La protección de Caral en el Perú y el rol del Estado en la preservación de sitios patrimoniales
Las recientes amenazas contra la arqueóloga Ruth Shady y el sitio arqueológico de Caral en Perú ponen de relieve la urgente necesidad de una intervención gubernamental. Proteger estos antiguos tesoros es un deber cultural y una responsabilidad de salvaguardar la historia compartida de la humanidad.
En un contexto de rápido desarrollo, conflicto global y degradación ambiental, proteger los sitios de patrimonio cultural nunca ha sido más urgente. Uno de los ejemplos más recientes y preocupantes proviene de Perú, donde Ruth Shady, directora del sitio arqueológico de Caral, de 5.000 años de antigüedad, ha estado recibiendo amenazas de muerte de traficantes de tierras decididos a apoderarse de las tierras que rodean este antiguo tesoro. Las amenazas han provocado la renuncia de sus arqueólogos, algunos de los cuales han decidido que ya no es seguro continuar con su trabajo.
Mientras Caral, la ciudad más antigua conocida en América, enfrenta amenazas tanto de organizaciones criminales como de apoyo gubernamental insuficiente, se ha vuelto cada vez más claro que la salvaguarda de estos sitios patrimoniales requiere algo más que una simple supervisión académica. Requiere una acción gubernamental sólida y cooperación internacional. El patrimonio cultural y toda la humanidad pertenecen a los países donde se encuentran estos sitios. No proteger Caral y otros sitios similares sería una pérdida nacional para el Perú y una tragedia mundial.
Un patrimonio mundial bajo amenaza
Caral, ubicado en la provincia costera de Barranca, al norte de Lima, es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y un símbolo de la civilización temprana en las Américas. Representa un hito significativo en la historia de la humanidad, mostrando el desarrollo de la sociedad organizada, la agricultura y los modelos económicos cooperativos. A pesar de su importancia, este antiguo sitio se ha vuelto vulnerable a los traficantes de tierras que están decididos a apoderarse y explotar el área para obtener ganancias ilegales.
Ruth Shady ha dedicado más de 30 años a investigar y preservar Caral y ha sido una firme defensora de su protección. Recientemente, reveló que ella y su equipo habían sido objeto de amenazas de muerte por parte de estos traficantes, que incluso han contratado sicarios para garantizar que sus planes de invasión de la tierra tengan éxito. Estas amenazas se extienden no solo a la propia Shady, sino también a su abogado y a muchos de sus colegas. La situación se ha vuelto tan grave que varios arqueólogos que trabajan con Shady han renunciado, alegando preocupaciones de seguridad.
La falta de protección policial adecuada ha agravado la crisis. Según Shady, la presencia policial que antes protegía a Caral se ha reducido de manera constante en las últimas semanas. El lugar está expuesto a nuevas invasiones sin los recursos necesarios para pagar seguridad privada. A pesar de las reiteradas advertencias a las autoridades locales y nacionales, Shady dice que sus pedidos de ayuda no han recibido respuesta.
Esta situación no es única. Los sitios de patrimonio cultural de todo el mundo enfrentan amenazas similares, a menudo de organizaciones criminales que buscan explotar estas áreas para obtener ganancias económicas. La vulnerabilidad de Caral es un duro recordatorio de que ningún sitio de patrimonio es inmune a las amenazas modernas, y la inacción del gobierno solo aumenta el riesgo de daños irreparables.
Por qué la protección es primordial
Los gobiernos tienen un papel fundamental en la preservación del patrimonio cultural nacional y mundial. Sus responsabilidades van más allá de la simple supervisión; deben garantizar que estos sitios estén protegidos de amenazas externas, reciban fondos adecuados y sigan siendo accesibles para las generaciones futuras. En el caso de Caral, el fracaso del gobierno peruano en proporcionar seguridad o recursos suficientes habla de un problema más amplio de priorización.
El actual ministro de cultura, Fabricio Valencia, reconoció recientemente la importancia de proteger Caral, y calificó a Shady como “un ejemplo de cómo se debe proteger un sitio arqueológico”. Sin embargo, estas palabras deben ir seguidas de acciones concretas. Si bien Valencia ha prometido una intervención inmediata, la situación en Caral demuestra la necesidad de esfuerzos más sostenidos. Los gobiernos no pueden esperar a que las crisis se agraven para intervenir. Se deben tomar medidas proactivas para garantizar que se aborden amenazas como el tráfico de tierras antes de que lleguen al punto de convertirse en amenazas de muerte y miedo generalizado.
Perú tiene una doble responsabilidad, como muchas otras naciones con una rica historia arqueológica. Debe proteger estos sitios por el bien de sus propios ciudadanos y su identidad cultural y salvaguardarlos en nombre del mundo. Caral es parte del patrimonio colectivo de la humanidad, con su historia antigua y su profundo significado arqueológico. No protegerlo sería olvidar no solo a la gente del Perú, sino a las generaciones futuras de todo el mundo.
Aquí es donde entra en juego la responsabilidad gubernamental. Los organismos internacionales como la UNESCO pueden generar conciencia y ayudar a proporcionar pautas para la preservación. Aun así, los gobiernos locales deben tomar la iniciativa para garantizar que estos sitios patrimoniales estén protegidos físicamente y reciban apoyo financiero. En el caso de Caral, esto significa aumentar las medidas de seguridad y asignar los fondos necesarios para mantener y proteger el sitio de nuevas invasiones.
Invertir en la preservación para las generaciones futuras
La situación de Caral representa un llamado a la acción más amplio para los gobiernos de todo el mundo. La protección de los sitios de patrimonio cultural no debe verse como un lujo o una ocurrencia de último momento; es un deber esencial. Estos sitios no solo brindan información histórica sino también valor económico y educativo. El turismo arqueológico, por ejemplo, puede ser una fuente importante de ingresos para países como Perú. Los visitantes viajan desde todo el mundo para experimentar las maravillas antiguas de sitios como Machu Picchu y Caral. La protección de estos sitios garantiza que sigan siendo atracciones viables para las generaciones futuras, lo que ayuda a sostener las economías locales y promueve el intercambio cultural.
Los gobiernos deben invertir en medidas de seguridad a corto plazo y estrategias de preservación a largo plazo para salvaguardar Caral y sitios similares. A corto plazo, esto significa proporcionar protección policial o militar adecuada para prevenir invasiones y garantizar que los arqueólogos como Ruth Shady puedan continuar su trabajo sin temer por sus vidas. También significa tomar medidas enérgicas contra los traficantes de tierras y las organizaciones criminales que amenazan el patrimonio cultural.
Los gobiernos deben asignar presupuestos suficientes para mantener, preservar y restaurar los sitios patrimoniales a largo plazo. Esto incluye la financiación de investigaciones arqueológicas, proyectos de conservación e iniciativas de educación comunitaria que fomenten el orgullo local por el patrimonio cultural. En muchos casos, las asociaciones con organizaciones internacionales como la UNESCO o fundaciones privadas pueden ayudar a proporcionar recursos adicionales para estos esfuerzos.
Por último, debe haber un entendimiento colectivo de que la protección de los sitios patrimoniales es una responsabilidad global. Los países que albergan estos tesoros no deben asumir la carga solos. Se debe aprovechar la cooperación, la financiación y la experiencia internacionales para garantizar que sitios como Caral sean protegidos, estudiados, celebrados y preservados para las generaciones futuras.
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Las amenazas que enfrentan Caral y su arqueóloga principal, Ruth Shady, son una llamada de atención para los gobiernos de todo el mundo. Proteger los sitios del patrimonio cultural es una cuestión de orgullo nacional y una obligación global. El momento de actuar es ahora, antes de que sea demasiado tarde. Como la ciudad más antigua conocida de las Américas, Caral es un vínculo invaluable con nuestro pasado humano compartido, y su preservación es esencial. Los gobiernos deben intensificar sus esfuerzos, priorizar la protección de estos sitios y garantizar que las generaciones futuras hereden un mundo rico en historia y cultura, no uno donde los tesoros antiguos se pierdan por la codicia y la violencia.