su campaña se enfoca en el orden y la ley, captando la atención de votantes más jóvenes.

Temas clave que moldean la elección

La seguridad es la principal preocupación de los votantes en Uruguay, un país que durante mucho tiempo se ha enorgullecido de ser un oasis de tranquilidad en una región asediada por la violencia. Sin embargo, en los últimos años se ha observado un aumento de la violencia relacionada con el narcotráfico, lo cual ha puesto este tema en el centro de la campaña presidencial.

Mientras el gobierno de Lacalle Pou ha logrado reducir la criminalidad en algunas áreas, los delitos violentos, particularmente los homicidios, siguen siendo un problema grave. Cada candidato propone diferentes enfoques para abordar esta cuestión.

A partir de las políticas sociales del Frente Amplio, Orsi hace hincapié en soluciones a largo plazo que aborden las causas profundas de la criminalidad, incluyendo la pobreza y la desigualdad. Delgado, por otro lado, se enfoca en medidas de seguridad más estrictas, prometiendo reforzar la seguridad en las zonas rurales de Uruguay. Ojeda adopta una postura más extrema, llamando a una ofensiva contra el narcotráfico y promoviendo tácticas policiales más agresivas.

Además de la seguridad, el futuro del sistema de pensiones de Uruguay se ha convertido en un tema crítico. Una propuesta controvertida de la central sindical PIT-CNT busca reducir la edad mínima de jubilación de 65 a 60 años y prohibir los sistemas de pensiones privados. Los candidatos han rechazado la propuesta, advirtiendo que podría agravar la economía de Uruguay, que aún se recupera de la pandemia de COVID-19 y de una sequía récord en 2023.

Una nación en transición

Los tres candidatos principales ofrecen a los uruguayos una elección entre continuidad, cambio y un toque de lo poco convencional.

Yamandú Orsi, el profesor de historia, se presenta como un hombre del pueblo. Nacido en el campo, proviene de una familia que vivía sin electricidad, lo que encarna los orígenes humildes con los que muchos uruguayos se identifican. Orsi, cercano a Mujica, ha prometido continuar las políticas sociales del Frente Amplio. Sus seguidores lo ven como alguien que seguirá poniendo las necesidades de los uruguayos comunes en primer lugar.

Álvaro Delgado, el veterinario, representa el intento del Partido Nacional de retener el poder. Conocido por su carácter afable y su fuerte conexión con los votantes rurales, su campaña destaca los logros de la administración de Lacalle Pou, especialmente en la reforma de las leyes laborales y en la seguridad pública. Sin embargo, ha enfrentado controversias, particularmente tras referirse a su compañera de fórmula, Valeria Ripoll, como una “bomba”, un comentario por el cual luego se disculpó.

Andrés Ojeda, el abogado, ha tomado un enfoque diferente, mezclando espectáculo y política. También aficionado al culturismo, Ojeda ha sido comparado con líderes populistas como Milei, sobre todo por su retórica anti-establishment. En un anuncio memorable, Ojeda flexionó sus músculos en un gimnasio mientras hablaba sobre la necesidad de fortalecer el sistema político de Uruguay. Aunque sus tácticas han generado interés, Ojeda sigue siendo el desvalido en la contienda.

Se espera que ningún candidato gane en la primera vuelta, lo que probablemente resultará en un balotaje entre los dos principales contendientes, Orsi y Delgado, lo que prepara el escenario para una lucha entre la izquierda y la derecha de Uruguay.

El futuro del Uruguay progresista

Uruguay ha sido visto como un líder progresista en América Latina, conocido por sus políticas liberales en temas sociales y su compromiso con la sostenibilidad ambiental. Bajo gobiernos sucesivos, el país ha legalizado el aborto, introducido el matrimonio igualitario y se convirtió en la primera nación del mundo en permitir el uso recreativo de cannabis.

Sin embargo, el próximo presidente enfrentará el desafío de abordar las crecientes preocupaciones sobre el crimen y la recuperación económica, preservando al mismo tiempo su reputación como bastión liberal en la región.

Otro tema crítico en las elecciones es un plebiscito sobre si permitir o no las redadas nocturnas en hogares para combatir el narcotráfico, una propuesta controvertida que divide al país. Muchos votantes esperan rechazarla por preocupaciones sobre las libertades civiles, aunque el debate sobre cómo enfrentar el problema de la criminalidad probablemente persista.

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La segunda vuelta en noviembre promete ser el próximo momento decisivo, mientras los uruguayos sopesan su deseo de seguridad y estabilidad económica frente a su compromiso con la justicia social y el progresismo.

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