La marea rosa colombiana vacila mientras el gobierno de Petro se desmorona
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Colombia se encuentra en una encrucijada, con su esperanzadora marea rosa amenazada por la inestabilidad en el liderazgo y las continuas salidas ministeriales. Mientras el presidente Gustavo Petro intenta estabilizar su gobierno, la gran ola izquierdista que recorre América Latina se enfrenta a un desafío que pone en duda su futuro.
Definiendo la marea rosa y su legado
Para entender por qué la tormenta política actual en Colombia indica una marea rosa en declive, es crucial explorar qué significa realmente el término “marea rosa”. Durante la década de 2000 y principios de 2010, varios países latinoamericanos optaron por gobiernos de izquierda que afirmaban que reducirían las grandes desigualdades, se opondrían a los grupos de poder establecidos y mejorarían el bienestar social. A estas administraciones se les llamó “rosa” en lugar de “roja” para mostrar que no eran completamente socialistas o comunistas, aunque respaldaban planes progresistas sólidos. Líderes de países como Venezuela, Brasil, Argentina y Bolivia impulsaron proyectos gubernamentales para mejorar las comunidades pobres, ampliar la salud y la educación, y cambiar la forma en que los países funcionaban de manera autónoma.
Sin embargo, con el tiempo, este movimiento sufrió graves retrocesos. Aunque muchos gobiernos de la marea rosa lograron avances iniciales, particularmente en la reducción de la pobreza, las acusaciones de corrupción y los errores económicos dañinos empañaron la reputación de varios líderes. En países como Brasil, la ira pública por los escándalos finalmente alimentó el ascenso de contendientes de derecha que prometieron una disciplina fiscal más estricta, orden y ley, y un distanciamiento de la turbulencia que caracterizó a ciertas administraciones de izquierda. Durante este retroceso de la ola inicial, los observadores comenzaron a preguntarse si la llamada marea rosa era simplemente una fase histórica pasajera.
Sin embargo, las corrientes políticas en América Latina rara vez siguen una trayectoria lineal. Tras varios años dominados por voces conservadoras, surgió una “nueva marea rosa”, simbolizada por la elección de líderes como Gustavo Petro en Colombia, Gabriel Boric en Chile y el regreso de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil. Su ascenso devolvió el debate sobre si la unidad de la izquierda podría crecer nuevamente, como en los primeros días de la primera marea rosa. En lugar de cometer los mismos errores, estas figuras prometieron una posición más moderada y políticas actualizadas. Por ejemplo, Petro dijo que transformaría la economía de Colombia alejándola del petróleo, cambiaría su sistema de seguridad y comenzaría una política exterior feminista. El objetivo era que el nuevo progresismo evitara la corrupción y redujera los desperdicios, ofreciendo una visión más justa para la región.
En Colombia, sin embargo, las señales muestran que la promesa de cambio se desvanece rápidamente. El gobierno de Petro ahora registra menos victorias pero enfrenta más cambios en el gabinete y elecciones divisivas en medio de un desorden general. Las recientes renuncias ministeriales pueden ser típicas en un entorno de liderazgo que espera ciertos cambios, pero el ritmo y la intensidad de los cambios bajo Petro han socavado cualquier ilusión de estabilidad o cohesión.
El gobierno de Petro bajo constante presión
La repentina salida de cuatro ministros en dos semanas no es solo un pequeño error en el calendario político de Colombia; muestra problemas reales en el gobierno. Aunque Petro mismo reemplazó a más de 40 ministros en dos años y medio, este conjunto más reciente de renuncias involucra figuras importantes. Entre los que se van se encuentran personas a cargo de políticas medioambientales y defensa nacional, dos áreas que Petro promovió como clave para el cambio de Colombia y como ejemplos del plan de izquierda más amplio en la región.
Los efectos sobre el gobierno de Petro son amplios. Por un lado, la pérdida de ministros clave limita la capacidad del gobierno para implementar iniciativas, ya sea en inversiones económicas verdes, negociaciones con grupos guerrilleros o nuevas estrategias para enfrentar los desafíos de seguridad nacional. Por otro lado, la agitación pone en duda la capacidad de Petro para manejar su base política. Las salidas de alto perfil hacen titulares en Colombia y afectan a América Latina. Debilitan la idea de una renovada marea rosa basada en un liderazgo compartido con valores firmes.
Parte de la tensión proviene del liderazgo de Petro. Los críticos dicen que actúa demasiado rápido y muestra demasiada disputa. Algunos observadores lo describen como terco, poco dispuesto a comprometerse y propenso a tomar decisiones unilaterales que alienan a aliados y posibles socios. Por ejemplo, la tensión con los grupos de la industria privada crea obstáculos para atraer el tipo de inversión verde que Petro afirma apoyar. Sus métodos de reprender públicamente a los ministros exigiendo renuncias totales del gabinete y luego viajar al extranjero en momentos cruciales han añadido incertidumbre al ambiente de liderazgo.
La selección de figuras polémicas por parte de Petro aumenta la sensación de caos. Elegir a Armando Benedetti, acusado de corrupción y violencia contra las mujeres, como jefe de gabinete molestó a los miembros del grupo.
Los seguidores esperaban una administración que mostrara ética clara, respetara los derechos de las mujeres o mantuviera el gobierno abierto. Sin embargo, promover a Benedetti va en contra de estas normas. Sumado a los ataques públicos de Petro a altos funcionarios y su demanda de su salida, el gobierno parece perder fuerza cada vez que aparece una nueva crisis. Lo que alguna vez se promocionó como un intento honesto de construir una Colombia más justa ahora parece un constante cambio de ministros oculto por una gestión desordenada.
Errores de liderazgo y desvío de políticas
Las grietas en el gobierno de Petro son aún más alarmantes cuando se consideran sus compromisos políticos más amplios. Poco después de asumir el cargo, prometió alejar a Colombia de la dependencia del petróleo, una meta audaz en un país donde el sector energético ha sido durante mucho tiempo un pilar. Aunque la exministra de Medio Ambiente Susana Muhamad inició un cambio verde, la salida de ministros clave pone en riesgo estos proyectos. Los inversionistas locales y extranjeros requieren una guía estable y confianza en la estabilidad del gobierno antes de financiar proyectos verdes importantes. Los frecuentes cambios de ministros causan incertidumbre, lo que dificulta que los planes prometedores se materialicen.
La seguridad es otro área en la que los errores de Petro afectan su futuro político más que el suyo propio. Inicialmente, buscó soluciones no militarizadas al conflicto de décadas de Colombia negociando altos el fuego con grupos guerrilleros rurales. Por un tiempo, esto dio esperanza a muchos colombianos de que el país finalmente podría abordar la violencia crónica de manera más constructiva y menos armada. Sin embargo, esas aspiraciones tropezaron frente a las maniobras administrativas de Petro. Las negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional terminaron, lo que causó nuevas olas de desplazamiento y violencia cerca de la frontera de Colombia con Venezuela. Sin un liderazgo estable en el Ministerio de Defensa, grandes partes del país siguen en riesgo de conflicto, lo que debilita la reputación de Petro como un presidente que busca la paz.
El abrazo de Petro a una política exterior feminista fue otra promesa de alto perfil que lo distinguió momentáneamente de administraciones colombianas anteriores. Mientras que ciertos grupos feministas y de la sociedad civil ganaron terreno dentro de las estructuras gubernamentales, la elección de Benedetti como jefe de gabinete socava ese progreso. Los críticos dicen que la elección, y la forma a veces complicada en que Petro formula las políticas, muestran una brecha entre las palabras y la realidad. La promesa de una “nueva izquierda” que se preocupa por los derechos de las mujeres y hace responsables a las instituciones ahora parece vacía, lo que aumenta la frustración entre los críticos de Petro y aquellos que lo ayudaron a llegar al poder.
Los observadores en Colombia y en el extranjero también miran los desarrollos en otros países de América Latina para evaluar si las dificultades de Petro significan un retroceso más amplio de la marea rosa. El presidente de Chile, Gabriel Boric, enfrentó un retroceso significativo cuando su intento de aprobar una constitución progresista fracasó, lo que disminuyó su capital político. En Brasil, Lula da Silva ha regresado a la presidencia, pero lucha contra una creciente insatisfacción que contrasta con la popularidad que una vez disfrutó. Aunque algunos líderes de izquierda siguen siendo relativamente populares en la región, la cadena de fracasos en lugares como Colombia y Chile indica que la segunda marea rosa podría ser inestable en el mejor de los casos y efímera en el peor.
El punto de inflexión de Colombia y una marea que se desvanece
La experiencia de Colombia bajo Petro demuestra que el regreso de la marea rosa no puede depender únicamente de grandes objetivos y puntos de vista populares. Sin una gestión unificada ni estándares éticos firmes, el impulso que llevó a Petro a la presidencia podría estrellarse contra la dura costa de la decepción pública. La salida de altos funcionarios, un enfoque político desigual o la elección de socios dudosos crean inestabilidad. Las promesas de abordar el cambio climático, revisar la seguridad o mejorar los derechos de las mujeres pierden impacto en medio de sacudidas administrativas y la pérdida de confianza pública.
Los votantes ya muestran que el descontento podría causar grandes pérdidas políticas. Las primeras encuestas antes de las elecciones presidenciales de 2026 en Colombia indican que un candidato de derecha lidera, un cambio radical para un país que recientemente eligió a un líder de izquierda por primera vez en la historia moderna. Si Petro no puede recuperar el control de su gabinete y restaurar la fe en su liderazgo, el electorado podría decidir que el experimento de Colombia con una era progresista audaz simplemente no es viable.
La implicación regional más amplia es clara
Si una figura de alto perfil como Petro, parte de la vanguardia de la nueva marea rosa, no puede demostrar una gobernanza efectiva, el escepticismo se profundizará en toda América Latina. La ola que alguna vez llevó la esperanza de una región más unida y equitativa podría disiparse más rápido de lo que cualquiera anticipó, dejando una pregunta persistente sobre si la visión era alguna vez alcanzable sin reformas estructurales fundamentales y un liderazgo más hábil.
La tragedia es que muchos de los objetivos políticos ligados a la marea rosa siguen siendo urgentes para un país como Colombia. La desigualdad rampante y el peligro ambiental, junto con la violencia arraigada, requieren soluciones audaces. Tales soluciones requieren habilidad y apertura junto con un sólido respaldo político. El gobierno de Petro, marcado por frecuentes cambios de ministros y una serie de decisiones rápidas, no muestra la estabilidad necesaria para guiar un cambio duradero. Hasta que la administración enfrente su falta de unidad, la marea rosa en Colombia podría colapsar bajo sus contradicciones, llevando consigo las esperanzas de aquellos que deseaban transformar las prioridades nacionales.
Mientras el gobierno de Petro se desmorona, el resto de América Latina observa de cerca. Si la marea rosa de Colombia colapsa pronto, podría ser una señal de un retroceso del gobierno de izquierda en toda la región. Pero el asunto va más allá de las etiquetas de izquierda o derecha. Muestra que los líderes importan. Cualquier gobierno que quiera hacer cambios significativos debe construir un equipo fuerte, mantener la confianza y cumplir sus promesas morales. Sus grandes objetivos se adhieren a promesas vacías en lugar de convertirse en políticas reales que ayuden a la gente.
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Si la marea rosa retrocede, podría traer un giro conservador. Sin embargo, en una nación donde persisten las desigualdades sociales y económicas, la verdadera prueba será si algún gobierno futuro puede ir más allá del espectáculo político para abordar los problemas estructurales que durante mucho tiempo han obstaculizado el crecimiento de Colombia. Por ahora, la llama de la marea rosa de Colombia parece parpadear, debilitada por un liderazgo caótico y la desilusión de un público que esperaba algo mejor que el tumulto que actualmente soporta.