Por qué la disolución de los reguladores en México amenaza la democracia
El Senado de México votó para eliminar los organismos reguladores independientes. Sus funciones ahora serán manejadas por el poder ejecutivo. El gobierno argumenta que este cambio ahorra dinero. Sin embargo, la reducción de la transparencia representa un grave problema, ya que las prácticas desleales en el mercado afectan áreas esenciales.
Los organismos autónomos: guardianes de la democracia
La eliminación de los organismos reguladores independientes en México representa un cambio significativo en las normas del país. Estos organismos siempre han funcionado como contrapesos esenciales al poder presidencial. Han promovido la equidad y la transparencia en sectores clave como energía, telecomunicaciones y regulación de la competencia. Al desmantelar instituciones como la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) y el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), el gobierno elimina defensas contra el abuso del poder ejecutivo, lo que pone en riesgo la democracia.
Los reguladores autónomos garantizan independencia del control político. Aseguran que las decisiones económicas se basen en hechos y no en necesidades políticas. Cofece, por ejemplo, ha sido un guardián contra los monopolios, lo cual es crucial para mantener una competencia justa y proteger los derechos de los consumidores. INAI permite a los ciudadanos obtener información y cuestionar las acciones del gobierno.
La estabilidad económica está en juego
La desaparición de estos organismos reguladores tiene importantes repercusiones para la economía de México. Los reguladores independientes generan confianza entre los inversionistas, especialmente en sectores como la energía y las telecomunicaciones, que dependen de reglas claras y estables para grandes inversiones. Trasladar el poder regulador al Ejecutivo genera incertidumbre. Este nuevo panorama desincentiva la inversión extranjera y frena el crecimiento económico.
El sector energético podría ser uno de los más afectados. Transferir las funciones regulatorias a la Secretaría de Energía está en línea con los planes del gobierno, que priorizan a las empresas estatales de energía. Esta decisión perjudica la competencia y podría alejar a inversionistas privados y extranjeros que han contribuido a modernizar la infraestructura energética de México. Estados Unidos y Canadá ya han expresado preocupación por las políticas energéticas de México en el marco del T-MEC. Este cambio probablemente desencadenará disputas comerciales y dañará aún más las relaciones económicas.
La eliminación del Coneval supondría la pérdida de una herramienta fundamental. Coneval evalúa la pobreza, los programas sociales y la efectividad de las políticas gubernamentales. Integrar estas funciones en el Inegi, el instituto de estadística, implica riesgos. El análisis detallado necesario para abordar la pobreza en una de las mayores economías de América Latina podría debilitarse. Sin las evaluaciones independientes de Coneval, la política social podría convertirse en un instrumento político, en lugar de enfocarse en mejorar genuinamente la vida de los ciudadanos.
¿Un paso hacia el autoritarismo?
La decisión de disolver estos organismos ocurre en el contexto de importantes cambios constitucionales impulsados por el partido Morena en México. Acciones recientes han buscado modificar el poder judicial y dar más control a las empresas estatales de energía. Estos movimientos evidencian una preocupante tendencia hacia la centralización del poder en el Ejecutivo. Los críticos sostienen que estas acciones debilitan los pesos y contrapesos esenciales para una democracia saludable.
En el pasado, México creó instituciones autónomas para equilibrar al Ejecutivo, previniendo abusos de poder durante el siglo XX, cuando un solo partido gobernaba. Su desaparición marca un retroceso hacia una época en la que las decisiones gubernamentales tenían escasa supervisión. Este cambio genera preocupaciones sobre posibles casos de corrupción y un mayor control autoritario.
Concentrar poder en el Ejecutivo probablemente silencia la disidencia y margina las voces de oposición. Al absorber los organismos reguladores en las secretarías, se pierde su independencia. Tanto los ciudadanos como las empresas tendrán menos vías para cuestionar las acciones del gobierno. La pérdida de autonomía institucional amenaza con crear un escenario político sin transparencia, sacrificando la rendición de cuentas para consolidar el poder.
Por qué importa más allá de México
Las repercusiones de la disolución de los organismos reguladores en México trascienden sus fronteras. Como una de las economías más grandes de América Latina, las políticas de México sientan precedentes para la región. Eliminar reguladores independientes podría incentivar a otros gobiernos a seguir el mismo camino, poniendo en riesgo los sistemas democráticos en la región. La amenaza a la democracia es real.
Esta decisión también complica las relaciones de México con socios comerciales como Estados Unidos y Canadá. El acuerdo T-MEC exige reglas abiertas y justas. La eliminación de reguladores autónomos genera incertidumbre sobre el compromiso de México con estos principios. Esto podría derivar en disputas comerciales y posibles sanciones económicas, afectando a las tres economías.
Las empresas estadounidenses en México ven con preocupación la pérdida de supervisión neutral. Dependen de reguladores imparciales para proteger sus inversiones y garantizar una competencia justa. Sin esta protección, aumenta el riesgo de interferencias gubernamentales arbitrarias, haciendo que México sea menos atractivo para la inversión extranjera directa.
Disolver estos organismos independientes es una decisión miope con amplias consecuencias. Aunque el gobierno argumenta que ahorra dinero y simplifica operaciones, en realidad probablemente daña la democracia, desestabiliza la economía y erosiona la confianza pública. Los reguladores independientes desempeñan un papel crucial en garantizar transparencia, equidad y rendición de cuentas. Su eliminación centraliza el poder en el gobierno, poniendo en peligro el progreso democrático y la estabilidad económica de México.
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Ciudadanos, empresas e instituciones internacionales deben oponerse a esta medida. Es crucial proteger el equilibrio necesario para una democracia y una economía saludables. Ignorar este problema podría desencadenar consecuencias demasiado graves para manejarlas.