El final violento del niño inca chileno de Cerro El Plomo.
El descubrimiento de la Momia del Plomo, un niño inca sacrificado ritualmente hace más de 500 años en el Cerro El Plomo de Chile, reveló un giro sorprendente: este niño no murió en paz como se creía, sino de un golpe fatal en la cabeza, lo que pone en tela de juicio las ideas previas sobre los rituales incas.
En 1954, los arqueólogos desenterraron un hallazgo asombroso en las laderas del Cerro El Plomo en Chile: una momia bien conservada de un niño inca, sentado en posición fetal, con los brazos firmemente envueltos alrededor de las rodillas. El niño, que tenía aproximadamente ocho años al momento de su muerte, pasó a ser conocido como la “Momia del Plomo”. Este descubrimiento proporcionó una visión invaluable de la civilización inca y sus prácticas sacrificiales, en particular el ritual conocido como Qhapaq hucha o Capacocha, en el que se sacrificaban niños para apaciguar a los dioses.
Durante décadas, los investigadores creyeron que el niño había sido llevado suavemente a la muerte. La teoría predominante sugería que lo habían sedado con un potente narcótico, una práctica común en los rituales incas, y lo habían dejado sucumbir a los elementos en su tumba helada. Se suponía que sus últimos momentos fueron pacíficos, marcados por la hipotermia y el desvanecimiento gradual de la vida a medida que el frío lo vencía. La preservación de su cuerpo en los Andes helados proporcionó una imagen inquietante pero serena de un rito antiguo, que parecía ejemplificar la reverencia de los incas por las deidades que adoraban.
Nuevos conocimientos sobre un antiguo sacrificio
Sin embargo, un estudio reciente ha puesto patas arriba estas antiguas creencias. Mediante técnicas avanzadas de imagenología, los investigadores han descubierto que el niño no murió tan pacíficamente como se creía anteriormente. En cambio, la evidencia sugiere que su vida fue violentamente interrumpida por un golpe en la cabeza, probablemente infligido por uno de los asistentes a la ceremonia del sacrificio. Esta revelación añade una nueva capa de complejidad a nuestra comprensión de las prácticas sacrificiales incas y plantea preguntas sobre la naturaleza de tales rituales.
El estudio, realizado por un equipo de arqueólogos y expertos forenses, utilizó tecnología moderna para reexaminar la momia de Plomo. Al analizar la estructura del cráneo del niño, identificaron fracturas compatibles con un traumatismo contundente. Estos hallazgos indican que la muerte del niño no fue únicamente el resultado de la hipotermia, como se creyó inicialmente, sino que probablemente fue causada por un acto deliberado de violencia. Este descubrimiento sugiere que el ritual de Qhapaq hucha puede haber involucrado métodos de sacrificio más directos y brutales que los documentados anteriormente.
El largo viaje al Cerro El Plomo
Se cree que antes de su trágico final, el niño emprendió un agotador viaje desde el centro-sur de Perú hasta el Cerro El Plomo, recorriendo una distancia de más de 2.000 kilómetros (1.250 millas). Las marcas encontradas en sus pies indican que la caminata fue ardua, ya que probablemente el niño soportó meses de viaje a través de paisajes variados y a menudo duros. Este viaje habría sido agotador física y mentalmente, llevando al niño al límite de su resistencia.
El viaje al Cerro El Plomo no fue simplemente una prueba de resistencia, sino una peregrinación cargada de significado religioso. El niño, que pudo haber sido elegido por su belleza física o estatus social, estaba destinado a convertirse en un puente entre el mundo mortal y el divino. Mientras caminaba, lo acompañaban sacerdotes y funcionarios, todos ellos conscientes del destino que le esperaba al final del viaje. Esta peregrinación fue una representación simbólica de la transición del niño del reino terrenal al plano espiritual, un proceso que culminaría en su sacrificio.
Una nueva perspectiva sobre los ritos sacrificiales incas
La revelación de que la momia Plomo murió de un golpe en la cabeza en lugar de una hipotermia pacífica ofrece nuevas perspectivas sobre la naturaleza de los ritos sacrificiales incas. El ritual Qhapaq hucha, tal como lo practicaban los incas, era un evento complejo y multifacético, profundamente arraigado en el tejido religioso y político del imperio. Se creía que al ofrecer las vidas de los más puros e inocentes, los incas podían asegurarse el favor divino, asegurando el bienestar y la prosperidad de su pueblo.
Sin embargo, la naturaleza violenta de la muerte del niño desafía la noción de que estos sacrificios fueran únicamente actos de devoción religiosa. En cambio, sugiere que también pueden haber servido como demostraciones de poder y control, tanto sobre las víctimas elegidas como sobre la población en general. La decisión de terminar con la vida del niño con un golpe en la cabeza en lugar de permitirle morir de frío puede haber tenido la intención de afirmar la autoridad de los líderes incas y la inevitabilidad de su voluntad divina.
Además, la colocación de objetos ceremoniales, como las figuras de camélidos hechas de materiales preciosos, junto al cuerpo del niño indica la importancia del ritual sacrificial a los ojos de los incas. Estas ofrendas no eran simplemente muestras de respeto por el difunto, sino que se creía que acompañaban al niño en su viaje al más allá, donde serviría a los dioses.
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La Momia Plomo, que alguna vez se creyó que representaba una transición pacífica de la vida a la muerte, ahora revela una verdad más inquietante sobre las prácticas sacrificiales de los incas. El descubrimiento de que este niño tuvo un final violento desafía las percepciones anteriores y subraya la complejidad de los rituales antiguos. A medida que los investigadores continúen estudiando la Momia Plomo y otras víctimas de sacrificio, nuestra comprensión de la civilización inca sin duda evolucionará, revelando nuevas facetas de esta enigmática cultura. La Momia Plomo se erige como un conmovedor recordatorio de los extremos a los que llegaron los incas para apaciguar a sus dioses y el trágico costo humano de su devoción.