CIENCIA Y TECNOLOGÍA

Las Tinas de la Selva en Guatemala Mantienen Frescos a los Jaguares Cuando el Bosque se Seca

Ocultas en lo profundo de la selva reseca de Guatemala, unas tinas de plástico llenadas a mano y vigiladas por cámaras activadas por movimiento están dando a jaguares, monos y tapires una oportunidad de sobrevivir, sorbo a sorbo, en un bosque que se está secando peligrosamente.

Cuando la Lluvia Dejó de Caer

Bajo el denso verde de la Reserva de la Biosfera Maya, donde antes las aves cantaban sobre ríos anchos y las ranas anidaban en cada charco, algo ha quedado inquietantemente en silencio. Las lluvias, que antes caían como un reloj, se han vuelto erráticas y dispersas. En 2023, el cielo se contuvo, dejando el segundo nivel de precipitaciones más bajo en cuatro décadas. Los estanques se agrietaron y secaron. Los tapires deambularon más lejos buscando agua. Se vio a coatíes lamiendo derrames de combustible en campamentos abandonados. El bosque, antes autosuficiente, ahora clamaba por ayuda.

Ese clamor no fue ignorado. Guardabosques, científicos y comunidades locales —muchas descendientes de los mayas— lanzaron un esfuerzo tan improbable como urgente: transportar enormes cisternas plásticas hasta el corazón de la selva y llenarlas una y otra vez, solo para evitar que los animales murieran de sed.

El método fue tomado prestado de las sabanas africanas. El terreno, no. Cada una de las cisternas de 600 galones tuvo que ser arrastrada a mano por kilómetros de senderos selváticos. Las bombas solares no funcionaban bajo el espeso dosel. Voluntarios transportaban tanques portátiles en recorridos de 30 kilómetros para rellenar las tinas.

Pero al revisar las tarjetas de memoria de las cámaras con sensor de movimiento, ocurrió la magia.

La Selva Viene a Beber

Primero llegó el jaguar. Musculoso, con cicatrices, cauteloso. El mismo macho regresó cuatro noches seguidas, bebiendo bajo la luz de la luna. Luego un puma, arrastrando una presa fresca hasta el borde del agua. Llegaron tapires, y más tarde, tropas de monos araña descendieron de los árboles, colgándose sobre las cisternas para beber sin tocar el suelo.

Algunos momentos parecían coreografiados por la misma selva. Lagartijas basiliscos esmeralda cruzaban la superficie del agua casi sin tocarla. Agutíes —nerviosos roedores selváticos— compartían espacio con aves y lagartos, cada sorbo captado por la cámara. “La diversidad fue asombrosa”, dijo Gabriela Ponce, directora de Wildlife Conservation Society Guatemala, en una entrevista con Vox. “No esperábamos ver tantas especies tan rápidamente.”

Los monos araña preferían las tinas elevadas, probablemente por tener una vía de escape mejor si se acercaba un depredador. Los investigadores construyeron plataformas de madera de 1.5 metros de altura. El uso por primates se duplicó.

Pero más allá de las imágenes, las cámaras revelaron tendencias más profundas. Las crías de tapir de este año, por ejemplo, eran más pequeñas: un 4% menos de altura en los hombros en comparación con las de hace una década —una señal de la disminución en la calidad del forraje durante la sequía. Los osos hormigueros, por su parte, se veían más sanos, gracias a colonias de hormigas que se agrupaban en la humedad alrededor del agua.

Cada imagen era una lección; cada sorbo, una pista.

Cubetas, Ampollas y Fronteras Difusas

Nadie en el campo se engaña: estas tinas no son una solución milagrosa. Son una curita sobre un bosque con fiebre, un parche temporal en una época de crisis. Pero cuando la enfermedad es el cambio climático —y el paciente es una selva que se queda sin tiempo—, a veces una curita compra justo el aliento suficiente para marcar la diferencia.

La respuesta a largo plazo, todos coinciden, es la hidrología. Proteger los humedales. Bloquear los ranchos ilegales. Restaurar ríos y cobertura arbórea. Pero como los modelos climáticos predicen una caída del 20% en la lluvia regional hacia mediados de siglo, los conservacionistas no pueden esperar soluciones con presupuestos multimillonarios. Estas tinas, rudimentarias como son, mantienen vivos a los animales mientras el resto del mundo debate sobre el carbono.

Hay riesgos. Los cazadores furtivos podrían rastrear a los animales hasta las tinas. Los animales podrían volverse demasiado confiados cerca de la intervención humana. Por eso todas las ubicaciones son secretas. Y por eso patrullas comunitarias —incluidos antiguos cazadores convertidos en protectores— se turnan cada noche. El agua se analiza semanalmente. Las tinas se limpian para prevenir larvas de mosquito y bacterias. Incluso los fondos se reúnen semana a semana.

Aun así, el esfuerzo ha comenzado a resonar más allá de la selva. Guías de ecoturismo en Flores ahora promocionan los bebederos en sus folletos. Un video viral de un jaguar bebiendo bajo las estrellas ha atraído a fotógrafos y donantes. El dinero que traen podría financiar nuevas cisternas —o, mejor aún, financiar la reforestación que las haga innecesarias.

Wikimedia Commons

Tinas Pequeñas, Grandes Lecciones

Las tinas de la selva en Guatemala pueden parecer una solución local, pero su lógica tiene implicaciones globales. En Phoenix, voluntarios dejan cuencos para tortugas del desierto. En India, aldeanos limpian pozos antiguos para que las aves puedan beber. En Australia, ganaderos instalan rampas en los tanques para evitar que los koalas se ahoguen. En todo el mundo, mientras los ecosistemas tambalean bajo el calor, las comunidades actúan no con proyectos de miles de millones, sino con empatía, sudor e instinto.

“Este es nuestro error por corregir,” dijo Ponce, mientras recorría las imágenes en su portátil. Se detuvo en una: un martucha (kinkajú), con los bigotes mojados brillando a la luz del amanecer. “Esa imagen,” dijo, “hace que cada ampolla valga la pena.”

El proyecto ahora se expande al Parque Nacional Laguna del Tigre, donde la deforestación ya ha secado la mitad de los humedales. Este mes se instalarán diez nuevas cisternas, cada una patrocinada por una escuela local cuyos estudiantes pintaron los costados con jaguares, guacamayas rojas, y un mensaje en letras grandes: agua es vida.

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Si las lluvias fallan de nuevo, la selva no estará en silencio. En algún lugar bajo su dosel, un jaguar quizá vuelva a salir de las sombras, se incline sobre una tina construida por humanos, y beba—el tiempo justo para que el bosque recuerde lo que significa sobrevivir.

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