La creciente influencia de América Latina en un cónclave papal histórico

América Latina se sitúa a la vanguardia del cónclave más diverso en la historia de la Iglesia. Comienza mañana, 7 de mayo. Los cardenales provienen de 70 países, y el grupo italiano es el más pequeño. El efecto de la región podría moldear decisivamente el rumbo del papado.
Una reunión histórica
Los preparativos han transformado el Palacio Apostólico y los terrenos circundantes en un área protegida sobre las calles de la Ciudad del Vaticano. Este cónclave se reunirá en la conocida Capilla Sixtina. Es el grupo más numeroso de cardenales electores, provenientes de diversas culturas. Es la asamblea más grande en la historia de la Iglesia. En esencia, el objetivo es elegir a un único sucesor del fallecido papa Francisco, quien murió el 21 de abril. Sin embargo, las diferentes perspectivas regionales influirán en los debates, las alianzas y el consenso final.
Según las normas actualizadas por Benedicto XVI, el nuevo pontífice deberá obtener al menos dos tercios de los votos válidos emitidos. Este umbral reemplaza la antigua norma de mayoría simple, en un cambio intencionado que busca garantizar un mandato amplio y cohesionado. Aun así, con 133 electores esperados —dos se retiraron por razones de salud—, se anticipa que el camino hacia el acuerdo requerirá negociaciones significativas, y los expertos predicen que este proceso podría durar más que cónclaves anteriores.
La diversidad caracteriza esta reunión. El actual Colegio Cardenalicio ha crecido tanto en número como en diversidad geográfica. Incluye representantes de 70 países en cinco continentes. Aunque Europa cuenta con 61 cardenales electores, su dominio se ha reducido en comparación con años anteriores. Regiones como América Latina, Asia y África han incrementado su participación, reflejando el alcance global de la Iglesia y la estrategia de Francisco de nombrar prelados desde las periferias.
Durante siglos, los italianos dominaron ampliamente la política papal, pero su ventaja numérica es menos notoria hoy. Han pasado de 28 a solo 17 cardenales electores; siguen siendo el grupo nacional más grande, pero ya no tienen el control casi total del pasado. Este cambio demográfico permite que obispos de países como Brasil, Argentina y México tengan mayor influencia directa. De muchas formas, este giro refleja una Iglesia “deseuropeizada”: la población católica ha crecido de forma constante en África, Asia y América Latina, obligando a la jerarquía a reconocer necesidades, desafíos y sensibilidades a menudo ajenas a los círculos centrados en Roma.
Aspiraciones latinoamericanas
América Latina —continente natal del papa Francisco— se encuentra ahora en una posición especialmente significativa. La región muestra una fe religiosa activa, compromiso comunitario y una firme adhesión a los principios católicos. Llega al cónclave con renovadas esperanzas. Muchos cardenales de esta área fueron nombrados por Francisco, lo cual refleja su enfoque en poblaciones olvidadas y una renovada vocación misionera.
Destaca el cardenal brasileño Jaime Spengler. De ascendencia alemana, también es presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). En la Curia goza de buena reputación. Representa una mezcla de culturas. Se encuentra en el cruce entre la tradición europea y las necesidades latinoamericanas. Su disposición para abordar problemas globales urgentes —como la desigualdad, la migración y el medio ambiente— está en línea con la visión general del difunto papa para la Iglesia.
Argentina, cuna de Francisco, sigue siendo un punto de atención. Aunque alguna vez tuvo el mayor contingente de cardenales latinoamericanos, en los últimos años Brasil lo ha superado en número de electores: siete brasileños frente a cuatro argentinos. Otros países latinoamericanos, como México, Colombia, Ecuador, Chile y Perú, tienen uno o dos representantes cada uno. No es un grupo numeroso, pero tiene unidad, preocupaciones rurales comunes y gran experiencia en temas de justicia social. Puede tener un impacto notable, sobre todo en las fases finales de la votación.
Los cardenales latinoamericanos aún adoptan un enfoque cuidadoso. El cónclave de 2013 que eligió al primer papa del sur global permanece en la memoria. En la región, muchos recuerdan aquel giro inesperado: Jorge Bergoglio surgió como un candidato de consenso. Logró conectar a reformistas progresistas y moderados diplomáticos, en contraste con sectores más conservadores. Doce años después, las posturas en la región han evolucionado. Se ven influidas por nuevas condiciones: problemas económicos, divisiones internas y debates teológicos constantes. Mientras algunos prelados buscan extender el legado reformista de Francisco, otros se inclinan por enfoques más tradicionales, reflejando la complejidad de creencias en la región.
Bloques de poder diversos
Este cónclave reúne varias alianzas globales con ideas particulares fuera de América Latina. Algunos cardenales tienen fama de hábiles diplomáticos, tras representar al Vaticano en zonas inestables. Otros tienen experiencia en el servicio comunitario o en estudios religiosos académicos. Estas trayectorias diversas conducen a visiones diferentes para el futuro de la Iglesia.
Facción diplomática: Cardenales como el Secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, tienen una larga trayectoria en la Curia y destacadas habilidades diplomáticas, lo que los vuelve clave para consolidar votos. Sus redes globales y conocimiento profundo de la institución les permiten forjar alianzas. No obstante, enfrentan el reto de operar en un entorno donde la centralización está cada vez más en debate.
Delegación de EE. UU.: Catorce cardenales estadounidenses podrían tener influencia, aunque carecen de una postura unificada. Entre las voces destacadas está el arzobispo Timothy Dolan de Nueva York, cuya arquidiócesis es una de las más importantes del mundo. Pero las divisiones ideológicas dentro de la Iglesia en EE. UU. —desde sectores progresistas hasta alas muy conservadoras— podrían debilitar cualquier intento de bloque cohesionado.
Moderados y promotores de la sinodalidad: Algunos cardenales siguen comprometidos con el proceso sinodal iniciado por Francisco, centrado en el diálogo y el discernimiento. Mario Grech, del Sínodo, y Jean-Claude Hollerich, de Luxemburgo, ejemplifican esta postura. Ambos apoyan una Iglesia más inclusiva. También se destaca Cristóbal López Romero, de Rabat, quien creció en España y tiene lazos con misiones en América Latina. Esa combinación podría atraer apoyo amplio. Una minoría vocal critica la supuesta laxitud doctrinal y aboga por interpretaciones más tradicionales. Cardenales conservadores como Robert Sarah (África), Raymond Burke (EE. UU.) y Gerhard Ludwig Müller (Alemania) podrían actuar como “reyes hacedores”, impulsando figuras como Wilhelm Eijk (Utrecht) o Peter Erdő (Esztergom-Budapest), para dirigir el papado hacia posturas más rígidas.
Aliados cercanos de Francisco: Algunos cardenales continúan la agenda del papa fallecido, apoyando posturas como mayor aceptación de los marginados, defensa ambiental y colegialidad. Entre ellos se encuentran Luis Antonio Tagle, apodado el “Francisco filipino”, y Matteo Zuppi, líder de los obispos italianos y figura en esfuerzos recientes de paz. Aunque no sean latinoamericanos, encarnan el estilo pastoral de Francisco y podrían perpetuar sus reformas.
En el fondo se encuentra el históricamente dominante contingente italiano, ahora más pequeño y fragmentado. Se comenta un sutil impulso para devolver el papado a un italiano, tras casi medio siglo de papas extranjeros. Figuras como Parolin, el patriarca Pierbattista Pizzaballa de Jerusalén y Matteo Zuppi podrían contar con respaldo local, pero no hay un frente unificado entre los 17 electores italianos.
Secreto y protocolo
Desde el 7 de mayo, el cónclave se desarrollará a puertas cerradas, bajo estrictos protocolos que reflejan tradiciones centenarias. Todo el territorio de 0,4 kilómetros cuadrados del Vaticano impondrá silencio total en telecomunicaciones, bloqueando señales de celular y radio para evitar filtraciones. Los 133 cardenales electores deberán entregar sus dispositivos antes de entrar a la Capilla Sixtina, formando una comunidad aislada, en oración y deliberación, repitiendo votaciones hasta llegar a una decisión definitiva.
El gobierno vaticano aplica estas medidas para garantizar la confidencialidad. Equipos de seguridad vigilan los accesos, verifican identidades. Los cardenales no pueden salir ni comunicarse con el exterior hasta que haya un nuevo pontífice. Cada día se reunirán en la capilla y, por las noches, descansarán en habitaciones sencillas del Vaticano. Aunque surjan muchas especulaciones —tanto en medios globales como en círculos eclesiásticos—, ninguno de los participantes podrá divulgar información sobre votos o debates.
Si la votación se alarga más de lo previsto, los observadores externos solo contarán con las legendarias señales de humo para interpretar el avance. El humo blanco indica una elección exitosa; el negro, que no hubo consenso. Expertos anticipan que, dada la diversidad y número de electores, este cónclave podría durar más que el proceso relativamente ágil de 2013. Sin embargo, una búsqueda más deliberada podría producir un pontífice capaz de unir bloques diversos de América Latina y otras regiones bajo una renovada misión.
La decisión sobre el próximo papa trasciende intereses nacionales y personales. La identidad misma de la Iglesia depende de un equilibrio entre prácticas centenarias y una comprensión del presente. En esta compleja interacción, la opinión de América Latina —apoyada por grandes comunidades católicas y la herencia internacional de Francisco— está lista para tener un impacto decisivo. Sea cual sea la procedencia del próximo papa, las prioridades latinoamericanas —justicia social, cercanía pastoral y evangelización entre los marginados— seguirán influyendo en las agendas y decisiones de Roma.
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Mientras los cardenales se reúnen bajo los frescos de Miguel Ángel, muchos cargan con las esperanzas de millones en casa. Los acentos y experiencias culturales se mezclan. La asamblea refleja un catolicismo en crecimiento. Una religión antigua que cambia. En esa vasta colección, la narrativa latinoamericana resalta. Sus rasgos y desafíos, junto a su compromiso, podrían moldear el futuro mismo del centro de la Iglesia.