La apuesta del perdón en Honduras expone el doble rasero de Trump en la guerra contra las drogas en el extranjero
La promesa de Donald Trump de indultar al ex presidente hondureño Juan Orlando Hernández, un aliado narco condenado, choca de frente con su despliegue militar en el Caribe contra Nicolás Maduro de Venezuela, planteando incómodas preguntas sobre justicia, geopolítica y los cambiantes amigos y enemigos de Washington en América Latina.
Una promesa de perdón que reescribe el guion de la guerra contra las drogas
El presidente Trump ha prometido un indulto “completo” para el ex presidente hondureño Juan Orlando Hernández, quien cumple una condena de 45 años en una prisión de EE.UU. por ayudar a traficantes a mover cientos de toneladas de cocaína hacia Estados Unidos. Según The Sun, la promesa se hizo en una publicación de Truth Social en la que Trump afirmó que Hernández “ha sido, según muchas personas a las que respeto mucho, tratado de manera muy dura e injusta.”
La promesa es extraordinaria en sí misma. Un jurado de Manhattan condenó a Hernández en marzo de 2024 tras un juicio de dos semanas en el que los fiscales estadounidenses detallaron cómo supuestamente aceptó millones de dólares en sobornos a cambio de proteger a traficantes. Contrabandistas confesos testificaron que protegió a grandes capos, incluido Joaquín “El Chapo” Guzmán, cofundador del cartel de Sinaloa, una de las mismas organizaciones que ahora funcionarios estadounidenses acusan a Nicolás Maduro de ayudar. Guzmán ya cumple cadena perpetua en Estados Unidos; Hernández recibió 45 años y una multa de 8 millones de dólares.
En su sentencia en junio de 2024, Hernández insistió en que “fue acusado errónea e injustamente”, señala The Sun, repitiendo sus negativas de siempre. Pero el juez P. Kevin Castel lo calificó como un “político de doble cara hambriento de poder”, pintando un retrato contundente de un líder que públicamente se presentaba como socio de EE.UU. mientras supuestamente hacía tratos con traficantes a puerta cerrada.
Para Washington, ofrecer un indulto a Hernández mientras condena a Maduro pone en evidencia un doble rasero que puede despertar sentimientos de injusticia y escepticismo sobre la coherencia de la política exterior estadounidense, lo cual es crucial para mantener la percepción de equidad y confianza.
Reglas diferentes para aliados y enemigos
La promesa de clemencia de Trump resalta un incómodo doble estándar. Por un lado, el presidente respalda los esfuerzos para derrocar a Maduro, un líder de izquierda con una larga enemistad hacia Washington, presentándolo como un nodo central en una red de “narcoterroristas”. Por otro lado, Trump abraza públicamente al derechista Partido Nacional de Honduras, que Hernández lideró por más de una década, y respalda a su actual aspirante presidencial, Tito Asfura.
En su publicación en Truth Social, Trump describió al candidato del Partido Nacional como alguien en quien Estados Unidos “tiene tanta confianza”, prometiendo que el país “será muy solidario” si gana. “Si no gana”, advirtió Trump, “Estados Unidos no seguirá tirando buen dinero tras el malo, porque un líder equivocado solo puede traer resultados catastróficos a un país, sin importar cuál sea.”
The Sun informa que Trump no mencionó a las personas que lo impulsaron a considerar la clemencia. Pero el medio hondureño El Heraldo ha reportado previamente que el viejo aliado de Trump, Roger Stone, promovió la idea para aumentar las posibilidades de Asfura. Stone, citado por The Sun, instó en X: “El presidente Trump debería aprovechar esta oportunidad para golpear a la corrupta y izquierdista presidenta hondureña Xiomara Castro, quien se niega a recibir de vuelta a inmigrantes criminales. #FreeJOH.”
El mensaje es claro: en el cálculo actual de Washington, la ideología y la alineación pesan al menos tanto como los juicios legales. Un líder de izquierda acusado de vínculos con el narcotráfico es tratado como un paria internacional y posible objetivo de cambio de régimen. Un ex presidente de derecha condenado en un tribunal estadounidense por facilitar el tráfico puede, en el momento político adecuado, ser presentado como víctima de una justicia excesiva.

Honduras vota bajo la sombra de la influencia
Todo esto ocurre mientras Honduras se encamina a unas tensas elecciones presidenciales, que The Sun describe como una reñida carrera de tres bandas entre Asfura, el candidato del gobernante partido de izquierda Libre y un rival centrista. La intervención de Trump no es sutil. Al vincular el apoyo financiero estadounidense a un resultado específico y prometer liberar al ex líder del Partido Nacional, se ha insertado directamente en la política interna del país.
El ambiente, según reporta The Sun, ya está cargado de acusaciones de fraude e injerencia externa. En ese contexto, la imagen de un presidente estadounidense amenazando con retener fondos si los votantes eligen al “líder equivocado” alimenta temores conocidos sobre manipulación extranjera—especialmente en un país con una dolorosa historia de golpes, corrupción e intervención de EE.UU.
Al mismo tiempo, Trump intenta presentar su postura como un golpe contra Castro, a quien Stone calificó de “corrupta y de izquierda” y que se resiste a las políticas de deportación. El indulto se convierte no solo en un acto de misericordia para Hernández, sino en un arma política dirigida a debilitar al gobierno actual y fortalecer a la oposición.
Para los hondureños, eso crea un extraño triángulo: un ex presidente encarcelado por ayudar a carteles de la droga, un desafiante derechista polarizante respaldado desde Washington y una presidenta de izquierda presentada como blanda con los criminales y hostil a los intereses estadounidenses. Sea cual sea el resultado en las urnas, la percepción de que la justicia y la política exterior pueden intercambiarse por ventaja electoral será difícil de disipar.
Credibilidad, consecuencias y la guerra contra las drogas más allá
Las posibles repercusiones van mucho más allá de Tegucigalpa. La estrategia de Trump contra Maduro se basa en parte en la afirmación de que el gobierno venezolano está profundamente vinculado con los carteles. En agosto, al anunciar una recompensa de 50 millones de dólares por la captura de Maduro, la fiscal general de EE.UU. Pam Bondi declaró que él utiliza organizaciones terroristas extranjeras como “TDA, Sinaloa y el Cartel de los Soles para llevar drogas mortales y violencia a nuestro país”.
Supongamos que Washington indulta simultáneamente a un ex presidente condenado por conductas similares. En ese caso, argumentan los críticos, el caso contra Maduro empieza a parecer menos una postura de principios contra la narco-corrupción y más una herramienta aplicada selectivamente contra adversarios ideológicos.
El posible daño a la credibilidad de EE.UU. por indultar a Hernández podría hacer que la audiencia desconfíe de la fiabilidad de los compromisos estadounidenses, subrayando la importancia de mantener la confianza en las relaciones internacionales.
El riesgo no es solo moral, sino también práctico. Las investigaciones antidrogas de EE.UU. suelen depender de la cooperación de gobiernos extranjeros y de la creencia de que Washington cumplirá con sus propios procesos judiciales. Si una condena de alto perfil puede ser revertida por capricho político, en el futuro los socios pueden dudar en compartir inteligencia o entregar sospechosos, temiendo que todo el proceso dependa del siguiente cálculo electoral.
Los defensores de Trump podrían argumentar que Hernández fue blanco de una persecución injusta o que un indulto podría desbloquear nueva cooperación de Honduras en el control de la migración y el crimen. Pero esa lógica socava la línea dura que se utiliza para justificar el despliegue militar en el Caribe contra Maduro. Si los líderes vinculados al narcotráfico pueden ser perdonados cuando conviene a los intereses estadounidenses, entonces la guerra contra los “narcoterroristas” empieza a parecer más una guerra contra regímenes incómodos.
Por ahora, el indulto prometido sigue siendo solo eso: una promesa, expuesta en una publicación en redes sociales y amplificada en los medios hondureños e internacionales. Si Trump cumple o no, moldeará no solo el panorama político de Honduras, sino también cómo el resto de América Latina interpreta las intenciones de Washington. Como sugiere el reportaje de The Sun, la decisión podría convertir a Hernández de una advertencia en un símbolo de una nueva era, más abiertamente transaccional, en la política antidrogas y exterior de EE.UU.—donde la justicia es negociable y la lealtad no tiene precio.
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