ANÁLISIS

La guerra contra las drogas “mexicanizada” de Francia ignora su propia crisis de consumo

El ministro del Interior de Francia advierte sobre un narcoestado “mexicanizado” debido al aumento de la violencia de pandillas, pero pasa por alto un factor crucial: la demanda interna de drogas. Ignorar el papel de la cultura del consumo aumenta el riesgo de agravar la crisis y socava el avance real en la política de drogas.

El verdadero problema: el punto ciego de Francia sobre la demanda

Las recientes declaraciones del ministro del Interior, Bruno Retailleau, sobre una Francia “mexicanizada” en respuesta a la creciente violencia relacionada con las drogas muestran una narrativa incompleta. Al presentar esta crisis únicamente como una invasión de “escoria narco”, como Retailleau calificó a los traficantes, se ignora un factor clave: el elevado consumo de drogas dentro de Francia. Aunque es conveniente enfocarse en la amenaza externa de las pandillas de drogas, esta perspectiva pasa por alto cómo la demanda en el propio país alimenta todo el sistema. Este enfoque recuerda a otros países que, en una “guerra contra las drogas” mal dirigida, se enfocan en el suministro y las redes criminales sin abordar la demanda interna, lo cual solo profundiza el problema.

El lenguaje de Retailleau enfatiza una postura defensiva, pero carece de una introspección crucial sobre por qué estas pandillas prosperan en el país. The Times informa sobre la violencia en ciudades previamente tranquilas como Poitiers, Rennes y Clermont-Ferrand, lo que indica una amenaza en expansión. Pero esto no se debe solo a una influencia criminal importada; se sostiene en un mercado próspero e insaciable de narcóticos en la propia Francia. Abordar únicamente la presencia de pandillas sin un plan para reducir la demanda ignora el núcleo del problema y deja la puerta abierta para que estas redes sigan proliferando.

Los traficantes solos no explican todo

El enfoque de Retailleau sobre la lucha de Francia como una “mexicanización” inminente elude una realidad evidente: el narcotráfico no puede mantenerse sin una alta demanda interna. Al comparar la violencia en Francia con la de países latinoamericanos como México, Retailleau sugiere que el problema de las drogas es algo ajeno o externo. Sin embargo, Francia, uno de los mayores consumidores europeos de cocaína, anfetaminas y cannabis, claramente tiene su propia responsabilidad en esta crisis.

En otros lugares, países latinoamericanos han pagado un alto precio por la demanda de drogas desde regiones más ricas. En lugar de aprender de estos ejemplos, el nuevo gobierno de Francia parece tratar la violencia relacionada con las drogas como si existiera de manera aislada, sin conexión con los hábitos de consumo de su propia población. Sin una respuesta más integral que incluya campañas educativas, programas de rehabilitación y un enfoque en la reducción de la demanda, Francia corre el riesgo de repetir los mismos errores que alimentaron los llamados “narco-estados” que teme convertirse.

Un círculo vicioso: ignorar las raíces sociales de la adicción

La violencia de las pandillas y el crimen no son problemas aislados; están conectados a problemas socioeconómicos más profundos que contribuyen a la adicción y el consumo de sustancias. Adolescentes, a veces de solo 14 y 15 años, se convierten en víctimas y participantes de redes violentas de drogas, sirviendo como soldados y distribuidores. En el análisis de Retailleau sobre estos jóvenes, a quienes describe como “escoria narco,” pasa por alto los problemas sociales subyacentes. Muchos jóvenes en Francia crecen en comunidades empobrecidas donde las drogas parecen un camino rápido hacia el éxito financiero, especialmente cuando hay pocas otras oportunidades disponibles.

Además, no existen programas sociales equivalentes que liberen a los jóvenes de las condiciones que los llevan al crimen, a pesar de que el Estado afirma ser un contrapeso contra el crimen organizado. Esta visión limitada del narcotráfico como un problema de “oferta” —centrada solo en la represión contra los traficantes— no aborda los factores sociales y económicos que crean la demanda de este tipo de abuso. Este enfoque refuerza inadvertidamente ciclos de consumo de drogas y violencia, al ignorar cuestiones como la pobreza, la desintegración familiar y la falta de oportunidades laborales para trabajadores no calificados. A menos que se aborden estas causas fundamentales, las soluciones propuestas por Retailleau probablemente empeoren la crisis de las drogas en lugar de resolverla.

Aprender de modelos fallidos y encontrar un nuevo enfoque

La respuesta de Francia a su crisis de drogas recuerda la retórica y los métodos de la fallida “guerra contra las drogas” de Estados Unidos, con su énfasis en reprimir a los traficantes y en la aplicación de la ley de alto perfil. Pero la historia muestra que esta estrategia, si se implementa por sí sola, no funciona. Muchos países, incluidos México y Colombia, han demostrado que intentar frenar el flujo de drogas sin atender la demanda interna puede resultar contraproducente, generando violencia arraigada y poca mejora en la salud pública.

Francia debe replantear su estrategia para incluir la reducción de la demanda, iniciativas de salud pública y reformas sociales para avanzar. Aumentar simplemente la represión sin abordar los factores que impulsan el consumo de drogas solo generará más tensión, desconfianza y violencia. Si el gobierno de Retailleau realmente quiere prevenir la “mexicanización,” debe abordar la adicción como una crisis de salud pública, tratando las causas subyacentes en lugar de enfocarse solo en los síntomas.

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Al no reconocer los problemas de consumo de drogas de Francia, la política de Retailleau corre el riesgo de volverse ineficaz y contraproducente. Un enfoque equilibrado e introspectivo serviría mejor a las ciudades y barrios franceses, honrando las lecciones de países que han sufrido en la intersección de demanda y violencia.

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