ANÁLISIS

Lucha por la supervivencia: Defensores ambientales están amenazados en Colombia

Desde 2016, 248 defensores ambientales han sido asesinados en Colombia, siendo la gran mayoría líderes indígenas, afrodescendientes y de comunidades rurales. Estos activistas enfrentan una violencia extrema al proteger la tierra, la biodiversidad y los recursos naturales de fuerzas destructivas.

Defensores ambientales, no políticos tradicionales

Mientras los conflictos políticos suelen dominar los titulares en Colombia, se libra una guerra silenciosa contra los defensores ambientales, cuya lucha no se trata de obtener poder, sino de preservar el medio ambiente y proteger las tierras de las comunidades indígenas, afrodescendientes y rurales. Estos defensores no son políticos tradicionales que buscan ganancias electorales; son defensores que luchan por preservar los recursos naturales, la biodiversidad y los derechos de sus comunidades, enfrentando una violencia implacable.

Según un informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), entre 2016 y 2024, un asombroso total de 248 defensores ambientales han sido asesinados en Colombia. De los muertos, el 89% eran líderes indígenas, afrodescendientes o rurales, personas íntimamente conectadas con las tierras que defienden. Sus muertes subrayan la violencia desproporcionada que estas comunidades enfrentan en regiones ricas en recursos naturales.

Su activismo abarca una variedad de cuestiones cruciales: proteger fuentes de agua, oponerse a prácticas mineras destructivas y defender la biodiversidad. Sin embargo, su defensa los coloca en la mira de intereses poderosos y, a menudo, violentos que ven la protección ambiental como un obstáculo para obtener ganancias. Mientras la comunidad global se enfoca en las crisis políticas, el número de muertos entre los defensores ambientales en Colombia sigue en aumento, exponiendo la cruda realidad de que aquellos que protegen la naturaleza son a menudo los más vulnerables.

Una crisis creciente: alarmante aumento de los asesinatos en 2023

La violencia contra los defensores ambientales ha escalado dramáticamente en los últimos años. En 2016, 14 activistas fueron asesinados, una cifra trágica en cualquier medida, pero para 2023, ese número había aumentado a 44, marcando el año más letal para los defensores ambientales desde que la ONU comenzó a rastrear estos asesinatos. Los asesinatos en 2023 representan una crisis creciente exacerbada por el panorama ambiental y sociopolítico de Colombia.

Los defensores no solo enfrentan violencia física, sino también un clima de miedo e intimidación diseñado para silenciar su activismo. Las amenazas adoptan muchas formas: vigilancia, hostigamiento, agresiones físicas e incluso intentos de asesinato. En un país con conflictos arraigados y una historia de violencia, estas amenazas a menudo se concretan en asesinatos. Los asesinos suelen operar con impunidad, y el ciclo de intimidación y violencia continúa sin control.

El peligro crece cada día para los defensores ambientales que permanecen en sus luchas. El impacto psicológico es inmenso, y muchos se ven obligados a tomar la imposible decisión de continuar con su defensa o huir de sus hogares, abandonando las comunidades y tierras por las que han luchado durante tanto tiempo. Ante tal peligro, la resistencia de estos defensores es extraordinaria, pero sin protecciones más fuertes y rendición de cuentas, sus números podrían seguir disminuyendo.

Las regiones más peligrosas para los defensores

Ciertas regiones de Colombia son particularmente peligrosas para los defensores ambientales. La región del Pacífico encabeza la lista con 138 asesinatos, seguida de la Amazonía (24), Orinoquía (21) y otras áreas ricas en biodiversidad. Estas regiones albergan algunos de los ecosistemas y comunidades más valiosos del mundo, que dependen de estos entornos para su supervivencia. Desafortunadamente, estas áreas también son focos de minería ilegal, deforestación y actividad de grupos armados, lo que las convierte en puntos críticos de violencia.

Los defensores en estas regiones se enfrentan a fuerzas poderosas que priorizan las ganancias económicas sobre la preservación ambiental. Los grupos armados ilegales, narcotraficantes y corporaciones tienen un interés en explotar los recursos naturales en los bosques, ríos y montañas de Colombia. A medida que los defensores se interponen en su camino, protegiendo los ecosistemas y resistiendo prácticas dañinas como el fracking y la deforestación, se convierten en objetivos de asesinato.

La falta de una supervisión gubernamental sólida agrava el peligro. Las respuestas institucionales fragmentadas y débiles ante las violaciones ambientales permiten que estos grupos operen con relativa impunidad. El resultado es una combinación mortal de recursos naturales ricos, protección insuficiente y actores poderosos dispuestos a eliminar a cualquiera que se interponga en su camino.

Intereses corporativos y de grupos armados

La violencia que enfrentan los defensores ambientales en Colombia no es aleatoria; está profundamente ligada a intereses económicos y territoriales. Según el informe de la ACNUDH, el 66% de los asesinatos fueron llevados a cabo por grupos armados ilegales, mientras que otro 4% estuvo vinculado a intereses políticos y económicos locales. Esta intersección mortal entre la codicia corporativa y la violencia armada ha convertido a Colombia en uno de los lugares más peligrosos del mundo para los defensores ambientales.

Muchos de estos asesinatos están relacionados con conflictos sobre el uso de la tierra y los recursos. Los defensores ambientales a menudo se oponen a proyectos a gran escala como la minería, la tala de bosques y la construcción de represas, que amenazan las tierras y los medios de vida de las comunidades indígenas y rurales. Al denunciar estas prácticas destructivas, enfrentan amenazas cada vez mayores de aquellos que buscan lucrar con la degradación ambiental.

Estas amenazas no se limitan a las áreas rurales y remotas de Colombia. Como señala el informe, algunas de las regiones más peligrosas para los defensores son también las más valiosas económicamente. Las operaciones mineras ilegales, la deforestación y las prácticas agrícolas insostenibles son rampantes, y mientras estas actividades sigan siendo rentables, los defensores ambientales seguirán estando en riesgo.

La implicación de intereses corporativos solo añade complejidad a la situación. Algunos defensores han sido asesinados por oponerse a operaciones mineras, denunciar la deforestación o criticar los impactos ambientales de proyectos hidroeléctricos. Su trabajo a menudo los enfrenta a poderosas corporaciones que priorizan las ganancias sobre el bienestar de los ecosistemas y comunidades locales. Estas empresas frecuentemente operan en áreas donde los grupos armados brindan protección, difuminando aún más las líneas entre la violencia económica y política.

La violencia continua contra los defensores ambientales en Colombia no es simplemente una cuestión política, es una batalla por el futuro de los recursos naturales del país y las comunidades que dependen de ellos. Los asesinatos de estos defensores reflejan las luchas más amplias por la tierra, el agua y el desarrollo sostenible en un país rico en biodiversidad pero plagado por la corrupción, la débil gobernanza y los violentos conflictos por el control de los recursos.

La comunidad internacional debe prestar mayor atención a estos crímenes y tomar medidas para proteger a los defensores ambientales, especialmente en regiones donde los intereses corporativos y de grupos armados se entrecruzan. Para lograr un futuro sostenible, las voces de quienes protegen nuestro planeta deben ser escuchadas, y deben ser protegidas.

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