Hay que exorcizar el fantasma del castrochavismo
El castrochavismo no es más que un invento de lo peor de la clase política colombiana, cuyo objetivo es generar en la ciudadanía un miedo que no tiene ningún fundamento
El miedo es la mejor forma de ejercer control y dominio en una sociedad. Cuando los argumentos no existen, los poderosos lo utilizan para mantener o retomar el poder ilegítimamente. Eso es lo que pasa en Colombia con el castrochavismo, algo que básicamente es un falso miedo a que Colombia se convierta en una segunda Venezuela.
Esta es la estrategia que en los últimos años, especialmente desde que empezaron los diálogos de paz con la entonces guerrilla de las FARC, ha utilizado el ex presidente y actual senador, Álvaro Uribe Vélez, para crear en la opinión pública una falsa idea de que en un futuro inmediato, Colombia va a caer en un gobierno con un modelo político y económico influenciado por las doctrinas de Fidel Castro y Hugo Chávez.
Fue principalmente con esta estrategia basada en la mentira que Uribe y sus secuaces lograron que una mínima mayoría votara en contra del acuerdo de paz con las FARC en el año 2016, pues logró posicionar en muchas personas la idea de que, si aprobaba ese acuerdo y posteriormente este era implementado, Colombia automáticamente se convertiría en otra Venezuela.
Nada más alejado de la realidad, considerando que en todo el proceso de negociación nunca se pensó si quiera en cambiar el modelo político y económico del país, pero sí se acordaron una serie de reformas que permitirían atacar las causas de la violencia en Colombia, haciendo reivindicaciones sociales a quienes sufrieron los efectos de la guerra y permitiendo la reincorporación de los ex combatientes a la vida civil.
No obstante, a personas como Uribe no les interesa que el conflicto termine y menos mediante una negociación; por eso su desespero en generar miedos sin fundamento, no sólo para sabotear el acuerdo de paz, sino para obtener réditos electorales, sobre todo en un momento como este, previo a las elecciones presidenciales de 2018. Uribe, que fue presidente gracias al miedo y el rechazo a las FARC, sigue con la vieja estrategia que le permitió llegar al poder y crear alrededor de su nombre y su figura, una especie de mesianismo que hace a sus seguidores creer que todo lo que él diga es una ley incuestionable.
¿En realidad Colombia puede ‘convertirse’ en otra Venezuela?
Es claro que, con la implementación del acuerdo de paz, Colombia no iba a convertirse en otra Venezuela, sobre todo porque aunque con el miedo y la desinformación lo quieran ocultar, Colombia tiene varias similitudes con Venezuela, tanto ahora como antes, cuando el conflicto armado, la inestabilidad económica, la crisis social y otros factores más, obligaron a que miles de colombianos emigraran a otros países, entre estos, Venezuela.
Tanto en Colombia, como en Venezuela, hay una economía basada en la extracción y explotación de hidrocarburos (principalmente petróleo), vulnerable a la crisis y generadora inestabilidad. Tanto en Colombia como en Venezuela, muchas prácticas de gobierno se basan en el asistencialismo y en la renta que dejan los hidrocarburos. En ambos países la corrupción tiene permeado el aparato estatal, la pobreza tiene niveles alarmantes y hay problemáticas sociales que se agudizan día a día.
Entonces, ¿qué coherencia tiene que quienes han sido responsables de estas y otras situaciones en Colombia, hoy pretendan mantener el poder utilizando una estrategia tan baja y basada en el miedo, como el castrochavismo?
No sólo es Uribe, el ex presidente y actual candidato presidencial, Germán Vargas Lleras, también ha optado por utilizar el castrochavismo como estrategia para conseguir votos. Él, que durante toda su vida pública ha estado rodeado de corruptos, mafias económicas y políticas, y representa junto a Uribe lo peor y más bajo de la clase política colombiana, pretende ahora posar de “alternativo e independiente”, buscando obtener réditos electorales, tal como hizo Uribe, reviviendo los fantasmas de Fidel Castro y Hugo Chávez para reencarnarlos en quienes tienen opciones reales de poder y pueden frustrar su ambición de ser Presidente de Colombia.
Los colombianos no pueden permitir que ante los problemas del país y las reformas que urgen para solucionarlos, el miedo y la mentira sean los ejes de la próxima campaña presidencial, tampoco que el debate gire en torno al castrochavismo, si es que de verdad se quiere superar el desafío que impone la transición al postconflicto, con la tarea de construir un país en paz y con justicia social.
Latin American Post | Samuel Augusto Gallego Suárez