ANÁLISIS

Patria o Colonia: las elecciones de medio término en Argentina se convierten en un referéndum sobre Milei

Las elecciones legislativas argentinas debían ser algo rutinario: la renovación de la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado. Pero en Buenos Aires, nada de esto se siente ordinario. La campaña se ha transformado en una batalla por la soberanía, la deuda y el destino: un referéndum sobre los dos primeros años del presidente Javier Milei, y una prueba de si el peronismo, a sus ochenta años, aún sabe cómo contraatacar.


De los lemas vintage a los eslóganes virales

En toda la Argentina, una frase familiar ha regresado como una melodía que persiste: “Patria o Colonia.” Está pintada en muros, gritada en marchas y susurrada en pódcasts. Alguna vez fue un lema de guerra; hoy enmarca las elecciones del domingo como una elección entre la dignidad nacional y la sumisión extranjera.

El resurgimiento no es casual. Los peronistas, en busca del lenguaje de la resistencia, la han rescatado del cajón de la historia para acusar a Milei de arrodillarse ante Washington. Afirman que el espíritu de los años 40 —cuando el embajador estadounidense Spruille Braden intervino en la política local y Juan Domingo Perón respondió en las urnas— está vivo nuevamente.

Esta vez, el fantasma tiene otro nombre: “Bessent o Perón.” El blanco es Scott Bessent, financista vinculado a Trump y hombre clave del Tesoro estadounidense para Argentina. Los peronistas lo presentan como el Braden moderno, símbolo del tutelaje extranjero. Y entonces, la maquinaria de los memes hizo lo suyo. Cuando el conductor Eduardo Feinmann presionó a Milei sobre si era servil hacia EE. UU., el presidente intentó esquivar la pregunta… y terminó diciendo “Biden o Perón.” El lapsus se volvió viral. El viejo lema renació, no desde los archivos del partido, sino desde los propios labios de Milei. Como reportó EFE, el clip de audio recorrió Argentina entera, prueba de que incluso la historia puede ponerse de moda.


Deuda, dependencia y el factor estadounidense

Para muchos argentinos, el estribillo peronista resuena porque los números duelen. Desde que Milei asumió en diciembre de 2023, su gobierno firmó un programa con el FMI por 20.000 millones de dólares y otro swap de monedas con EE. UU. por la misma suma—acuerdos que, una vez activados, cuentan como deuda, según cifras citadas por EFE.

El papel de Washington se ha profundizado. El Tesoro estadounidense ha comprado pesos de manera discreta para estabilizar la moneda argentina, y Bessent ha hecho gestiones para conseguir apoyo del sector privado. Incluso el expresidente Donald Trump intervino desde la Casa Blanca, diciendo que su respaldo dependía de que la coalición de Milei ganara el domingo—declaraciones que los peronistas denunciaron como “chantaje público.”

Milei responde con la misma confianza frenética que lo llevó de panelista televisivo a presidente: “Soy especialista en crecimiento económico—con o sin dinero”, afirma, mostrando la baja de la inflación como prueba de que su austeridad funciona. Pero el dolor es visible: 18.000 empresas cerradas y 253.000 empleos perdidos, según el Centro de Economía Política Argentina, citado por EFE.

El panorama general pesa aún más. Datos oficiales del INDEC muestran una deuda externa de 305.000 millones de dólares, la mayor desde 1994, con más de 55.000 millones adeudados al FMI, lo que convierte a Argentina en su principal deudor. En un país que ha bailado este tango de rescate y ruina durante décadas, la vieja dicotomía—liberación o dependencia—suena menos a nostalgia y más a diagnóstico.


El peronismo a los 80, haciendo campaña como en 1945

El movimiento que construyó la Argentina moderna cumplió ochenta años este octubre, y sus líderes lo celebraron no con champán, sino con advertencias. El gobernador Axel Kicillof se plantó ante una multitud en Buenos Aires y tronó: “Hoy, las banderas de la independencia económica y la soberanía política—las que defendió el propio Perón—están en riesgo.” Evocó a Braden como el enemigo eterno, y la multitud respondió con el viejo canto.

El veterano diplomático Jorge Taiana fue más lejos en declaraciones a EFE, calificando los acuerdos de Milei como “un proyecto de dependencia, de subordinación… parte de la estrategia global de los Estados Unidos.” Desde su arresto domiciliario, Cristina Fernández de Kirchner publicó su propio mensaje: “Ochenta años después, es Bessent o Perón.”

Bessent, poco dado a la diplomacia, replicó: “No queremos otro Estado fallido en América Latina, y una Argentina fuerte y estable está en el interés estratégico de los Estados Unidos.” En unas pocas frases punzantes, cristalizó toda la tensión de la campaña: ¿es el salvavidas de Argentina un gesto de cooperación—o una nueva correa?


Ecos de la historia, apuestas del presente

Para entender esta elección, hay que saber cómo los lemas se vuelven cicatrices. En 1956, Argentina tomó su primer préstamo del FMI. En la década siguiente, las privatizaciones del presidente Arturo Frondizi—empezando por el frigorífico del barrio Mataderos—provocaron huelgas bajo el grito de “Patria o Colonia.” La frase se fusionó con el ADN del país.

Y aún antes, en 1946, el lema “Braden o Perón” condensó una era en una sola disyuntiva inolvidable. Perón ganó de forma contundente, demostrando que el lenguaje, cuando se mezcla con el orgullo, puede mover a una nación.

Ahora, ocho décadas después, el ritmo se repite. Los opositores de Milei dicen que la deuda ha reemplazado a los tanques como nueva forma de intervención extranjera, y que la soberanía se empeña contrato a contrato. Sus partidarios responden que el compromiso internacional no es servilismo, sino supervivencia—y que el aislamiento es la verdadera rendición.

La votación del domingo no elegirá presidente, pero sí decidirá quién toma el volante. Si el bloque de Milei crece, podrá profundizar su programa económico radical. Si el peronismo resiste o avanza, podrá reclamar vigencia más allá de la nostalgia. Las apuestas no son solo legislativas: son emocionales, casi espirituales.

Porque en Argentina, la política nunca es solo política. Es teatro, memoria, identidad. Los lemas funcionan porque suenan a hogar. Y cada elección se convierte en un escenario donde los fantasmas de Perón y Evita aún susurran entre la multitud.

EFE/ Enrique Garcia Medina

Un referéndum con otro nombre

Entre cantos y frases virales, el domingo sigue siendo una elección de medio término. Pero se siente como un día de juicio. Dos proyectos se enfrentan: la urgencia libertaria de Milei y la resistencia histórica del peronismo. Entre ambos, millones de votantes miden su vida no en ideología, sino en alquileres, salarios y el precio del pan.

Si “Patria o Colonia” es profecía o performance se contará en las urnas, no en los tuits. Pero la campaña ya logró algo inconfundible: recordó a la Argentina que las palabras todavía importan—que un lema nacido en 1945 aún puede moldear el 2025.

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Y en algún punto entre los fantasmas del pasado y el hambre del futuro, los argentinos vuelven a escuchar la pregunta que nunca dejó de resonar:
¿La patria se mantendrá en pie, o volverá a arrodillarse ante otro imperio?

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