Trump regresa, México enfrenta renovados desafíos políticos y económicos
A medida que Donald Trump retoma oficialmente la presidencia de EE. UU. el lunes, México se enfrenta a un nuevo período de incertidumbre. Las posibles tarifas amenazan con frenar su economía, las deportaciones masivas podrían saturar las ciudades fronterizas, y las propuestas de acciones militares contra los cárteles mexicanos plantean interrogantes sobre la soberanía nacional.
La sombra de las tarifas
El regreso de Donald Trump al poder ha reavivado las preocupaciones en México sobre las políticas comerciales que podrían remodelar drásticamente las perspectivas económicas del país. En su campaña y declaraciones posteriores, Trump prometió imponer un arancel del 25% sobre los productos mexicanos a menos que el gobierno mexicano detenga lo que él llama la “invasión” de drogas—principalmente fentanilo—y migrantes no autorizados que ingresan a los EE. UU. Estas tensiones aumentadas evocan los enfrentamientos de la administración anterior de Trump, pero los expertos advierten que las apuestas ahora son mucho más significativas.
En 2023, el 83% de las exportaciones de México fueron directamente a EE. UU., sumando más de 490 mil millones de dólares—casi el 30% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional. Un informe reciente de IMCO señala el impacto significativo de esa cifra y advierte que los aranceles elevados repentinamente podrían afectar los sectores empresariales más importantes de México. Las empresas que dependen del libre acceso a los mercados de EE. UU. bajo los acuerdos comerciales actuales podrían enfrentar aumentos pronunciados en los costos. Esta carga probablemente sería trasladada a los consumidores, disminuyendo la ventaja competitiva en precios de México.
Además, los analistas de Moody’s proyectan que la economía de México crecerá solo un 1,3% este año, incluso sin los aranceles propuestos—ya por debajo del 1,5% esperado para el próximo año. Si Trump cumple con sus amenazas, los efectos podrían repercutir más allá de 2025, afectando la inversión extranjera directa, la integración de las cadenas de suministro y la confianza general del consumidor. William Jensen, un científico político internacional y asociado del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi), señala que “ningún otro país en el mundo sentirá los efectos de una transición gubernamental de EE. UU. con tanta agudeza como México, desde las repercusiones económicas hasta los cambios en la política de seguridad.”
A pesar de los pronósticos pesimistas, la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha aclarado que su equipo se mantendrá bien preparado y alerta. Sheinbaum asumió el cargo el 1 de octubre, poniendo su liderazgo justo antes del posible regreso de Trump. En noviembre, escribió una carta firmemente redactada condenando las amenazas del líder republicano e insistiendo en que, si Washington impone aranceles, México responderá con medidas correspondientes. Esta retórica dura tiene como objetivo proyectar una imagen de determinación en casa, tranquilizando a los ciudadanos y empresas mexicanas de que su gobierno tiene “fichas para negociar”, como lo expresa Xóchitl Pimienta Franco, del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey.
Sin embargo, el desafío inmediato es monumental. Las cadenas de suministro globales unen las economías de EE. UU. y México, y cualquier colapso podría dañar ambos lados. Debido a que muchas de las exportaciones de México alimentan directamente las líneas de fabricación de EE. UU.—particularmente en las industrias automotriz y aeroespacial—los aranceles también afectarían los costos de producción en EE. UU. Durante el mandato inicial de Trump, la administración a menudo utilizaba amenazas de aranceles, pero retrocedió con acuerdos finales y negociaciones. Sin embargo, los analistas señalan que el próximo mandato de Trump viene con personal experimentado y una postura más agresiva sobre los problemas comerciales.
El enfoque en los aranceles se extiende más allá de las relaciones entre EE. UU. y México. Como se vio en conflictos anteriores entre la UE y China, la postura comercial general de Trump afecta a otros socios clave. Algunos expertos mexicanos sugieren un enfoque diferente: construir vínculos comerciales con Europa, Asia y América Latina para reducir la dependencia del mercado estadounidense. Sin embargo, tales cambios requieren reformas básicas y una planificación a largo plazo que tome más de unos pocos meses.
La pregunta clave sigue siendo si México tiene suficiente influencia para bloquear las propuestas de aranceles más duras de Trump. A pesar de las declaraciones audaces de Sheinbaum, la capacidad de su gobierno para gestionar disputas comerciales sigue siendo incierta. Un error podría llevar a amenazas de recesión y desestabilizar los cimientos de México y el liderazgo de Sheinbaum.
Una nueva era para las deportaciones
Además de las tensiones comerciales, el espectro de las deportaciones masivas se cierne sobre México. Trump ha declarado que uno de sus primeros actos al regresar a la Casa Blanca será la rápida expulsión de inmigrantes no autorizados de los Estados Unidos. Con alrededor de 11 millones de inmigrantes indocumentados en el país, casi la mitad de los cuales provienen de México, el impacto podría ser enorme. México también depende de las remesas, que representaron casi el 4% del PIB del país el año pasado.
Las comunidades a lo largo de la frontera norte de México se están preparando. Tijuana, la ciudad más grande que colinda con la frontera de EE. UU., recientemente declaró el estado de emergencia, impulsada por el temor de que Trump lleve a cabo operaciones masivas de deportación. Esta preocupación proviene de la memoria de su presidencia anterior, durante la cual su retórica sobre inmigración alimentó la inestabilidad regional, aunque las deportaciones masivas de esa escala nunca se materializaron completamente.
Claudia Sheinbaum ha anunciado planes para recibir a los mexicanos repatriados con programas de empleo y beneficios sociales. También insiste en que Estados Unidos debe deportar a los migrantes no mexicanos directamente a sus países de origen, en lugar de a México, donde los flujos migratorios han alcanzado niveles récord. Desde enero hasta agosto del año anterior, 925,000 personas ingresaron a México de manera irregular, a menudo en ruta hacia la frontera con EE. UU.
A pesar de estas garantías, los críticos argumentan que las propuestas de Sheinbaum carecen de detalles. La analista política Bárbara González señala una “desconexión” entre las autoridades federales en la Ciudad de México y las realidades en los estados fronterizos. Ella comenta que “parece que no han tomado las amenazas de Trump con suficiente seriedad”, advirtiendo que esta segunda administración de Trump parece más organizada y determinada. Haciendo un paralelo con 2016, González sugiere que asumir los mismos resultados que antes sería un grave error.
Al igual que en el escenario comercial, el desafío de las deportaciones masivas obliga a la nueva presidenta de México a adoptar políticas que equilibren preocupaciones humanitarias, económicas y de seguridad. Los albergues de México, ya bajo presión debido a los solicitantes de asilo que huyen de la violencia en Centro y Sudamérica, podrían verse abrumados si miles o incluso decenas de miles de deportados llegaran en corto plazo. Las organizaciones civiles y los gobiernos locales a lo largo de la frontera han comenzado a ampliar sus servicios, pero la magnitud de los posibles individuos entrantes podría superar rápidamente las capacidades existentes.
El tema de las deportaciones está directamente relacionado con la situación política de México. Sheinbaum ha basado su campaña en principios sociales y un trato justo, áreas que enfrentan una prueba real si muchas personas pobres o desplazadas regresan sin dinero ni apoyo. Los programas para ofrecerles viviendas, empleos y atención mental necesitan una implementación rápida para evitar tensiones públicas. Estos esfuerzos requerirán cooperación entre las autoridades federales, estatales y municipales, una coordinación que históricamente ha sido inconsistente, por lo menos.
Los flujos de deportación también pueden exacerbar las tensiones entre México y otras naciones latinoamericanas. Los migrantes de Centroamérica, por ejemplo, podrían quedarse atrapados en México si Washington decide hacer cumplir políticas que los empujen hacia el sur. El tema genera nuevas dudas sobre el deber de México de asistir a los refugiados según los acuerdos internacionales. Por lo tanto, Sheinbaum necesita cooperar con las naciones regionales y con EE. UU. para construir alianzas significativas y respuestas prácticas.
No se puede pasar por alto la dimensión humanitaria de las deportaciones: familias enteras podrían ser separadas, e individuos deportados a países que dejaron hace décadas podrían no tener una red de apoyo. Las expulsiones forzadas a través de la frontera entre EE. UU. y México crean un intenso malestar mental y sufrimiento real. Un tejido estrecho de cultura compartida y lenguaje, además de los lazos familiares, conecta ambos lados de esta frontera. Tales rupturas repentinas dañan el bienestar de comunidades y familias enteras.
El delicado equilibrio de Sheinbaum
Muchos analistas argumentan que el mandato de la presidenta Claudia Sheinbaum estará definido por cómo maneje la renovada tensión en las relaciones entre EE. UU. y México. William Jensen, asociado a Comexi, explica que el segundo mandato de Trump “consumirá la mayor parte de la energía” de la presidencia de Sheinbaum, impulsando las prioridades de su administración y posiblemente opacando su agenda doméstica.
Sheinbaum asumió el cargo con una plataforma enfocada en programas sociales, infraestructura y medidas contra la corrupción. Sin embargo, la realidad inmediata ha orientado su administración hacia la gestión de crisis—encontrar cómo responder a las audaces promesas de Trump, que abarcan aranceles, deportaciones e incluso posibles intervenciones contra los cárteles mexicanos. En el ámbito internacional, los observadores señalan que Sheinbaum está en una posición sensible. Debe mostrar autoridad y determinación para mantener la confianza del pueblo mexicano, pero debe evitar el conflicto directo que podría aumentar las tensiones con EE. UU.
Un verdadero desafío proviene del hecho de que Sheinbaum acaba de comenzar su rol como presidenta. Aunque cuenta con una trayectoria como ex jefa de gobierno en la Ciudad de México, las demandas del liderazgo nacional—particularmente bajo estas circunstancias—son algo completamente diferente. Al forjar una estrategia cohesiva, Sheinbaum parece depender de asesores que enfatizan el diálogo y el respeto mutuo. Públicamente, ha dicho que una vez que Trump asuma el cargo, deberían reanudarse las negociaciones de alto nivel. Planea formar equipos enfocados en problemas urgentes como el narcotráfico, el transporte de armas y el control fronterizo.
La pregunta de si la administración de Trump aceptará ese tipo de trabajo en equipo persiste. Sus comentarios sobre el inicio de su mandato apuntan principalmente a decisiones rápidas e individuales: agregar aranceles, iniciar deportaciones y usar la fuerza militar cuando sea necesario. Parte del acto diplomático de Sheinbaum consistirá en involucrarse tanto con el círculo de Trump como con los legisladores de EE. UU. que podrían actuar como contrapesos al poder ejecutivo. Durante el primer mandato de Trump, las preocupaciones bipartidistas a veces moderaron sus políticas más agresivas en comercio e inmigración. El clima político en Washington parece más dividido, lo que reduce la posibilidad de una oposición real dentro de los grupos del gobierno de EE. UU.
Sheinbaum trata de convencer a los mexicanos sobre la influencia real del país. El papel de México como un socio comercial significativo y su posición junto a los Estados Unidos siguen siendo sustanciales. Los aranceles a los productos mexicanos también afectarían a muchas empresas estadounidenses dependientes de las cadenas de suministro transfronterizas, y las deportaciones masivas podrían tensar aún más los ya fracturados mercados laborales de EE. UU., especialmente en industrias dependientes del trabajo inmigrante. Como resultado, algunos expertos creen que Trump eventualmente optará por la negociación por interés pragmático, siempre que México se mantenga firme.
El enfoque de Sheinbaum incluye riesgos. Un movimiento en falso podría avivar sentimientos anti-mexicanos en EE. UU. y reforzar una posición más dura entre los asesores más cercanos de Trump. Por otro lado, si parece demasiado flexible, su posición en casa podría verse afectada, ya que los votantes mexicanos esperan un liderazgo firme frente a las presiones externas. La principal prueba de su presidencia radica en encontrar el equilibrio adecuado entre la acción decidida y la cautela.
El futuro de la política mexicana depende de estos resultados. Si Sheinbaum logra contrarrestar las amenazas de Trump, podría ganar la confianza pública y construir un sistema más estable que resista las amenazas externas. Pero si comete errores, sus rivales aprovecharán esos fallos. El actual escenario político fragmentado en México deja muy poco espacio para los errores.
Intervención de seguridad o soberanía nacional?
Probablemente, el aspecto más alarmante de la retórica de Trump es la posibilidad de una acción militar directa de EE. UU. contra los cárteles de drogas mexicanos. En entrevistas recientes, Trump declaró que estaría dispuesto a “bombardear” las operaciones de los cárteles o desplegar tropas estadounidenses al sur de la frontera. Aunque tales declaraciones ya se habían circulado anteriormente, la segunda presidencia de Trump llega con una administración que podría estar más organizada en la implementación de políticas controvertidas.
Marco Rubio, nominado por Trump para ocupar el cargo de Secretario de Estado, mencionó a principios de enero que designar a los cárteles mexicanos como grupos terroristas podría ser una estrategia “imperfecta” pero “adecuada”. Si bien tal clasificación podría teóricamente otorgar al gobierno de EE. UU. mayores poderes para apuntar y procesar a los miembros de los cárteles, también plantea serias preocupaciones sobre la soberanía de México. Podría abrir el camino para incursiones de EE. UU. en territorio mexicano bajo el pretexto de combatir el terrorismo.
Sheinbaum ha rechazado consistentemente la idea de operaciones militares extranjeras dentro de México. Insiste en que la cooperación en seguridad con los Estados Unidos debe adherirse a los marcos establecidos—como la Iniciativa Mérida—y respetar la autonomía de México. Sin embargo, los críticos argumentan que si Trump adopta un enfoque confrontacional, la capacidad de México para resistir podría estar limitada. Algunos incluso temen que un solo incidente de alto perfil, como la muerte de un ciudadano estadounidense a manos de la violencia de los cárteles, podría desencadenar una respuesta militar impulsiva desde la Casa Blanca.
Muchos observadores creen que una mayor intervención de EE. UU. en México no solo socavaría el orgullo nacional, sino que también podría resultar contraproducente, desestabilizando aún más las comunidades fronterizas y empoderando a los grupos criminales para explotar los resentimientos nacionalistas. Históricamente, los cárteles han prosperado en entornos donde el estrés institucional es alto. Una respuesta turbulenta podría ayudar a la reclutación, ya que las comunidades en zonas de conflicto podrían culpar a los atacantes externos.
Las autoridades mexicanas y estadounidenses han trabajado juntas en la compartición de inteligencia y en la aplicación de la ley transfronteriza a lo largo de los años. El trabajo incluye el seguimiento de armas ilegales, drogas y esquemas de lavado de dinero. Los funcionarios mexicanos valoran las herramientas tecnológicas y la experiencia de EE. UU. Los agentes estadounidenses dependen de los informes locales para combatir a los grupos criminales. Enfocarse en tales asociaciones presenta una oportunidad real para restringir las acciones de los cárteles sin recurrir a la acción militar.
Un enfoque exitoso requiere el papel activo de Sheinbaum. Si Trump ignora el trabajo en equipo cotidiano y actúa en solitario, México se enfrentaría a la exclusión de las decisiones sobre su seguridad. Tales pasos amenazan el poder de Sheinbaum y las relaciones entre EE. UU. y México. El efecto de movimientos unilaterales podría dañar los lazos diplomáticos. Un aumento del nacionalismo mexicano podría alcanzar nuevos picos, lo que obligaría a Sheinbaum a reaccionar con medidas firmes y crear un estancamiento duradero.
Los analistas predicen que una prueba clave aparecerá en los primeros 100 días de Trump en el cargo. Muchos presidentes de EE. UU. usan estas primeras semanas para avanzar en sus principales planes. Si Trump dirige al ejército para tomar alguna forma de acción tangible contra los cárteles—o los designa como organizaciones terroristas—podría definir el tono de las relaciones bilaterales durante los próximos años. Por su parte, Sheinbaum ha expresado optimismo de que una vez que Trump “asuma el cargo con su equipo”, ambos lados puedan establecer una coordinación de alto nivel. Pero incluso Sheinbaum reconoce que esta coordinación también debe proteger los derechos y el bienestar de los mexicanos en Estados Unidos.
Un regreso de Trump al poder en 2024 presentaría grandes problemas para México, además de para su nueva presidenta, Claudia Sheinbaum. La administración tendría que enfrentar importantes disputas comerciales, asuntos fronterizos y cuestiones de seguridad. Las industrias de México podrían enfrentar graves daños por posibles aranceles del 25% así como deportaciones masivas que podrían abrumar a las ciudades cercanas a la frontera. La disposición de Trump a considerar bombardear los bastiones de los cárteles o designar a los grupos criminales como terroristas plantea el espectro de un conflicto en aumento que podría poner a prueba la soberanía de México.
Sheinbaum se encuentra en un delicado acto de equilibrio, tratando de demostrar fortaleza y compostura a sus ciudadanos y a la comunidad internacional. Ha prometido represalias si EE. UU. impone aranceles y ha prometido programas para los migrantes que regresen, aunque los detalles siguen siendo escasos. Los críticos insisten en que su administración debe ir más allá de la retórica y prepararse para escenarios que ya no son teóricos. La presidencia anterior de Trump mostró lo impredecibles que pueden ser sus movimientos, y su nuevo equipo puede tener la experiencia para ejecutar políticas más rápidamente y con menos controles internos.
Al mismo tiempo, México conserva poderosas herramientas de negociación. Su papel clave en la cadena de suministro de EE. UU. y su enorme mercado para los productos estadounidenses, además de la posición de México como un aliado regional significativo, hacen que cortar totalmente los lazos sea bastante impráctico para Washington. Sheinbaum debe utilizar esta ventaja para obtener beneficios reales sin un enfrentamiento económico o de seguridad completo. Los próximos meses serán críticos. Las decisiones inteligentes podrían reformar un sistema mejor para el trabajo en equipo. Sin embargo, las malas decisiones podrían empujar a México a problemas económicos, disturbios sociales y fricciones fronterizas.
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El impacto del regreso de Trump va más allá de las relaciones actuales entre EE. UU. y México. Realmente define cómo evoluciona esta región conectada a través de la historia compartida, la cultura y los vínculos comerciales. Si estos lazos emergen más fuertes o desgarrados podría depender en gran medida de la capacidad de Claudia Sheinbaum para guiar a México a través de una tormenta que comenzó a gestarse mucho antes de que asumiera el cargo y que ahora amenaza con intensificarse bajo la renovada presidencia de Donald Trump.