¿Es posible mejorar la imagen de un país con novelas y películas?
Así se usa la gran pantalla para cambiar la imágen de una nación
En el orden internacional, la construcción de una identidad a través de la esfera mediática toma un papel primordial como herramienta de Soft Power, para lograr fortalecer las relaciones bilaterales y mutilarles entre todos los actores que juegan en esta esfera, no solo las de los Estados. Del mismo modo, la manera en que un país se percibe a sí mismo juega un papel importante, pues influye en la opinión pública tanto de su propia población como de la de otros Estados. En especial si la imagen que predomina fue construida por el gobierno de otro país a manera de desprestigio, como ocurre en el caso de México.
Entre sátiras del presidente, simplificación del pueblo mexicano a "Narcos", migrantes, flojos, violentos y pobres, los ciudadanos mexicanos son presentados al mundo a través de los productos audiovisuales producidos por Hollywood. En los cuales se deja de lado la belleza cultural, las características favorables del pueblo, y por supuesto la gran heterogeneidad de la sociedad.
El lado de Estados Unidos
Durante los últimos seis años, la campaña de desprestigio ha aumentado a niveles descomunales a partir de declaraciones y acciones del jefe de Estado mexicano, Peña Nieto, de la mano de las declaraciones y políticas migratorias del presidente del país vecino, Donald Trump. Esta situación a primera vista pudiera parecer meramente mediática, sin embargo, con el paso de los años este estereotipo de ha convertido en un problema para el posicionamiento de México en la esfera internacional. De acuerdo con Simon Anholt, consultor internacional del Branding marca país y creador de la identidad competitiva, "Estados Unidos tiene la costumbre de marcar la imagen de otros países".
Esto ocurre debido a que los países más desarrollados imprimen percepciones negativas de sus países vecinos para obtener superioridad geoestratégica, es decir que utilizan el Soft Power como herramienta política que les brinde ventaja sobre la zona. En el caso, de EE UU y México es clara esta dinámica.
Es importante remarcar que EE UU cuenta con una de las casas cinematográficas más rentables del mundo y con una antigüedad de casi 100 años: Hollywood. Según datos de la Asociación Cinematográfica estadounidense, Motion Picture Association of America (MPAA) rompió récord en 2014 con US$31.800 millones de ingresos mundiales por taquilla, aumentando un 8% más que en 2009, su mejor año previo. De este porcentaje, el 70% es resultado del consumo de los mercados extranjeros. Ahora bien, el cine estadounidense con cada venta reafirma su posición como líder mundial, pues tanto las películas, como los actores, las historias, como la mercancía alrededor de sus creaciones son usados por el gobierno norteamericano como Soft Power, o en palabras más crudas control de las sociedades fuera de sus fronteras.
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El lado mexicano
México, por su parte, exporta una gran cantidad de productos audiovisuales principalmente telenovelas y películas. A pesar de lo que se cree, estas exportaciones no están dedicadas solo a los 50 millones de hispanos en EE UU, sino a más de 100 países, desde Europa, hasta Asia pasando por países latinoamericanos. Países con los que comparte tratados comerciales que permiten al público lejano inundarse de cultura mexicana, más precisamente la idealización del "sueño mexicano".
Con estos datos, parecería que la construcción de la opinión publica de México está a la merced de su vecino. Empero, desde el polémico estreno del film Amores perros del director Alejandro González Iñárritu en el 2000 y posteriormente Y tú mamá también de Alfonso Cuarón en 2001, México comenzó a revivir su época de oro fílmica, una era de orgullo nacional que no solo conllevaba la parte económica y artística, sino que involucraba a la sociedad entera. Gracias a ello, la opinión pública internacional trascendía sobre la imagen de un país postrevolucionario. Estas películas ayudaron a generar una nueva apreciación nacional e internacional por el cine mexicano y catapultaron las carreras de varios artistas, abriendo camino para que, a partir del 2013, la presencia de cineastas mexicanos en el Festival de Cannes fuera la norma. Para el delegado general del Festival de Cannes, Thierry Frémaux, la cinematografía mexicana no sólo es muestra del talento nacional, sino un ejemplo a nivel mundial. Considera que el cuidado y empeño de cada uno de los filmes es resultado de la atención tanto de los realizadores como de la nación que los soporta, característica que deberían tener mayor cantidad de países.
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Por su parte, las novelas son consideradas en muchos países como productos audiovisuales cotizados al llevar 45 años ocupando los principales horarios de la televisión mexicana. La telenovela es un fenómeno de entretenimiento basado en el melodrama, que ha logrado traspasar fronteras y contar historias que pasan de lo imaginario a lo real volviéndose atemporales. Sin embargo, a lo largo de su existencia, ha sido encasillada a un producto de entretenimiento sin fundamento que no pasa de la historia arquetípica de la cenicienta.
Asimismo, el cine como la novela se observan como textos culturales capaces de ser una huella identitaria, pues se convierten en el espejo en el que la social se quiere ver reflejada. De igual forma, le dan voz al pueblo y muestran una perspectiva diferente a la oficial del gobierno. El cine mexicano y las novelas son instrumentos con gran poder para mejorar las percepciones internacionales sobre el país y, a su vez, para influir en la situación política-social en la que se encuentra sumido.
Bajo este panorama, un producto audiovisual bien hecho puede ser un poderoso medio para expresar la identidad nacional. Pues, históricamente el cine ha sido utilizado tanto de propaganda política como voz del pueblo. Por ello, en la actualidad no se puede negar el enorme puente que existe entre las relaciones internacionales, la política exterior y las películas. Así pues, el cine mexicano actual posee un gran potencial para construir puentes emocionales e intelectuales a través de fronteras y culturas. Por eso, el talento fílmico se ha convertido en una poderosa herramienta de poder blando tanto para la diplomacia pública como para las relaciones bilaterales y multilaterales.
LatinAmerican Post | Ana Gabriela Martínez del Ángel
* La opinión del redactor no representa la del medio
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