La justicia selectiva de El Salvador expone profundas fallas legales
La reciente liberación del padre de un futbolista salvadoreño, detenido por dudosa afiliación a una pandilla y liberado después de una declaración pública, ilustra claramente la erosión de la independencia judicial y los procesos legales justos en El Salvador bajo el presidente Nayib Bukele.
En una medida que ha suscitado tanto alivio como controversia, el padre del futbolista salvadoreño Marcelo “El Chiky” Díaz fue liberado de prisión poco después de que su hijo hiciera una sincera súplica en las redes sociales. Este incidente no es simplemente una historia de alivio familiar sino un emblema inquietante de la naturaleza errática de la justicia en El Salvador bajo la administración del presidente Nayib Bukele. Si bien la liberación es sin duda un momento de alegría para la familia de Díaz, resalta claramente la narrativa más amplia y angustiosa de abusos legales y de derechos humanos que se están desarrollando actualmente en El Salvador.
El caso del padre de Díaz es profundamente ilustrativo de las detenciones arbitrarias que se han generalizado bajo el pretexto de la represión de Bukele contra la violencia de las pandillas. Iniciado en marzo de 2022 tras un aumento de la violencia relacionada con las pandillas, el “estado de emergencia” de Bukele ha supuesto la suspensión de numerosos derechos constitucionales y el encarcelamiento de casi 80.000 personas aparentemente vinculadas a las pandillas. Esta cifra representa más del 1% de la población del país, una estadística asombrosa.
La represión, si bien es famosa por su fachada de mano dura contra el crimen, ha dado lugar a numerosos casos de violaciones de derechos humanos. Informes procedentes del interior del país sugieren que muchos de los detenidos tienen poca o ninguna evidencia que los vincule con actividades criminales, y las condiciones dentro de las cárceles han sido descritas como similares a cámaras de tortura. Los arrestos apresurados y a menudo sin fundamento no sólo han superpoblado las prisiones sino que también han destrozado a innumerables familias, dejándolas con pocos recursos o visibilidad sobre el bienestar de sus seres queridos.
Violación de principios legales
La rápida liberación del padre de Díaz, tras un llamamiento público a un líder cada vez más autoritario, plantea serias dudas sobre el estado de la justicia en El Salvador. Subraya una tendencia inquietante en la que los resultados legales aparentemente pueden verse influidos por el sentimiento público o el capricho personal más que por el Estado de derecho. Esto socava los cimientos mismos de la equidad legal, lo que sugiere que aquellos que no tienen una plataforma pública o una línea eléctrica directa sufren injustamente mientras están detenidos.
Esta práctica viola flagrantemente el principio de igualdad ante la ley, piedra angular de las sociedades democráticas. Además, vulnera el derecho a un juicio justo, derecho que está suspendido bajo el actual estado de emergencia. La aplicación selectiva de la justicia, como se ve en el caso del padre de Díaz, pone de relieve un patrón más amplio de manipulación legal donde la transparencia y la rendición de cuentas están alarmantemente ausentes.
Este incidente en El Salvador refleja desafíos más amplios en América Latina, donde muchas naciones luchan por equilibrar la prevención del delito y los derechos humanos. Los líderes a menudo enfrentan presiones para reducir las tasas de criminalidad, lo que a veces resulta en políticas duras que pueden pasar por alto los derechos fundamentales. Sin embargo, la situación en El Salvador es particularmente grave, lo que demuestra con qué rapidez se pueden erosionar los derechos bajo el pretexto de la seguridad nacional.
Respuesta internacional y rendición de cuentas
Si bien el presidente Bukele goza de una popularidad sustancial por su postura dura contra el crimen, los observadores internacionales y las organizaciones de derechos humanos han expresado una preocupación cada vez mayor. La comunidad internacional tiene un papel crucial en la promoción del restablecimiento del debido proceso y el estado de derecho en El Salvador. Los gobiernos extranjeros, los tribunales internacionales y las entidades globales de derechos humanos deben continuar monitoreando de cerca la situación, ofreciendo tanto condena como diálogo para hacer que la administración de Bukele regrese a un camino que respete los derechos humanos y legales fundamentales.
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La liberación del padre de Marcelo Díaz, si bien alivia a su familia, no debe verse como una victoria de la justicia. Más bien, sirve como un potente recordatorio de la fragilidad de los sistemas legales frente a una gobernanza autoritaria. Para que prevalezca la verdadera justicia, debe ser ciega al estatus social, inmune a la opinión pública e impermeable a la influencia política. A medida que El Salvador continúa su trayectoria actual, es imperativo que los defensores de la justicia, tanto nacionales como internacionales, exijan reformas que garanticen la equidad, la transparencia y la rendición de cuentas en el sistema legal. Sólo a través de esfuerzos sostenidos y concertados se podrá cambiar la marea de la justicia arbitraria para proteger los derechos de todos los salvadoreños.