CIENCIA Y TECNOLOGÍA

La red omnipresente de Ecuador combate el crimen con vigilancia inquebrantable

En la bulliciosa ciudad de Guayaquil, una sofisticada red de miles de cámaras y tecnología de inteligencia artificial de última generación rastrea sin descanso a posibles delincuentes. En medio de una ola creciente de violencia, los operadores vigilan cada rincón con la esperanza de detener los crímenes antes de que escalen.

Una ciudad bajo vigilancia constante

Guayaquil, la ciudad más poblada del país, se ha convertido en un foco de actividad criminal, en gran parte debido a su puerto estratégico, que los carteles de droga utilizan para enviar narcóticos hacia Norteamérica y Europa. Con el aumento de robos, secuestros y homicidios en los últimos años, las autoridades locales han recurrido a la tecnología para romper el ciclo de violencia.

El centro de operaciones se encuentra en la sala de videovigilancia de Segura, la empresa de seguridad del municipio de Guayaquil. Muchas pantallas muestran simultáneamente imágenes de una extensa red de cámaras en toda la ciudad. La escena puede pasar instantáneamente de relativa calma a alerta máxima cuando los operadores detectan un robo en curso, un vehículo sospechoso o un posible secuestro.

Fernando Cornejo, presidente de Segura, describió a EFE el alcance y la sofisticación del sistema, destacando la densa cobertura de Guayaquil: “Guayaquil es la ciudad más vigilada de nuestra región”, afirmó. Desde 2008, se han instalado más de 34,000 cámaras en todo el municipio para disuadir a los delincuentes y apoyar a las fuerzas del orden.

Cornejo también explicó que herramientas tecnológicas especializadas, como el reconocimiento de imágenes basado en inteligencia artificial, mapas de calor y lectores de matrículas, son esenciales para una detección rápida de amenazas. Invitó a reflexionar sobre las cifras delictivas si no existieran estos recursos. Solo en 2023 se recuperaron 803 vehículos y se evitaron más de 14,000 delitos. Los datos muestran una dificultad persistente.

Hasta el 31 de marzo de este año, Guayaquil registró 5,042 robos de los 16,595 reportados a nivel nacional, según la Fiscalía de Ecuador. Los homicidios siguen un patrón similar. De los 2,361 asesinatos ocurridos en Ecuador durante los primeros tres meses del año, 741 fueron en Guayaquil, lo que la convierte en la ciudad con más muertes violentas del país.

Tecnología atrapada en enredos burocráticos

Las cámaras siguen multiplicándose y el centro de mando es complejo. La coordinación con agencias nacionales se ha vuelto difícil. A finales de 2024, el gobierno central del presidente Daniel Noboa retiró al municipio de Guayaquil la gestión del servicio local de emergencias ECU-911.

Antes, el personal de Segura recibía directamente las llamadas de emergencia y las despachaba a los servicios correspondientes, ya fuera la policía, los bomberos o servicios médicos. Cornejo explicó a EFE que esta participación directa les permitía transferir información vital en menos de dos minutos, reduciendo los tiempos de respuesta en la calle a unos 18 minutos. Ahora, sin embargo, la ciudad debe canalizar las llamadas a través de la red nacional ECU-911, lo que añade capas de procesamiento y, en ocasiones, demoras. “Estamos viendo tiempos de espera superiores a tres minutos, y si se despliegan las unidades necesarias, pueden tardar más de treinta minutos en llegar”, dijo Cornejo.

Insistió en que esta ruptura en la cooperación ha contribuido al aumento del crimen en Guayaquil. Bajo el sistema anterior, el equipo de seguridad de la ciudad actuaba con rapidez, enviando policías para interceptar a los delincuentes o coordinando con agencias municipales para atender emergencias no criminales. La autoridad municipal sigue dispuesta a colaborar estrechamente con el gobierno nacional, pero las disputas políticas y jurisdiccionales se interponen.

A pesar de estos desafíos, los operadores de Segura siguen detectando desde pequeños robos y venta de drogas hasta secuestros y armas en espacios públicos. Cuando una de las miles de cámaras de la ciudad detecta un vehículo robado al leer su matrícula o identifica una reunión sospechosa frente a una escuela o gasolinera, la sala de control puede guiar a las autoridades al sitio en tiempo real.

Cornejo destacó el valor de estas medidas en una ciudad que alberga la prisión más grande del país y uno de los puertos más activos, lo que la convierte en un imán para el crimen organizado. Confía en que los gobiernos municipal y nacional puedan resolver sus diferencias para crear un sistema de respuesta unificado y sin fisuras. “Guayaquil es demasiado importante para los delincuentes”, afirmó. “No podemos permitir que la burocracia debilite nuestra respuesta.”

Ojos en las escuelas, las calles y el mar

Gracias a su sofisticada red, Guayaquil no solo monitorea hurtos y asaltos armados. El sistema se extiende a las escuelas—donde las pandillas reclutan a jóvenes cada vez con más frecuencia—, estaciones de gasolina y mercados públicos. Este alcance garantiza que el centro de mando de Segura pueda identificar tanto actos delictivos como emergencias cívicas cotidianas, como problemas médicos, obstrucciones en el alcantarillado o daños en líneas eléctricas.

Cornejo reveló a EFE que el municipio pronto desplegará guardias de seguridad privada equipados con drones para ampliar aún más las capacidades de vigilancia de la ciudad. Esta acción mejorará la observación en tiempo real desde la calle y el aire, añadiendo una nueva capa al extenso sistema de cámaras de la ciudad. Todos los videos captados por drones se envían al centro de control, lo que permite reaccionar rápidamente ante peligros o emergencias.

De especial importancia es el puerto. Guayaquil es un centro clave para las redes internacionales de drogas. Al vigilar grandes espacios de carga, la ciudad busca detener a los contrabandistas, que pueden intentar utilizar contenedores para enviar drogas ilegales desde Ecuador. “Estamos preparados para atrapar ladrones, secuestradores y microtraficantes”, dijo Cornejo, “pero también somos plenamente conscientes de que debemos detener las operaciones de tráfico a gran escala. Las cámaras y la tecnología integrada son una línea de defensa crucial”.

Muchos residentes valoran que las medidas de seguridad les den mayor tranquilidad, especialmente en zonas de alto riesgo. Sin embargo, algunos cuestionan si tanta vigilancia es apropiada, ya que afecta las libertades civiles. Las autoridades afirman que el manejo de los datos es responsable. Aun así, la gran cantidad de dispositivos que observan los espacios públicos genera preocupación por la privacidad.

Por ahora, la mayoría de los guayaquileños se concentra en la prioridad inmediata: reducir la violencia cotidiana. Los residentes quieren una ciudad más segura, donde los niños puedan asistir a la escuela sin temor al reclutamiento por parte de pandillas y los negocios puedan operar sin amenazas de extorsión. Ya sea conduciendo por la autopista hacia la costa o caminando por las intersecciones más transitadas del centro urbano, los habitantes son muy conscientes de que alguien—en algún lugar—los está observando.

De regreso al centro de mando, los monitores silenciosos parpadean mostrando las transitadas avenidas de una de las ciudades más dinámicas de Ecuador. Los operadores observan atentamente sus pantallas cuando un coche se detiene inesperadamente o una figura se mueve con sospecha cerca de una tienda. Se lanza una alerta y se realiza una llamada al centro nacional ECU-911. Por suerte, la patrulla policial que esperaba llegará a tiempo para evitar que otro caso se sume al agitado registro criminal de Guayaquil.

El municipio sigue apoyando la vigilancia tecnológica. El gobierno nacional se opone. Cornejo cree que métodos efectivos y cooperación con las organizaciones estatales son esenciales para evitar más delitos. Dice que Guayaquil tiene un plan. El plan no es perfecto y aún es nuevo, pero puede servir de guía para otras ciudades de América Latina que enfrentan problemas de violencia.

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Desde el punto de vista de esas decenas de miles de lentes, la ciudad más grande de Ecuador se revela en momentos sin resguardo: cada paso sospechoso, cada intento de robo, cada esperanza fugaz de seguridad. Mientras los funcionarios debaten cómo simplificar este complejo sistema, la gente común depende de él todos los días, confiando en que las cámaras y la comunicación rápida puedan marcar la diferencia cuando aparece el peligro.

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