Las alianzas cambiantes de América Latina se profundizan con el compromiso del Vaticano

En una húmeda tarde habanera, el ministro de Asuntos Exteriores del Vaticano, con sotana, pisa suelo cubano, demostrando que el cambio de Papa no ha reducido el apetito de Roma por la diplomacia delicada. Su visita reactiva una historia de choques, reconciliaciones y discretas liberaciones de presos.
Una puerta de catedral permanece abierta
La primera parada del arzobispo Paul Richard Gallagher es la imponente catedral de La Habana, donde los trabajadores aún pulen los bancos para una misa que marcará el inicio del pontificado de León XIV. Han pasado noventa años desde que la Santa Sede y Cuba intercambiaron embajadores, pero el vínculo persiste. El apretón de manos con el presidente Miguel Díaz-Canel, seguido de un café con el canciller Bruno Rodríguez, indica que la nueva era del Vaticano no se replegará ante los espinosos debates de la isla. Fuentes del Secretariado de Estado confirmaron a EFE que León XIV pidió a su enviado “escuchar más que sermonear”, un tono destinado a tranquilizar a La Habana de que el diálogo sigue siendo la moneda preferida de la Iglesia.
Del exilio al abrazo
La diplomacia aquí fue una vez impensable. Tras 1959, Fidel Castro nacionalizó las escuelas católicas y envió a decenas de sacerdotes al exilio. Sin embargo, la ruptura total nunca llegó. El punto de inflexión ocurrió en 1985, cuando el fraile brasileño Frei Betto publicó Fidel y la religión, revelando a un líder dispuesto a dialogar sobre teología de la liberación. Seis años después, los creyentes pudieron afiliarse al Partido Comunista; en 1992, Cuba se redefinió como un Estado laico, en lugar de ateo.
El historiador Carlos Eire señala que ninguna otra revolución latinoamericana revirtió su rumbo respecto a la religión de manera tan pública. La distensión alcanzó su clímax en 1998, cuando el papa Juan Pablo II instó al mundo a “abrirse a Cuba”. La Habana liberó presos políticos y restauró la Navidad como día festivo. El viaje de Benedicto XVI en 2012 profundizó ese deshielo, respaldando la condena cubana a las sanciones estadounidenses, al tiempo que impulsaba mayor libertad de conciencia.

Francisco, el deshielo y las puertas de las cárceles
El capítulo más dramático se escribió bajo el papado de Francisco. En 2014, el pontífice argentino acogió a enviados secretos de Washington y La Habana, modificando el “deshielo” que puso fin brevemente a medio siglo de hostilidades entre EE. UU. y Cuba. Aunque muchas concesiones se desvanecieron durante el gobierno de Trump, la credibilidad del Vaticano como mediador honesto quedó consolidada.
La visita del cardenal Beniamino Stella en 2023 abogó por una amnistía tras las protestas de julio de 2021, y a principios de este año, Roma respaldó en silencio la liberación de 553 detenidos en el marco del próximo Jubileo de 2025. La politóloga María Werlau argumenta en Cuba Archive Reports que estos gestos ilustran el concepto de poder blando de Joseph Nye: la capacidad de atraer y persuadir donde fracasa la coerción. Los críticos replican que la autoridad moral de Roma es desigual, empañada por sus escándalos, pero las familias de presos en los suburbios de La Habana miden el impacto del Vaticano en puertas de celdas que se abren, más que en coherencias perfectas.
Poder blando en un terreno difícil
La presencia de Gallagher recuerda a América Latina que la Santa Sede juega por encima de su peso demográfico. Sin ejércitos ni mercados, se apoya en el simbolismo—mitras junto a uniformes militares, liturgias junto a sesiones legislativas—para influir en debates sobre sanciones, justicia social y derechos humanos. La socióloga Patricia Fornet señala en Revista Temas que los funcionarios cubanos valoran la mediación vaticana precisamente porque llega envuelta en un lenguaje pastoral, evitando la retórica punitiva habitual de los rivales geopolíticos. Aun así, la diplomacia moral camina por una cuerda floja: la Iglesia denuncia los embargos económicos que afectan a los pobres, pero al mismo tiempo pide mayores libertades civiles. Si este acto de equilibrio satisface o no a alguna de las partes es secundario frente al hecho de que mantiene abierta la conversación.
Al concluir la misa en la catedral, los feligreses pisan los adoquines que una vez escucharon consignas revolucionarias contra el privilegio clerical. Escuchan la bendición sencilla de Gallagher para el nuevo Papa y “para todos los cubanos, en casa y en el extranjero”. Entre ellos está Elena Martínez, cuyo sobrino fue encarcelado tras las marchas de 2021. Ella cuenta a EFE que la intervención del Vaticano “no movió montañas, pero sacó a mi hijo de una celda con veinte hombres y lo puso en una con seis. Eso no es poca cosa”.
El futuro se escribe en reuniones discretas
Lo que viene es incierto. La política estadounidense podría endurecerse o suavizarse; La Habana podría abrir o cerrar espacio para la disidencia. Sin embargo, el patrón establecido durante noventa años sugiere que la Santa Sede seguirá presionando, persuadiendo y, ocasionalmente, sorprendiendo. León XIV es el primer pontífice no europeo desde Francisco a quien se le encargó “continuar la preferencia por la periferia”, según fuentes vaticanas citadas por La Civiltà Cattolica. América Latina, cuna de la teología de la liberación y de poderosos movimientos sociales, sigue firmemente ubicada en esa periferia.
Gallagher parte de La Habana con portafolios llenos de promesas privadas: una lista de nombres de presos, una solicitud para facilitar los permisos de viaje de sacerdotes, y tal vez incluso un esbozo tentativo para reactivar el diálogo entre EE. UU. y Cuba. Ningún documento promete un cambio inmediato, pero todos muestran el plan duradero de la Iglesia: los logros pequeños surgen de estar presente, usar la persuasión y mantener la creencia constante de que los enemigos pueden convertirse en aliados con el tiempo.
En un hemisferio que aún lidia con la desigualdad y las fracturas ideológicas, la más reciente misión del Vaticano muestra por qué su influencia perdura: silenciosa, tenaz y basada en la convicción de que el argumento moral a veces puede reescribir la realidad política. Sea vista con admiración o escepticismo, la implicación de la Santa Sede con Cuba recuerda a América Latina que el poder no siempre ruge; a veces, susurra, y el susurro perdura.
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Fuentes: Entrevistas con el arzobispo Paul Richard Gallagher y funcionarios vaticanos para EFE (2026); Frei Betto, Fidel y la Religión (1985); Carlos Eire, Waiting for Snow in Havana (Free Press, 2003); María Werlau, Cuba Archive Reports (2024); Joseph Nye, Soft Power (PublicAffairs, 2004); Patricia Fornet, “Diplomacia y Sociedad”, Revista Temas (2025); boletines vaticanos de La Civiltà Cattolica (2026).