CIENCIA Y TECNOLOGÍA

Descubriendo Tenochtitlan: El Patrimonio Mexicano Bajo un Paisaje Moderno

Ciudad de México tiene calles transitadas, y sus altos edificios se elevan sobre lo que queda de Tenochtitlan. Las secciones restantes ofrecen una visión clara de los logros prehispánicos. Leonardo López Luján, un arqueólogo, lidera el Proyecto Templo Mayor. Este esfuerzo revela información; estos datos destacan una pieza clave de la cultura mexicana.

Una Infancia Sumergida en la Arqueología

Leonardo López Luján (nacido en Ciudad de México en 1964) parecía estar destinado a recuperar la memoria enterrada de Tenochtitlan. La pasión de su familia por descubrir culturas antiguas era profunda: su madre trabajó como asistente de Alberto Ruz Lhuillier, el arqueólogo de origen francés más reconocido nacionalizado en México durante el siglo XX, mientras que su padre se especializó en la historia de la civilización mexica. Este ambiente intelectual moldeó su crianza, transformando las conversaciones cotidianas en animadas discusiones sobre los mundos indígenas.

Desde la tierna edad de ocho años, López Luján se sintió atraído por los sitios de excavación. Cada verano, realizaba lo que él describe como “la tarea más terrible a la que se enfrenta un arqueólogo”: lavar y etiquetar grandes cantidades de fragmentos de cerámica. En una charla con EFE, habló de su involucramiento inicial. Eran tanto difíciles como importantes, un gran desafío para alguien que deseaba ser arqueólogo. Esos veranos incluían trabajo polvoriento y trato con piezas antiguas. Esto reforzó su decisión de continuar con el trabajo de su familia.

A los dieciséis años, se convirtió oficialmente en miembro del Proyecto Templo Mayor. El Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH) lideraba esa iniciativa, que comenzó unos años antes, en 1978. Los trabajadores encontraron una gran figura de piedra de la diosa mexica de la luna, Coyolxauhqui. Esto sucedió en el núcleo del antiguo centro de Ciudad de México. El asombroso hallazgo provocó un nuevo enfoque en el área sagrada de Tenochtitlan, que estaba bajo años de crecimiento urbano. El momento era perfecto para López Luján. Se involucró en un trabajo arqueológico que pronto ganó interés mundial. Para 1980, ya formaba parte del equipo de arqueólogos más prestigioso del país, y desde 1991, ha dirigido el mismo proyecto que encendió su pasión hace décadas.

Los Desafíos de Excavar en una Ciudad Contemporánea

Durante más de cuatro décadas, el Proyecto Templo Mayor se ha dedicado a desenterrar gran parte del recinto sagrado de Tenochtitlan, arrojando luz sobre aspectos clave de la civilización mexica. Sin embargo, explorar esta antigua capital, una vez ciudad insular sobre el Lago de Texcoco, presenta un laberinto de obstáculos modernos.

“Ciudad de México apila tres capas distintas de historia,” explica López Luján. “Justo en la superficie, tenemos la metrópoli contemporánea. A unos pocos metros por debajo, rastros de la capital de la Nueva España, que floreció durante tres siglos. Más profundo aún, Tenochtitlan, la gran ciudad mexica.” Esta complejidad estratificada significa que los arqueólogos lidian con una planificación urbana congestionada, estructuras coloniales delicadas y el inestable subsuelo de una región construida sobre un antiguo lago.

Excavar está restringido por realidades prácticas. “No excavamos donde queremos, sino donde podemos,” señala. Los proyectos de construcción, públicos, privados e incluso las expansiones del metro de la ciudad, ofrecen oportunidades raras para abrir ventanas al pasado. Siempre que se planea un nuevo edificio, el equipo del Templo Mayor puede solicitar acceso breve para investigar posibles restos bajo tierra. Sin embargo, estos cambios a menudo producen áreas de excavación restringidas o agujeros profundos estrechos. Esto limita la visión completa que los académicos podrían desarrollar.

Un peligro más importante es la extracción ilegal y el comercio de objetos antiguos. Según López Luján, piezas de enorme valor histórico y cultural a veces son destruidas por constructores descuidados o canalizadas al mercado negro y vendidas en subastas en Nueva York, Bruselas y París. Él lamenta: “Muchas veces, la gente realiza trabajos sin notificar a las autoridades. Una reliquia se destruye o roba, y perdemos parte de nuestro registro histórico para siempre.”

A pesar de los desafíos, López Luján y su grupo de casi treinta especialistas encontraron detalles notables sobre cómo los mexicas existían, veneraban y gobernaban. Los descubrimientos, desde asombrosas donaciones ceremoniales, que incluían esculturas de deidades de piedra junto con detallados grabados, hasta grandes cimientos de templos, clarifican una cultura compleja. Esta cultura una vez floreció en equilibrio con la zona lacustre. Las conclusiones del equipo van más allá de los simples objetos. Exponen cómo los mexicas controlaban la creación agrícola, organizaban la estructura social a través de eventos espirituales y construían un sistema de pactos a través de la zona.

Preservando el Pasado para el Futuro

Con los años, López Luján se volvió cada vez más seguro de la importancia de la arqueología. Él la ve como una conexión entre lo que ha sido y lo que es ahora. En su opinión, estudiar a grupos antiguos, como los mexicas, ofrece ideas útiles para las comunidades de hoy. “Las culturas prehispánicas proyectan sus luces y sus sombras,” reflexiona. Por un lado, proporcionan ejemplos de desarrollo urbano sofisticado y uso sostenible de los recursos, características de un imperio construido sobre chinampas (jardines flotantes agrícolas) que integraban de manera perfecta la gestión del agua. Por otro lado, subrayan errores políticos y ecológicos que resuenan a través de la historia, recordándonos lo frágiles que pueden ser las grandes civilizaciones cuando se enfrentan a divisiones internas o tensiones ambientales.

Estudiar Tenochtitlan va mucho más allá de un ejercicio académico, dice López Luján. Construye un mayor respeto por los diversos orígenes de la cultura mexicana. Muchas de las denominaciones de las calles urbanas, celebraciones del área y hábitos alimenticios provienen de prácticas nativas que sobrevivieron a la invasión española y a los posteriores cambios sociales. El Templo Mayor, que fue el corazón de la actividad religiosa y comunitaria de los mexicas, sigue siendo una fuerte representación de la supervivencia de la conciencia antigua.

Mantener este patrimonio requiere enfoque constante. Descubrimientos importantes, como famosos lugares sagrados o esculturas elaboradas, suelen atraer la cobertura global de prensa. Muchos de los objetos más pequeños, restos, fragmentos de tierra, se acumulan gradualmente. Estos esperan un estudio exhaustivo, mantenimiento y presentación a la comunidad. Estos bienes corren el riesgo de perder sus historias si se mantienen ocultos en almacenamiento sin un examen adecuado.

López Luján cree que trabajar para proteger y aprender sobre los restos físicos de Tenochtitlan significa mejorar la identidad y el conocimiento compartido. Cada objeto, desde piezas simples de cerámica hasta grandes obras de piedra, agrega a la compleja historia de la población mexica. Al juntar estos objetos, los arqueólogos no solo llenan vacíos en los eventos pasados mesoamericanos, sino que también ayudan a las personas actuales y futuras a desarrollar un vínculo con lo que sucedió antes.

Él cree que al revelar las maravillas de Tenochtitlan, aprendemos a navegar el presente con mayor sabiduría. El registro arqueológico nos obliga a reflexionar sobre la planificación de ciudades, la gestión de recursos y la inclusión cultural. De hecho, gran parte de la apariencia moderna de Ciudad de México descansa sobre bases construidas hace siglos por los mexicas, cuya maestría en hidráulica e ingeniería urbana sigue impresionando a los estudiosos contemporáneos.

En última instancia, Tenochtitlan perdura, no solo en las ruinas dispersas bajo las calles pavimentadas de Ciudad de México, sino en la memoria colectiva que impulsa el Proyecto Templo Mayor hacia adelante. Gracias a la continua excavación, cada objeto encontrado recientemente funciona como una luz, aclarando una época e influyendo en la autopercepción de un grupo que pasó por cambios durante muchas generaciones.

En manos de López Luján y sus dedicados colegas, la arqueología se convierte en un acto de homenaje y restauración. Reactiva el respeto por las complejidades de las civilizaciones mesoamericanas, aclara las genealogías de la cultura mexicana moderna y nos recuerda el impacto irreversible de las fuerzas destructivas: ya sea conquista, desequilibrio ambiental o desarrollo descontrolado.

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López Luján afirma: “Como arqueólogos, recuperamos lo que se pensó perdido y lo mostramos al mundo. Es una vocación que mezcla pasión por el pasado con responsabilidad por el futuro.” Él asegura que la voz de Tenochtitlan se escucha a lo largo de los tiempos. Esto va más allá del asfalto y el acero de la capital actual. Se cuenta una historia de poder, innovación y valor cultural.

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