El secuestro del padre de Luis Díaz por el grupo guerrillero ELN en Colombia pone de relieve la necesidad crítica de medidas aceleradas de paz y seguridad
Foto: Fotografía proporcionada hoy por la ONU que muestra a Luis Manuel Díaz (c), padre del futbolista del Liverpool Luis Díaz, liberado después de 12 días secuestrado por la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN). EFE/ONU
Latin American Post Staff
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Secuestros en Colombia: un llamado a la acción urgente
La reciente terrible experiencia de Luis Manuel Díaz, padre del delantero estrella del Liverpool Luis Díaz, a manos de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) ilustra dolorosamente la inseguridad crónica que azota a Colombia. El secuestro de doce días, que terminó con su liberación, ha llamado la atención internacional sobre el problema de larga data de los secuestros en Colombia, una nación cansada de la violencia y que anhela la paz.
La lucha de Colombia con la guerra de guerrillas y los secuestros que la acompañan no es nueva. Durante décadas, las familias de todo el país se han visto sumidas en la desesperación por las acciones de grupos armados como el ELN. El secuestro del mayor de los Díaz, sin embargo, tocó una fibra sensible en el escenario mundial, en parte debido a la prominencia de su hijo, quien convirtió su logro deportivo en una plataforma para pedir la libertad de su padre. Este caso de alto perfil se ha convertido en un conducto para un debate más amplio sobre la necesidad de negociaciones de paz rápidas y efectivas.
La afirmación del ELN de que el secuestro fue un error y la posterior liberación de Díaz no deberían distraer la atención de los temas centrales que nos ocupan. Durante demasiado tiempo, los colombianos han navegado por las traicioneras aguas de la incertidumbre y el miedo, enfrentando las perspectivas de violencia y secuestros como parte de la vida diaria. Las conversaciones de paz del gobierno con el ELN han sido un proceso prolongado, con avances graduales que parecen cada vez más fuera de sintonía con la urgencia del clima actual.
Más allá del retorno emocional
Si bien es alentador, el emotivo regreso de Luis Manuel Díaz a su ciudad natal, su lloroso agradecimiento a su comunidad y el suspiro colectivo de alivio desde Barrancas y más allá no son suficientes para cerrar el capítulo de este traumático episodio. La pregunta persiste: ¿Cuántas familias más deberán soportar lo que ha pasado la familia Díaz? Para una nación que se está quedando sin paciencia, la respuesta debe ser ninguna.
La Defensoría del Pueblo de Colombia estima que entre enero de 2022 y septiembre de 2023, grupos armados fueron responsables de 160 secuestros. Cada uno de estos casos es una flagrante violación de los derechos humanos y un desafío directo a la soberanía del Estado. Después de la liberación, la exigencia del gobierno de que el ELN libere a los rehenes restantes es un paso en la dirección correcta, pero no puede ser el último paso. El ritmo de la paz debe acelerarse porque el pueblo colombiano ya no puede ser espectador de la violencia.
Un enfoque holístico
El gobierno debe aprovechar las negociaciones actuales para impulsar un cese inmediato de los secuestros . Sin embargo, se necesita un enfoque más amplio y holístico, uno que aborde las disparidades socioeconómicas que alimentan el ciclo de violencia. Fortalecer la seguridad en las zonas rurales, donde a los grupos armados les resulta más fácil operar, y mejorar las condiciones socioeconómicas que les permiten reclutarse y prosperar son componentes críticos de una solución sostenible.
Con este fin, el gobierno colombiano, con el apoyo de aliados internacionales, no sólo debe continuar sino intensificar sus esfuerzos para desmantelar las capacidades operativas de grupos como el ELN. Una estrategia multifacética que combine la acción militar con reformas sociales y económicas puede proporcionar a todos los colombianos un entorno más estable y seguro.
Además, es vital considerar el impacto psicológico de los secuestros en la psique nacional. El miedo a los secuestros obstaculiza la libertad, sofoca la actividad económica y erosiona la confianza en la capacidad del gobierno para proteger a sus ciudadanos. Este costo psicológico exige un sistema de apoyo sólido para las víctimas y sus familias e iniciativas comunitarias que fomenten la resiliencia y la acción colectiva contra las amenazas.
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Un llamado a acciones concretas
El caso de Luis Manuel Díaz es un ejemplo conmovedor de la narrativa más amplia de la lucha de una nación por la paz. La conmovedora súplica de su hijo y la acción colectiva de la comunidad por su liberación ejemplifican el espíritu perdurable del pueblo colombiano. Es un espíritu que merece ser afrontado con acciones y políticas concretas que garanticen que ninguna familia tenga que volver a soportar una prueba semejante.
Si bien el pueblo colombiano ha demostrado una notable paciencia y resiliencia frente a la adversidad, su resistencia no debería verse puesta a prueba por un proceso de paz que avanza lentamente. Ha llegado el momento de que el gobierno colombiano y los mediadores internacionales actúen con renovado vigor y determinación. La pesadilla de la familia Díaz podría terminar, pero la terrible experiencia de la nación continúa. No sólo se desean acciones rápidas y decisivas para garantizar la paz y la seguridad; las exige el pueblo colombiano, cuya paciencia no sólo se está agotando sino que está llegando a su fin.