CIENCIA Y TECNOLOGÍA

Cómo un geólogo brasileño descubrió el cambio de dirección del río Amazonas

Un hallazgo sorprendente revela que el gran río Amazonas de Brasil se desplazó hacia el oeste hace millones de años, cambiando nuestra comprensión sobre el pasado de este vasto río.

Descubriendo un rompecabezas geológico

Un descubrimiento sorprendió nuestras ideas sobre la historia antigua del poderoso río Amazonas de América del Sur. Un geólogo brasileño y su equipo ahora tienen evidencia de que el Amazonas fluía en la dirección opuesta hace millones de años, una visión que redefine todo lo que pensábamos saber sobre esta colosal vía fluvial. Aunque hoy en día se reconoce que el Amazonas es el río más grande del mundo por volumen de agua, drenando enormes franjas del continente y desembocando en el Atlántico, esta investigación sugiere que su camino anterior era hacia el oeste, apuntando directamente hacia los Andes. Es una historia que nos invita a ver nuestro planeta como algo notablemente inquieto, cuya superficie cambia a lo largo de vastas escalas de tiempo de maneras que pueden invertir incluso nuestras narrativas geológicas más aceptadas.

Un geólogo llamado Russell Mapes, que realizaba estudios de posgrado en la Universidad de Carolina del Norte, encontró por casualidad esta pista sorprendente mientras estudiaba sedimentos de ríos en el centro de América del Sur. Al examinar muestras de granos de circón—fragmentos microscópicos de mineral que a menudo revelan el origen de una roca—encontró evidencia sólida de que estos granos provenían de las partes orientales del continente. Esto resultaba desconcertante, ya que el Amazonas actual corre de oeste a este, llevando sedimentos de los Andes al Atlántico. Si los granos de Mapes realmente provenían del este, ¿cómo habían llegado tan lejos tierra adentro, en zonas que normalmente reciben materiales de las montañas del oeste?

Aunque algunos colegas inicialmente cuestionaron si el sitio de la muestra podría haber estado contaminado, nuevas verificaciones descartaron esa posibilidad. Cuanto más Mapes y su equipo observaban, más consistentemente veían el mismo patrón: estos granos de origen oriental estaban dispersos en lugares donde no deberían estar, según el flujo actual del río. Al profundizar, recurrieron a los registros fósiles en las capas de antiguos depósitos de fondos marinos—fósiles de vida marina que, en teoría, no deberían estar tan lejos de la costa si el Amazonas siempre hubiera canalizado agua (y las criaturas que la acompañan) de las montañas hacia el Atlántico.

Esta mezcla de evidencia de circón y fósiles pintó un panorama dramático de un río que una vez fluyó en sentido contrario. Había rumores en la comunidad geológica de que el curso del Amazonas podría haber cambiado en alguna era distante, pero nadie había identificado algo tan definitivo. La investigación de Mapes hizo precisamente eso, abriendo una nueva conversación sobre cómo las fuerzas tectónicas, la erosión y los cambios climáticos pueden rediseñar radicalmente los paisajes más significativos de la Tierra, e incluso redirigir un río del tamaño del Amazonas.

Descifrando las fuerzas detrás del cambio de dirección

Para comprender el “cómo” detrás de este cambio, el equipo de investigación se centró en el período Cretácico, hace entre 65 y 145 millones de años. Geológicamente, la cuenca del Amazonas es una zona increíblemente plana, lo que significa que incluso una ligera inclinación en la tierra puede tener un efecto desmesurado en la forma en que fluye el agua. El supervisor de Mapes, Drew Coleman, señala que el suave gradiente del terreno es crucial aquí; un pequeño empujón puede cambiar la dirección de un río de este a oeste o viceversa.

Al principio, cuando los Andes apenas existían como una cordillera, el terreno más elevado del norte de América del Sur estaba más hacia el este, algo conocido como el Arco de Purus. Esa topografía atraía suavemente el agua del este hacia el oeste. Pero a lo largo de millones de años, los movimientos tectónicos y la erosión remodelaron la región. La formación de los Andes cambió los patrones de lluvia, lo que aceleró la erosión. Poco a poco, los escombros de las montañas llenaron la cuenca media, causando una inclinación que invirtió el curso del río. Eventualmente, las aguas que antes fluían hacia el oeste ya no encontraron una ruta conveniente en esa dirección; tuvieron que girar hacia el este y esculpir el camino que vemos en los mapas modernos.

Mapes dice que el último gran cambio de dirección podría haber ocurrido hace entre cinco y diez millones de años, un período extremadamente corto en la escala de tiempo de los movimientos tectónicos. Ese breve intervalo geológico demuestra cómo incluso los sistemas más masivos pueden sufrir rearrreglos repentinos si las condiciones son las adecuadas. Unos pocos millones de años pueden parecer una eternidad para nosotros, pero es solo un parpadeo en un planeta que mide su existencia en miles de millones de años.

Por qué importa para nuestro planeta en constante cambio

Cuando pensamos en un río icónico como el Amazonas, es fácil imaginar que siempre ha fluido exactamente donde lo hace hoy. La evidencia de un cambio de dirección significativo resalta lo dinámico que es la Tierra, recordándonos que los puntos de referencia naturales prominentes pueden cambiar drásticamente a medida que la corteza terrestre sube, baja y se desgasta a lo largo de eones.

Esta historia de reversión también ofrece una lección sobre cómo evolucionan los ecosistemas. Los fósiles marinos están apareciendo en lugares donde no deberían estar, lo que sugiere que, en tiempos remotos, las criaturas de agua salada se aventuraron tierra adentro en corrientes que ya no existen. Esto significa que la distribución de especies era completamente diferente en el pasado, formada por un río que las llevaba en direcciones que luego se volvieron imposibles. A partir de esto, los ecosistemas actuales podrían transformarse también en el futuro, especialmente a medida que los movimientos tectónicos, los niveles del mar o los patrones climáticos cambien. Esas transformaciones pueden reorganizar la biodiversidad de maneras inimaginables desde nuestra perspectiva a corto plazo.

Los geólogos que estudian cómo el Amazonas cambió de dirección mejoran sus habilidades para leer los registros geológicos. Se vuelven más expertos en rastrear el movimiento de sedimentos, lo que ayuda a comprender el clima pasado de la Tierra y a localizar recursos. Por ejemplo, si sabes por dónde pasaban los ríos antiguos, puedes reducir tu búsqueda de depósitos minerales o hidrocarburos. También puede ayudar a los geólogos a interpretar señales de cambios climáticos prehistóricos. A veces, una pieza del rompecabezas—como un grano de circón—abre la puerta a conocimientos más amplios sobre cómo eran los océanos y los continentes en el pasado.

El contexto más amplio es que la Tierra, de arriba a abajo, está increíblemente interconectada. Los movimientos tectónicos en un lugar pueden afectar eventualmente los niveles del mar o los patrones de erosión en otro. Los cambios en las tierras altas podrían haber provocado el giro direccional del Amazonas, pero también podrían haber tenido efectos en cadena río abajo: alterando deltas, modificando climas locales y desarraigando las formas de vida que dependían de condiciones estables en los ríos.

Con esta nueva perspectiva, los científicos ambientales pueden planificar mejor los esfuerzos futuros de conservación o restauración. Supongamos que entendemos cómo los ríos pueden cambiar drásticamente con el tiempo. En ese caso, podríamos pensar más cuidadosamente sobre dónde construir, cómo gestionar las llanuras de inundación y cómo preservar hábitats que, en realidad, son más efímeros de lo que nos gustaría creer. Incluso los bosques más densos o los ríos más anchos están sujetos a las transformaciones continuas de la Tierra.

Mirando hacia el futuro

Aunque la revelación de que el Amazonas una vez fluyó en reversa ya es impresionante, puede ser solo la punta del iceberg. Las investigaciones en curso esperan desentrañar más detalles: por ejemplo, ¿con qué frecuencia ha cambiado este gran río de curso y siempre siguió el mismo guion geológico de topografía-erosión-inclinación-redirección? ¿Podría haber habido períodos en los que el río serpenteó en múltiples direcciones—como un río trenzado a escala continental—antes de establecer un solo flujo?

Debido a que los sistemas fluviales importantes son vitales para la biodiversidad del planeta, cambios de esta magnitud pueden provocar cambios profundos en la forma en que evolucionan la flora y la fauna. Imagina una reconfiguración masiva que corte algunas especies de otras o que difunda ciertas plantas y animales en regiones donde nunca habrían llegado de otro modo. A lo largo de millones de años, eso puede moldear las líneas genéticas que vemos hoy.

No menos importante son las pistas que este descubrimiento ofrece sobre los climas y las precipitaciones antiguas. Al rastrear los sedimentos de los ríos, los científicos obtienen valiosas pistas sobre los patrones de precipitación pasados, como dónde las tormentas descargaron agua y cómo esa agua reorganizó los paisajes. Comprender estos cambios puede ayudar a los especialistas en clima modernos a perfeccionar sus modelos, especialmente para un ecosistema crítico como el Amazonas. Si queremos predecir cómo la región podría manejar los cambios de temperatura o precipitaciones en los próximos siglos, es extremadamente útil ver cómo respondió a transformaciones en el pasado.

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Esta revelación es un testimonio de la idea de que nada sobre la Tierra es realmente fijo. Las características del planeta sufren una reorganización continua, desde las montañas más poderosas hasta los ríos más grandiosos. Esa sensación de cambio, en escalas de tiempo tan grandes que apenas podemos comprenderlas, sigue siendo una de las características más definitorias de la Tierra. Incluso el Amazonas, que se creía inquebrantable en su marcha hacia el Atlántico, ha tenido momentos en su profunda historia cuando dirigió su curso en la dirección opuesta.

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