ANÁLISIS

En el Bicentenario de Bolivia, un Giro Político Hacia la Derecha se Asoma en Medio de Crisis e Inestabilidad

Mientras Bolivia se prepara para celebrar dos siglos de independencia, sus calles vibran con bandas de música de bronce, pero también con susurros de cambio, mientras los votantes consideran romper con 20 años de gobierno de izquierda para recuperar la estabilidad, los dólares y un lugar en el orden económico global.

Una Nación Celebra con Banderas… y Racionamiento de Combustible

En Sucre, la ciudad donde Bolivia declaró su independencia en 1825, los balcones se visten de banderas. Las bandas afinan sus trompetas. Los niños, con uniformes escolares, recitan las gestas de los héroes nacionales. Pero bajo la superficie, el ánimo dista de ser jubiloso.

En la multitud reunida para escuchar el discurso bicentenario del presidente Luis Arce, las pantallas de los celulares parpadean con cifras de encuestas en tiempo real. Los compradores observan el precio del arroz y del pollo en tenso silencio. Las filas para comprar gasolina dan la vuelta a las esquinas. Soldados vigilan en las estaciones de servicio, imponiendo racionamientos estrictos. Para un país que alguna vez exportó plata, estaño y más tarde gas natural, el simbolismo es doloroso: Bolivia, sentada sobre las mayores reservas sin explotar de litio del mundo, pide pan y diésel.

La inflación está en su punto más alto en una generación. Las reservas internacionales se han desplomado. Los supermercados racionan productos importados, y los rumores sobre un mercado paralelo del dólar crecen cada día. En un país definido durante mucho tiempo por su izquierda revolucionaria, muchos se preguntan ahora si la era del MAS—marcada por Evo Morales y continuada por Arce—se está quedando sin dinero y sin tiempo.

El Legado de la Izquierda: Auge, Reacción y una Ruptura Amarga

Durante casi dos décadas, la brújula política de Bolivia apuntó a la izquierda. Primero bajo Evo Morales, el cocalero convertido en presidente que reescribió la constitución y declaró a Bolivia un “Estado Plurinacional”. Luego bajo Luis Arce, exministro de Economía de Morales, elegido en 2020 para estabilizar al partido tras las controvertidas elecciones de 2019 y la turbulenta presidencia interina de Jeanine Áñez.

Los años de Morales estuvieron marcados por una prosperidad alimentada por las materias primas. Las exportaciones de gas llenaron las arcas estatales, se expandieron las transferencias de efectivo, y florecieron escuelas, caminos y clínicas en todo el Altiplano. Pero incluso entonces, las grietas empezaban a aparecer.

La economía creció, pero se volvió dependiente del gas, de los subsidios, y de un aparato estatal que se infló con cada promesa de bonanza. Cuando los precios internacionales del gas colapsaron, las reservas se drenaron y la paridad cambiaria comenzó a tambalear. El modelo del MAS, que alguna vez se vendió como revolucionario, empezó a parecer frágil.

El frente político también se fracturó. Morales intentó eludir los límites de mandato en 2019, provocando protestas masivas. Su salida y el retorno de Arce solo profundizaron la división. Para 2023, los dos hombres—antes aliados—estaban enfrascados en una disputa pública. El Congreso se paralizó. La inflación se disparó. La escasez de combustible se volvió rutina.

Esa parálisis ha abierto una oportunidad—y los conservadores bolivianos se apresuran a ocuparla.

Candidatos Conservadores Ofrecen Soluciones de Mercado y Reingreso Global

Dos figuras veteranas han emergido para llenar el vacío: Samuel Doria Medina y Jorge “Tuto” Quiroga. Ambos son rostros conocidos, con perfil empresarial, y creen que Bolivia necesita un quiebre claro con el legado económico del MAS.

Doria Medina, empresario cementero y filántropo, encabeza la Alianza Unidad. Su plan es eliminar las empresas estatales deficitarias, levantar los controles de precios y fomentar un clima pro-empresarial para atraer inversiones en litio. Su primera parada diplomática, asegura, sería Brasilia, no Caracas—un mensaje claro de que la alineación ideológica ya no superará a las alianzas pragmáticas.

Quiroga, ingeniero formado en EE.UU. y expresidente, lidera la Alianza Libertad. Propone digitalizar la burocracia, reducir aranceles y buscar un préstamo de estabilización respaldado por el FMI y el Tesoro estadounidense. Ambos prometen restablecer relaciones diplomáticas de embajador con Washington, tras casi dos décadas de silencio helado.

Se diferencian en la estrategia comercial. Doria Medina mantendría a Bolivia en Mercosur y BRICS, buscando aprovechar mercados grandes. Quiroga quiere renegociar lo que llama el “corsé burocrático” de Mercosur y, en su lugar, perseguir acuerdos bilaterales con Europa y Asia.

Sus plataformas son detalladas y directas. Hablan de austeridad, capital extranjero y reintegración en los sistemas financieros globales. Para los votantes que sienten el apretón económico, es un mensaje que suena a la vez extraño y curiosamente refrescante.

Un Bicentenario Electoral de Alto Riesgo

El momento es delicado. La izquierda está fracturada. Morales, aún inhabilitado para postularse, ha llamado a emitir votos en blanco. Arce, debilitado por la baja aprobación y la crisis económica, renunció a la reelección. El presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, un joven legislador con carisma pero poca estructura, encabeza ahora la candidatura del MAS.

Esa fragmentación podría llevar la elección a una segunda vuelta el 19 de octubre, suponiendo que ningún candidato alcance el 50 por ciento—o el 40 por ciento con 10 puntos de ventaja. Los analistas esperan que, de ser necesario, se forme una coalición de centroderecha, lo que potencialmente pondría fin a la mayoría congresal del MAS por primera vez desde 2005.

Pero el próximo presidente heredará un país al borde.
Las reservas internacionales están casi agotadas. Los sindicatos siguen siendo poderosos y desconfiados. Los subsidios se han vuelto parte del día a día, y eliminarlos podría desatar protestas. Y aunque las reservas de litio de Bolivia podrían financiar una nueva era económica, explotarlas requiere la aceptación de las comunidades locales.

Las comunidades indígenas cercanas al Salar de Uyuni siguen cautelosas. Quieren infraestructura, garantías ambientales y un asiento en la mesa—no solo regalías. Los recuerdos del saqueo del Cerro Rico y de la corrupción en los contratos de gas están frescos. La próxima administración también deberá navegar entre las ofertas de empresas chinas de baterías y compañías tecnológicas estadounidenses, todas ansiosas por asegurar cadenas de suministro de litio.

Una recuperación impulsada por el litio es posible. Pero requerirá un delicado equilibrio: restaurar la confianza de los inversionistas sin traicionar a los movimientos de base.

EFE/ Jorge Abrego

Bicentenario en la Encrucijada: Reforma o Continuidad

No se trata solo de una elección presidencial. Es un referéndum sobre dos décadas de gobierno de izquierda, y una prueba de si el electorado boliviano aún cree en el crecimiento liderado por el Estado y la soberanía, o si está dispuesto a arriesgar una dolorosa corrección de mercado a cambio de dólares y reintegración global.

El 6 de agosto, mientras los cañones retumben sobre la Plaza 25 de Mayo en Sucre, las contradicciones estarán en todas partes. Niños recitando poesía de liberación. Padres susurrando sobre el tipo de cambio del dólar. Banderas ondeando por una república que parece más orgullosa en la memoria que en su presente.

Como dijo un obrero a EFE frente a una gasolinera racionada:
“Luchamos para que este país fuera libre. Ahora solo queremos que funcione.”

Y quizás ese sea el resumen más claro de lo que está en juego. No ideología. No revolución. Funcionamiento. Estabilidad. Dignidad.

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Ya sea que Bolivia gire a la derecha o redoble su apuesta por el MAS, su tercer siglo comienza con una pregunta ineludible: ¿Puede una nación orgullosa, construida sobre la plata y la lucha, convertir el litio en liberación—o repetirá la historia en una forma más eléctrica?

EFE recopiló todas las entrevistas y reportajes anteriores.

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