ANÁLISIS

La nueva ley de Perú socava la justicia para las víctimas de atrocidades

La reciente promulgación por parte del Perú de una ley que impide el procesamiento de crímenes de lesa humanidad cometidos antes de 2002 es un grave paso en falso. Protege a los perpetradores de la justicia y viola el derecho internacional. Esta decisión pone en peligro los derechos humanos y el Estado de derecho en el país.

El viernes, el gobierno de Perú dio un inquietante paso atrás en su compromiso con los derechos humanos al promulgar una ley que impide el procesamiento de crímenes de lesa humanidad cometidos antes de 2002. Esta decisión, que protege al ex presidente Alberto Fujimori y a cientos de militares implicados en actos atroces durante el conflicto armado interno del país de 1980 a 2000, es una grave injusticia para las víctimas y una violación de las obligaciones del Perú según el derecho internacional.

La ley fue promulgada sin ningún comentario de la presidenta Dina Boluarte, a pesar de las claras advertencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que había ordenado explícitamente al gobierno peruano que anulara el proyecto de ley. Al ignorar esta orden, Perú no sólo contradice sus compromisos internacionales sino que también envía el mensaje de que la rendición de cuentas por los crímenes más graves es negociable.

Un golpe a la justicia y los derechos humanos

La nueva ley de Perú representa un alejamiento preocupante de los principios de justicia y rendición de cuentas fundamentales para el estado de derecho. Los crímenes de lesa humanidad, por su propia naturaleza, se encuentran entre las violaciones más atroces de los derechos humanos. Estos no son delitos comunes; incluyen actos como genocidio, crímenes de guerra y asesinatos sistemáticos, a menudo contra civiles. Estas atrocidades no pueden pasarse por alto ni descartarse con el tiempo.

Las Naciones Unidas, a través de su jefe de derechos humanos, Volker Türk, han condenado con razón la promulgación de esta ley. “Los crímenes contra la humanidad y los crímenes de guerra se encuentran entre las violaciones más graves del derecho internacional, y ni las amnistías ni los plazos de prescripción deberían extenderse a ellos”, afirmó Türk. El consenso de la comunidad internacional es claro: los responsables de esos crímenes deben rendir cuentas, independientemente de cuándo se cometieron.

El gobierno del ex presidente Alberto Fujimori es famoso por su brutal represión durante el conflicto interno de Perú. Bajo su régimen se cometieron innumerables abusos contra los derechos humanos, incluidas masacres, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales. Estos actos dejaron una profunda cicatriz en la nación y, para muchas víctimas y sus familias, la justicia sigue siendo difícil de alcanzar.

Al aprobar esta ley, Perú efectivamente cierra la puerta a cualquier futura rendición de cuentas por estos crímenes. Envía un mensaje escalofriante de que personas influyentes pueden escapar de la justicia simplemente por el paso del tiempo. Esto es particularmente atroz en los casos en que el Estado encubrió o retrasó las investigaciones sobre estos crímenes.

El legado de Fujimori es complejo y está marcado por reformas económicas y graves abusos contra los derechos humanos. Sin embargo, ningún progreso económico puede justificar las atrocidades cometidas bajo su gobierno. Al protegerlo a él y a otros del procesamiento, Perú no sólo está negando justicia a las víctimas; también está borrando una parte crítica de su historia, que necesita ser confrontada y reconocida en lugar de enterrada.

Obligaciones internacionales ignoradas

La decisión del Perú de promulgar esta ley desafiando a la Corte Interamericana de Derechos Humanos viola flagrantemente sus obligaciones internacionales. El tribunal aclaró que este proyecto de ley contravenía el derecho internacional y ordenó al gobierno peruano anularlo. Al ignorar esta orden, Perú socava la autoridad de la corte y envía una peligrosa señal de que las normas internacionales de derechos humanos son opcionales.

Esta medida también pone a Perú en desacuerdo con la comunidad internacional en general, que ha sostenido consistentemente que los crímenes contra la humanidad no pueden estar sujetos a plazos de prescripción. El principio de jurisdicción universal, que permite el enjuiciamiento de esos crímenes independientemente de dónde o cuándo se cometieron, es una piedra angular de la justicia internacional. La nueva ley de Perú es un desafío directo a este principio.

La promulgación de esta ley es parte de una reacción más amplia contra los derechos humanos y el estado de derecho en Perú. En los últimos años, ha habido una creciente preocupación por la erosión de las normas democráticas y la creciente disposición de los líderes políticos a socavar el poder judicial y otras instituciones que protegen los derechos humanos.

Esta tendencia es profundamente preocupante, no sólo para el Perú sino para la región en su conjunto. América Latina tiene una larga y dolorosa historia de dictaduras militares, guerras civiles y abusos de los derechos humanos. Muchos países, incluido Perú, dieron pasos significativos hacia la rendición de cuentas y la justicia después de estos períodos oscuros. La creación de comisiones de la verdad, el procesamiento de criminales de guerra y el establecimiento de instituciones de derechos humanos fueron pasos hacia la curación y la reconciliación.

Sin embargo, el progreso ahora está en riesgo. La nueva ley es un claro recordatorio de que la lucha por la justicia nunca termina y que los logros obtenidos pueden deshacerse fácilmente. Si se permite a Perú proteger a los responsables de crímenes de lesa humanidad del procesamiento, sentará un precedente peligroso que otros países pueden seguir.

La importancia de la rendición de cuentas

La rendición de cuentas por crímenes de lesa humanidad no es sólo una cuestión de justicia para las víctimas; también es esencial para la salud de cualquier sociedad. Cuando se permite que los perpetradores de tales crímenes queden impunes, se crea una cultura de impunidad que puede conducir a nuevos abusos. También envía el mensaje de que las vidas de las víctimas no importan y que se puede ignorar su sufrimiento.

Para Perú, la negativa a responsabilizar a quienes cometieron atrocidades durante el conflicto interno es una traición a los principios de justicia y dignidad humana. Es una negación de la verdad y una negativa a afrontar el pasado. La verdadera reconciliación sólo podrá lograrse cuando exista un pleno reconocimiento de los crímenes cometidos y el compromiso de garantizar que nunca se repitan.

Perú debe revertir este grave error y volver a comprometerse a defender los principios de justicia y derechos humanos. Esto comienza con la anulación inmediata de la ley y un compromiso renovado de procesar a los responsables de crímenes de lesa humanidad. El gobierno también debe garantizar que el poder judicial esté libre de interferencias políticas y tenga los recursos y el apoyo para realizar su trabajo.

Además, Perú debería trabajar estrechamente con organizaciones internacionales de derechos humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos para garantizar que sus leyes y prácticas se alineen con los estándares internacionales. Esto incluye reafirmar su compromiso con el principio de que los crímenes de lesa humanidad no pueden prescribir.

A largo plazo, el Perú debe seguir invirtiendo en educación y campañas de concientización pública que promuevan una cultura de derechos humanos y el Estado de derecho. Esto es esencial para evitar que se repitan los abusos que han marcado el pasado del país y construir un futuro basado en la justicia, la igualdad y el respeto a la dignidad humana.

La promulgación de esta ley es un día oscuro para el Perú y para todos aquellos que creen en la justicia y los derechos humanos. Es una traición a las víctimas de crímenes de lesa humanidad y una violación de las obligaciones del Perú en virtud del derecho internacional. Sin embargo, no es demasiado tarde para cambiar de rumbo.

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Los líderes de Perú deben actuar rápidamente para anular esta ley y garantizar que los responsables de los crímenes más graves rindan cuentas. El futuro de los derechos humanos en el Perú depende de ello. El mundo está observando y las víctimas de estas atrocidades merecen nada menos que justicia plena.

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