Es hora de poner fin al ineficaz e inhumano embargo estadounidense a Cuba
Mientras la Asamblea General de las Naciones Unidas emite un voto abrumador contra el embargo estadounidense a Cuba, es hora de examinar esta política de larga data. Este embargo anacrónico sirve como un crudo recordatorio de una era pasada, que no logró promover la democracia y solo exacerba el sufrimiento del pueblo cubano.
Foto: Correo Latinoamericano
The Latin American Post Staff
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Reliquia obsoleta de la Guerra Fría
Durante más de seis décadas, el embargo estadounidense a Cuba ha sido un pilar de una política fallida, una reliquia de la Guerra Fría que ha sobrevivido a su propósito. El voto de la Asamblea General de las Naciones Unidas para condenar el embargo por 31º año consecutivo es más que un ritual; es un llamado global a favor de la humanidad, una insistencia en la racionalidad y un testimonio del consenso internacional de que el embargo es un instrumento contundente de sufrimiento, no una herramienta para la democracia.
Un coro global unánime
La votación récord, con 187 naciones a favor, refleja una voz casi unánime en la comunidad global. El estribillo es claro: Dejen vivir a Cuba. No se trata sólo de política; se trata del derecho fundamental a la seguridad y el desarrollo económicos, del tipo de mundo del que aspiramos a ser parte: uno que defienda la cooperación por encima del aislamiento y los puentes por encima de los muros.
El embargo, presentado como un promotor de los valores democráticos y los derechos humanos, socava estos ideales. Su impacto en el mundo real ha infligido dificultades económicas al pueblo cubano, limitando el acceso a bienes esenciales y sofocando el crecimiento económico. Al intentar aislar al gobierno cubano, Estados Unidos se ha aislado a sí mismo sin darse cuenta, aferrándose obstinadamente a una mentalidad de Guerra Fría en un mundo que hace mucho que avanzó.
El sufrimiento del pueblo cubano
La designación de Cuba como un país que soporta "las medidas coercitivas unilaterales más crueles y duraderas" no es una hipérbole. El embargo es una medida radical que castiga no al gobierno sino al pueblo, los mismos individuos cuyos derechos y libertades Estados Unidos dice apoyar. La continuación de esta política contradice los valores estadounidenses de libertad y libertad. Plantea una pregunta ética: ¿puede un enfoque que conduce a la escasez de alimentos y de suministros médicos ser alguna vez una herramienta justa de política exterior?
De hecho, la economía de Cuba no está prosperando y persiste el argumento de que levantar el embargo difícilmente convertiría a la nación en un éxito de la noche a la mañana. Sin embargo, también está experimentando una transformación significativa, evidente en el surgimiento de más de 8.000 empresas privadas desde la legalización de las pequeñas y medianas empresas. Este espíritu empresarial y de autodeterminación es la semilla a partir de la cual puede crecer una sociedad más abierta, pero es una semilla que requiere la luz del sol del comercio internacional y el agua de las oportunidades económicas para florecer.
Compromiso sobre el aislamiento
Los críticos señalan el historial de derechos humanos de Cuba, y con razón. Sin embargo, la historia ha demostrado que el compromiso, el diálogo y el respeto mutuo conducen al progreso, no a la continuación de un embargo que sirve como muleta para que el gobierno cubano disculpe sus fracasos y como grito de guerra contra la opresión externa. Es una política que alimenta el nacionalismo y la actitud defensiva en lugar de fomentar la apertura y la reforma.
Además, Estados Unidos está casi solo en este esfuerzo. Su postura inquebrantable sobre las sanciones contrasta con el movimiento global hacia el compromiso, la diplomacia y la cooperación internacional. El cálculo estratégico y moral está desequilibrado; el embargo contribuye más a obstaculizar la imagen y la influencia de Estados Unidos que a catalizar el cambio en la gobernanza de Cuba.
Oportunidad perdida de liderazgo
Al mantener el embargo, Estados Unidos también pierde la oportunidad de ser un líder en el apoyo al pueblo cubano durante su transformación económica. Existe una oportunidad para fomentar la buena voluntad, mantener el incipiente sector privado y sentar las bases para una relación futura basada en la asociación y no en el paternalismo.
Lamentablemente, el argumento de que el embargo es un conjunto de herramientas para promover la democracia se ve socavado porque no ha logrado este objetivo después de más de 60 años. Más bien, ha demostrado ser una barrera para el tipo de compromiso constructivo que puede facilitar el cambio. Al persistir con el embargo, Estados Unidos no sólo ignora la opinión internacional sino que también socava sus propios objetivos declarados de apoyar los derechos humanos y la autodeterminación.
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Adoptar un nuevo enfoque
En un mundo que valora cada vez más la interconexión y las soluciones compartidas a los desafíos globales, el embargo es un anacronismo. Es hora de poner fin a esta política obsoleta, no por ingenuidad acerca de las dificultades de promover la democracia y los derechos humanos, sino por un reconocimiento pragmático de que el embargo no es la solución (y nunca lo fue). Es hora de ofrecer a Cuba la dignidad de relacionarse con el mundo en pie de igualdad, permitirle al pueblo cubano el derecho a determinar su propio futuro y reemplazar el embargo fallido con una política que verdaderamente refleje lo mejor de los valores estadounidenses.