Los medios de comunicación y 80 kilos de pentolita
Escucha este artículo
En momentos de profundo abatimiento social como el que vive Colombia tras el atentado terrorista, los medios de comunicación tenemos que informar concienzudamente
La sociedad civil en Colombia y en el mundo se ha unido para repudiar el execrable asesinato de 21 jóvenes en la Escuela de Cadetes General Santander al sur de Bogotá, como consecuencia de un atentado terrorista que el gobierno del presidente Iván Duque atribuyó al ELN. Sin embargo, al mismo tiempo en que millones de colombianos declaran el repudio a cualquier tipo de manifestación de violencia, las redes sociales arden por los señalamientos entre las diversas corrientes de pensamiento.
En momentos de profundo abatimiento social como el que vive Colombia tras el atentado terrorista y la sensación de vulnerabilidad que deja este hecho en la sociedad civil, los medios de comunicación tenemos la obligación ética, moral y social de cumplir con un propósito determinante que no ha sido, hasta la fecha, observado con la rigurosidad que nuestro papel en la democracia exige.
Cuando se presenta una inundación, uno de los primeros elementos que empiezan a escasear es el agua potable, elementos propios de las aguas estancadas la convierten en un líquido que no satisface las necesidades propias de quienes se encuentran anegados. Hay mucha agua, pero no toda es potable. Los medios de comunicación tenemos la obligación imperativa de ser agua potable ante una inundación de información, debemos informar todos los puntos de vista con la misma rigurosidad e independencia ante la situación y generar análisis que conduzcan a sanar heridas y construir socialmente las comunidades brindando contenido inteligente y oportuno.
Los medios de comunicación independientes, gracias a la gravísima crisis de credibilidad institucional en la que está sumido nuestro país, más allá de divulgar declaraciones y comunicados de prensa del gobierno y demás entes estatales, estamos llamados a generar análisis, controversia y cuestionamientos a través de investigaciones juiciosas, independiente y sobre todo, la búsqueda de los planteamientos de expertos de todas las corrientes que permitan vislumbrar la verdadera situación que se presenta en este escenario.
Lee también: Lo que se sabe de la explosión del carro bomba en la Escuela General Santander
El país necesita con urgencia y sin espera, que los medios de comunicación seamos confiables, portadores de la verdad de los hechos que emanan de la sociedad civil y negarnos a ser una protuberancia purulenta del poder. El periodismo está llamado a retornar a su sitial de independencia y responsabilidad social que incentive los debates ascendentes que provengan desde las bases del pensamiento cotidiano de la sociedad y asciendan depurándose hasta convertirse en fundamentos que condicionen la agenda pública de gobierno.
De manera urgente se requiere un ejercicio periodístico juicioso y respetuoso con las diversas corrientes del pensamiento entendiendo la polarización como un elemento generador de consensos, enemiga de los coros que fomentan los comités de aplausos para quienes ostentan, ostentarán u ostentaron el poder.
El gobierno nacional tomará en pocos días la decisión de degradar o no al ELN, pasando de ser considerada una guerrilla con ideología y pensamiento político, para ser calificada como una BACRIM, que al igual que los grupos narcotraficantes herencia del paramilitarismo y las disidencias de las FARC su propósito fundamental es el acaparamiento de recursos económicos.
Es este interludio cuando los medios de comunicación somos responsables de propiciar el debate público con altura e independencia que exige y requiere con urgencia nuestra sociedad con el fin de avanzar a una polarización de ideas que no se degenere, como hasta el momento, en la violencia evidenciada en las redes sociales, en donde millones rechazan cualquier manifestación de violencia cuando un carro bomba estalla y al día siguientes se renueva la inundación de insultos, improperios, amenazas y señalamientos entre unos y otros dueños de la verdad.
LatinAmerican Post | Alberto Castaño