CIENCIA Y TECNOLOGÍA

La fama viral de los carpinchos sudamericanos oculta su papel vital en el ecosistema

Los carpinchos—los roedores más grandes del mundo—han conquistado la fama en internet con videos relajados y peluches inspirados en ellos. Pero los ecólogos advierten que su verdadera historia es mucho más profunda: estos gigantes gentiles están moldeando los humedales de Sudamérica con cada paso, chapoteo y bocado de pasto.

Donde nace el agua, allí están los carpinchos

Recién ha amanecido en el delta del río Paraná, en Argentina, y las cigarras finalmente han guardado silencio. Unos cuerpos marrones se deslizan desde una orilla cubierta de juncos hacia la corriente. Solo sobresalen los ojos y las narices. En segundos, veinte carpinchos flotan en formación—gruñendo, remando, observando.

Para muchos, es un momento tranquilo de vida silvestre. Pero para ecólogos como Julia Mata, es el inicio de una coreografía diaria que ayuda a mantener la salud de los sistemas de agua dulce en toda Sudamérica.

“Los carpinchos son una especie clásica de borde,” dijo Mata a EFE. Los sigue con drones para la Universidad Nacional de La Plata, y asegura que todo en ellos—desde sus dedos palmeados hasta los clavados sincronizados en familia—está diseñado para vivir en el límite entre la tierra y el agua.

Se reproducen en el agua. Se refrescan en ella para evitar el estrés por calor. Y cuando llega el peligro—como un jaguar o incluso un humano—desaparecen bajo los lirios sin hacer ruido.

Los datos de GPS de Mata muestran que, incluso en épocas secas, los carpinchos rara vez se alejan más de 100 metros de un canal de inundación. Su conexión con el agua no es casual. Es existencial.

No solo adorables: complejos, sociales y a veces peligrosos

Gracias a TikTok y a las tiendas de peluches, el carpincho se ha vuelto un meme. Se lo llama “el animal más relajado del mundo”, se publican fotos de aves montadas sobre su lomo y se bromea sobre su calma estilo zen. Pero en la naturaleza, esa imagen es solo la mitad de la historia.

Los carpinchos viven en clanes cooperativos, generalmente de cinco a veinte individuos liderados por una hembra dominante. Las madres comparten la crianza. Cualquier cría puede amamantarse de cualquier madre. “Es maternidad comunitaria,” explica Mata.

Esta tolerancia se extiende a otras especies. Jacanas montadas sobre su espalda. Caimanes negros tomando el sol junto a ellos. Pero eso no significa que sean dóciles.

“La calma del carpincho depende del contexto,” dice Mata. “Si los acorralas, pelean.”

Especialmente los machos. Con incisivos que crecen constantemente, pueden causar heridas graves. En Brasil, los veterinarios suelen tratar mordidas profundas de turistas que intentaron acariciarlos. Aun así, su complejidad social es fascinante—y mucho más interesante que el meme.

EFE/EPA/Maciej Kulczynski

Cómo un roedor mantiene todo un ecosistema

Lo que hace verdaderamente notables a los carpinchos no es su ternura. Es su digestión.

Sus estómagos son notoriamente ineficientes. Para obtener suficientes calorías, un adulto consume hasta el 8% de su peso corporal al día, principalmente en pastos duros de humedal. ¿El resultado? Montones constantes de excremento.

Poco atractivo para nosotros. Crítico para la ecología de los humedales.

Un estudio de 2022 en Ecological Engineering descubrió que las áreas pastadas por carpinchos desarrollan un mosaico: “praderas de pastoreo” cortas intercaladas con zonas de juncos altos. Ese patrón aumenta la biodiversidad hasta en un 40%, proporcionando microhábitats distintos para aves, insectos y anfibios.

Su presencia también ayuda a reducir incendios forestales. Los pastos cortos se queman con menos facilidad, actuando como cortafuegos naturales—una función crucial durante las sequías de El Niño, cuando los incendios amenazan ecosistemas enteros.

“Son como castores sin represas,” dice Lorena Suárez, bióloga conservacionista de la Universidad de los Andes. “No construyen. Pastan. Y al hacerlo, moldean paisajes enteros.”

Fama de peluche, peligro en la vida real

Pero el ascenso del carpincho como ícono cultural conlleva consecuencias.

La demanda como mascota ha aumentado en EE.UU. y Japón. A pesar de prohibiciones legales, los traficantes están capturando crías silvestres, lo que perjudica a poblaciones ya estresadas por la agricultura y el cambio climático.

Mientras tanto, su hábitat se reduce. El ciclo hidrológico de la cuenca amazónica está cambiando. Los glaciares andinos que alimentan los ríos sudamericanos están retrocediendo. El flujo de agua en la estación seca está disminuyendo—las lagunas en forma de herradura, donde los carpinchos se reproducen y se revuelcan, están desapareciendo.

Un estudio de 2024 en Global Change Biology advierte que, si esta tendencia continúa, la adecuación del hábitat para los carpinchos podría disminuir un 20% antes del 2100.

Aun así, algunos científicos mantienen la esperanza. El afecto del público, bien canalizado, puede convertirse en capital político.

“Cada vez que alguien abraza un peluche de carpincho,” dijo Mata, “debería preguntarse si el animal real aún tiene una orilla donde pararse.”

En el fondo, el mensaje es un llamado a proteger los corredores ribereños—esas cintas verdes de humedal de las que dependen los carpinchos y muchas otras especies.

EFE/Natalya Romashko

Carpinchos, los guardianes invisibles de los humedales

De vuelta en el Paraná, la balsa matutina se dispersa. Los adultos salen del agua, el pelaje grueso brillando bajo el sol. Las crías los siguen, una tras otra, por un sendero desgastado por generaciones de dientes.

Pastorean en silencio, comiendo y fertilizando al mismo tiempo. No saben que son ingenieros. Pero el humedal lo sabe. Las plantas lo saben. Las aves lo saben.

Y poco a poco, también nosotros.

Mientras el sol sube y el aire tiembla de calor, los carpinchos se deslizan de nuevo al agua—guardianes gentiles de un bioma cuya salud depende de su hambre constante y ruidosa.

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Su fama en internet puede ir y venir. Pero su rol en moldear el Amazonas, el Orinoco y el Paraná es duradero. Sería sensato protegerlo mientras aún hay algo que proteger.

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