CIENCIA Y TECNOLOGÍA

El científico que ayudó a reconectar Uruguay, y que ahora podría ayudar a reconectar el mundo

La vertiginosa carrera de Uruguay hacia casi un 100% de electricidad renovable comenzó con un momento improbable: un físico de partículas contestando el teléfono y escuchando al presidente del otro lado de la línea. Menos de una década después, el país se convirtió en un modelo global de energía verde—y ahora el científico que ayudó a diseñar esa transformación está exportando el modelo.

Una llamada telefónica y un giro desde el Big Bang

Cuando Ramón Méndez Galain contestó el teléfono en 2008, esperaba una consulta académica rutinaria, no una invitación para ayudar a redefinir el futuro de Uruguay. “La invitación fue una sorpresa tremenda”, le dijo a The Washington Post, recordando el momento en que el entonces presidente Tabaré Vázquez le preguntó si un “simple profesor universitario” consideraría convertirse en secretario de energía.

Galain había dedicado su carrera a estudiar las primeras fracciones de segundo después del Big Bang—ecuaciones, cosmología, construcciones teóricas. Las crisis energéticas no eran su campo. Pero al regresar a Uruguay, encontró un sistema al borde del colapso. La energía hidroeléctrica, durante mucho tiempo la columna vertebral de la red, ya no podía satisfacer la demanda. El país importaba todos sus combustibles fósiles. Los precios subían rápidamente. Algunos responsables políticos planteaban la idea de construir una planta nuclear.

Galain vio otra cosa: corredores de viento que cruzaban las pampas, potencial solar esperando ser aprovechado, residuos agrícolas que podían alimentar plantas de biomasa. Redactó un informe argumentando que una apuesta agresiva por las energías renovables—combinada con una red modernizada—podría estabilizar el sistema uruguayo y liberarlo de la volatilidad del petróleo importado.

Entonces llamó el presidente. Y la idea se convirtió en política nacional.

Ingeniería de la política y la física

Entre 2008 y 2015, Galain guió una transformación que combinó infraestructura, matemáticas y coreografía política. Uruguay no solo instaló turbinas y parques solares; reescribió las reglas de todo el mercado eléctrico.

“Demostramos que sí, es posible gestionar un sistema eléctrico con casi 100 por ciento de renovables”, dijo Galain a The Post. El avance no fue simplemente tecnológico. Surgió de una sofisticada herramienta de simulación que su equipo desarrolló—un software capaz de modelar la intermitencia del viento y el sol, anticipar el estrés de la red y mapear cómo se comportarían las distintas fuentes en todos los escenarios imaginables.

Esa herramienta se convirtió en el arma contra el escepticismo. Mostró, con números y no con retórica, que la confiabilidad no solo era posible sino también económicamente sensata.

En cinco años, la electricidad de Uruguay estaba esencialmente descarbonizada. Las renovables aportaban el 98% de la generación; solo la energía eólica suministraba hasta el 40% del consumo anual. En 2023, la proporción superó el 99%, señaló Galain. Los precios de la electricidad bajaron. Se crearon aproximadamente 50,000 empleos—alrededor del 3% de la fuerza laboral. Y Uruguay comenzó a exportar energía limpia a Argentina y Brasil.

Tan importante como la ingeniería fue el diseño político. El plan se debatió entre partidos, se ajustó donde fue necesario y finalmente fue adoptado por todas las principales coaliciones políticas. Ese respaldo transversal protegió la transición de la habitual turbulencia electoral. “Una herramienta esencial que desarrollamos fue una herramienta de simulación”, dijo Galain a The Post, explicando cómo los datos se convirtieron en el lenguaje universal capaz de convencer a los escépticos y preservar el consenso.

Las reglas del mercado se reescribieron para adaptarse a las características de las energías renovables. El viento, el sol, la hidroeléctrica y la biomasa ya no estarían obligados a “jugar con reglas que no son adecuadas para ellos”, como dijo Galain. Bajo el sistema anterior, nunca podrían ganar. Bajo el nuevo, competían en igualdad de condiciones—y prosperaron.

DR

Por qué Uruguay avanzó rápido, y qué pueden aprender otros

El cambio de Uruguay vino acompañado de ventajas que muchos países no tienen: estabilidad política, geografía favorable y la ausencia de un lobby petrolero o gasífero arraigado que se opusiera al cambio. Sin embargo, los expertos dicen que esos factores por sí solos no explican la velocidad ni la durabilidad de la transición.

“La voluntad política, la estabilidad, la geología y la geografía del país estaban todas a favor”, dijo Amanda Maxwell, directora general del Consejo de Defensa de los Recursos Naturales, a The Washington Post. Pero enfatizó que la clave fue tratar la energía limpia no como un imperativo moral sino como uno económico. Eliminar las importaciones de combustibles fósiles trajo beneficios inmediatos para la seguridad nacional. Un sistema eléctrico estable y barato fortaleció tanto a la industria como a los hogares.

El logro de Uruguay ahora lo coloca “claramente a la vanguardia mundial” al demostrar una ruta realista hacia la neutralidad de carbono, dijo Maxwell. Su experiencia muestra que las transiciones energéticas pueden construirse no solo sobre el idealismo, sino sobre una base sólida de economía, datos y diseño institucional.

Otros países no podrán copiar a Uruguay al pie de la letra. Una economía fuertemente dependiente del carbón, por ejemplo, enfrenta batallas políticas que Uruguay nunca tuvo que librar. Pero los principios subyacentes sí se pueden trasladar: consenso a largo plazo en lugar de políticas de corto plazo; reformas de mercado que premien en vez de castigar a las renovables; modelización rigurosa que reduzca el riesgo de inversión; y coordinación entre empresas eléctricas, reguladores y desarrolladores.

“A veces simplemente falta visión por parte de los responsables políticos”, dijo Angela Pachon, asesora del Kleinman Center for Energy Policy de la Universidad de Pensilvania, que otorgó a Galain su Premio Carnot en 2023. Pero cuando alguien puede demostrar—no solo especular—que una transición limpia es posible y beneficiosa, dijo, “la política también cambia”.

¿Un modelo para el mundo?

Con la transformación de Uruguay prácticamente completa, Galain ha puesto la mirada hacia afuera. Su misión ya no es mantener a su país funcionando con viento y sol, sino ayudar a que otras naciones den el salto.

Después de todo, alguna vez logró cambiar sistemas enteros solo con ecuaciones, convicción y una llamada telefónica en el momento justo. Ahora, el mundo lo está llamando de vuelta.

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