ANÁLISIS

La orden jesuita de Bolivia no logra abordar las acusaciones de abuso

El mal manejo de las acusaciones de abuso contra el fallecido sacerdote español Luis María Roma por parte de la Orden de los Jesuitas en Bolivia revela importantes fallas institucionales, lo que exige reformas urgentes en materia de transparencia y apoyo a las víctimas.

La Orden de los Jesuitas en Bolivia ha sido objeto de un intenso escrutinio por su manejo de las acusaciones de abuso contra el fallecido sacerdote español Luis María Roma. Sergio Montes, portavoz de los jesuitas en Bolivia, admitió a Efe que la orden no siguió los protocolos adecuados de denuncia ni buscó adecuadamente a las víctimas. Este caso, reabierto por la Fiscalía de Bolivia, arroja luz sobre los problemas sistémicos dentro de las instituciones religiosas al abordar asuntos tan graves.

Según Montes, la investigación sobre los presuntos abusos cometidos por gitanos no se ajustó al protocolo establecido. “No se siguieron los pasos señalados en el protocolo, ya que la investigación canónica se condujo de manera negligente, evidentemente indiferente y probablemente no se actuó como debía”, reconoció Montes. El protocolo ‘Ambientes Saludables y Seguros’ de febrero de 2019 exige que la Orden de los Jesuitas debe denunciar cualquier caso conocido de abuso sexual a la Fiscalía. Sin embargo, en el caso de Roma no se siguió este procedimiento.

Montes también admitió que el método de la orden para contactar a las víctimas potenciales probablemente era inadecuado. En febrero de 2019, un ex miembro anónimo de la orden presentó acusaciones contra los gitanos, respaldadas por una treintena de fotografías que supuestamente mostraban al sacerdote abusando de menores de entre 6 y 12 años. Esto motivó una investigación interna dirigida por el entonces provincial Osvaldo Chirveches, que incluyó una comisión de al menos un jesuita, un psicólogo y un abogado.

Roma falleció el 6 de agosto de 2019, sin conocer el resultado de esta investigación. A mediados de 2022, la orden reconoció públicamente la credibilidad de las acusaciones. El caso resurgió en mayo de 2023 luego de que el diario español El País publicara una investigación sobre el diario personal del jesuita Alfonso Pedrajas, revelando presuntos abusos contra numerosos niños y adolescentes durante su gestión como director de escuela desde 1971.

La reapertura del caso

Chirveches, ahora exprovincial, presentó una denuncia formal contra los romaníes cuatro años después de que comenzara la investigación interna. Sin embargo, la Fiscalía cerró el caso por falta de declaraciones de las víctimas. Recientemente, El País publicó más detalles de la investigación interna, conocida como ‘Los Manuscritos Charagua’, acusando a la Orden de los Jesuitas de ocultar información.

Montes reveló que la orden conoció hace meses que la investigación había sido cerrada pero inicialmente no apeló la decisión. Sin embargo, tras las nuevas pruebas y el testimonio de una víctima en el informe de El País, la Orden de los Jesuitas ha solicitado que se reabra el caso para establecer responsabilidades. Montes defendió el llamado de la orden a las víctimas a buscar justicia y admitió que la Orden de los Jesuitas apoya financieramente a los sacerdotes acusados, cubriendo sus costos de defensa legal.

Edwin Alvarado, representante de la Comunidad Boliviana de Sobrevivientes, criticó este enfoque, calificando de hipócrita que los jesuitas ofrezcan asistencia jurídica a las víctimas y al mismo tiempo financien la defensa de los acusados. Una fuente anónima en la investigación criminal sugirió que Chirveches debería haber sido acusado de “encubrimiento”. Aún así, el Ministerio Público desestimó el caso por directivas del Ministerio Público y falta de resultados.

Las acciones de Chirveches están bajo mayor escrutinio, ya que supuestamente proporcionó fotocopias de las fotografías y del diario de Roma en lugar de los documentos originales cuando presentó la denuncia. La Curia Provincial de La Paz fue allanada tras la denuncia de Chirveches.

Alvarado enfatizó que el proceso judicial se extiende más allá de Luis María Roma, con el objetivo de exponer la responsabilidad institucional de la Orden de los Jesuitas en este caso. La comunidad de supervivientes ha acusado al ex provinciano Ignacio Suñol y a otros sacerdotes, algunos de los cuales ya han fallecido, que formaban parte de la comisión que investigaba a los gitanos y no denunciaron los abusos a las autoridades.

La mala gestión del caso de los romaníes revela un patrón inquietante de negligencia y encubrimiento dentro de las instituciones religiosas. El hecho de que la Orden de los Jesuitas no siga los protocolos establecidos y no apoye adecuadamente a las víctimas refleja cuestiones más amplias de responsabilidad y transparencia. Esta situación no es exclusiva de Bolivia, sino que resuena con casos similares en América Latina y más allá, donde la protección institucional a menudo tiene prioridad sobre la justicia para las víctimas.

Abordar los defectos sistémicos

Las revelaciones sobre el manejo de las acusaciones de abuso por parte de la Orden de los Jesuitas subrayan la necesidad de reformas sistémicas. Las instituciones deben priorizar los derechos de las víctimas y garantizar que los protocolos no sólo se establezcan sino que se sigan rigurosamente. La transparencia en las investigaciones y la rendición de cuentas de quienes no denuncian los abusos son pasos cruciales para restablecer la confianza.

Además, el apoyo financiero proporcionado a los sacerdotes acusados ​​plantea cuestiones éticas sobre el uso de los recursos institucionales. Si bien la defensa jurídica es un derecho, las instituciones deben equilibrarlo con su responsabilidad de apoyar y proteger a las víctimas. Ofrecer ayuda financiera a ambas partes puede crear un conflicto de intereses y socavar la credibilidad del compromiso de la institución con la justicia.

La Orden de los Jesuitas en Bolivia y las instituciones religiosas de todo el mundo deben enfrentar estos desafíos de frente. Reconocer los errores del pasado y tomar medidas concretas para rectificarlos es esencial para la curación y la justicia. Esto incluye brindar apoyo integral a las víctimas, realizar investigaciones exhaustivas e imparciales y garantizar que quienes encubren los abusos rindan cuentas.

A medida que se desarrolla el caso de los romaníes, sirve como un claro recordatorio del trabajo que queda por hacer para abordar los abusos dentro de las instituciones religiosas. Las voces de los sobrevivientes deben ser escuchadas y sus experiencias deben guiar las reformas para prevenir futuros abusos. Las instituciones deben demostrar un compromiso genuino con la protección de los vulnerables y la defensa de la justicia.

El llamado al cambio se extiende más allá de la Orden de los Jesuitas. Es un llamado a todas las instituciones, religiosas o no, a priorizar el bienestar de las personas sobre la preservación de su reputación. Sólo se puede lograr un progreso real a través de la transparencia, la rendición de cuentas y un enfoque centrado en las víctimas.

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En conclusión, el mal manejo del caso de los romaníes por parte de la Orden de los Jesuitas pone de relieve importantes fallas institucionales que deben abordarse con urgencia. Mientras las sociedades latinoamericanas enfrentan estos problemas, el camino a seguir debe ser uno de rendición de cuentas, transparencia y apoyo inquebrantable a los sobrevivientes. Las lecciones aprendidas de este caso deberían catalizar reformas más amplias, garantizando que los errores del pasado no se repitan y que se haga justicia para todas las víctimas de abusos.

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