CIENCIA Y TECNOLOGÍA

Los Maestros Antiguos del Agua de Bolivia Crearon Maravillas Bajo los Cielos Tropicales

En lo profundo de los trópicos bajos, una antigua sociedad boliviana superó inundaciones y sequías con ingeniosas redes de canales. Nuevas investigaciones revelan cómo su sofisticado sistema de riego, enfocado en la monocultura del maíz, forjó comunidades estables y remodeló las primeras concepciones sobre la agricultura amazónica.

Revisando Paisajes Antiguos

A través de vastas extensiones de la actual Bolivia se encuentra una región de llanura que se inunda estacionalmente bajo lluvias torrenciales y luego soporta períodos de calor abrasador y sequedad por el resto del año. A primera vista, tal paisaje implacable parece poco adecuado para una agricultura intensiva. Sin embargo, entre aproximadamente el año 500 d.C. y el 1400 d.C., el pueblo de la cultura Casarabe prosperó en estas mismas condiciones, creando un paisaje que permitió el cultivo constante de maíz durante todo el año. Los arqueólogos han identificado una extensa red de canales y estanques en la región, lo que revela la notable capacidad de la sociedad para redirigir las aguas de las inundaciones cuando llegaban las lluvias y almacenar el excedente para los intervalos más secos. Estas elaboradas obras hidráulicas sugieren que, mientras muchas culturas precolombinas variaban su dieta y estrategias, esta sociedad aprovechó casi una monocultura. Comprender cómo lo hicieron ha profundizado mi apreciación por las complejidades del desarrollo agrícola tipo neolítico mucho más allá de áreas tradicionalmente estudiadas, como Mesoamérica y los altos Andes.

Los estudios arqueológicos y la excavación de restos de canales y estanques de almacenamiento pintan una imagen vibrante de cómo la población Casarabe equilibró las fuerzas competitivas de la naturaleza. La tierra en los Llanos de Moxos se inunda de tal manera que en ocasiones las carreteras se vuelven intransitables, los campos se transforman en lagos poco profundos y los ríos serpenteantes se desbordan de sus orillas. Luego, durante meses, el sol y el calor abrasante secan el suelo hasta que aparecen grietas y el agua superficial desaparece casi por completo. Muchas sociedades habrían evitado tales extremos, pero los Casarabe prosperaron porque se negaron a someterse a las fluctuaciones estacionales del entorno. En cambio, construyeron un sistema sofisticado de manejo del agua, redirigiendo ríos y reteniendo agua en estanques especializados. Esa misma agua luego sería utilizada como riego para los campos de maíz cuando la sequedad se instalara.

Los bajos tropicales de Bolivia comprenden parte de la cuenca amazónica suroccidental, alimentada por innumerables afluentes de ríos importantes. Dentro de los Llanos de Moxos, las inundaciones estacionales depositan sedimentos ricos en nutrientes que pueden fertilizar el suelo bajo regímenes de manejo específicos. Para los Casarabe, aprovechar esas aguas de inundación resultó ser transformador. El grupo producía más de una cosecha de maíz por año al canalizar y almacenar agua. Los estudiosos ahora creen que este enfoque está alineado con una dependencia del grano básico propia de una Revolución Neolítica: la gente canalizaba grandes esfuerzos hacia un solo cultivo, sosteniéndose a una escala mayor que si hubieran dependido de la recolección dispersa o la agroforestería policultural.

Tales hallazgos rompen con las viejas suposiciones de que los grupos que vivían en la Amazonía necesariamente practicaban la agricultura de roza y quema o cultivos de desplazamiento. A veces, los agricultores despejaban campos mediante la quema de vegetación en otras partes de la Sudamérica precolombina, luego usaban las cenizas como fertilizantes. Sin embargo, la evidencia del corazón de Casarabe apunta a un enfoque más refinado y menos destructivo. Construyeron un sistema estable que aprovechaba el excedente cíclico de agua de la región. La característica distintiva de este enfoque no fue solo la construcción de canales, sino también la creación de grandes estanques diseñados para retener agua mucho después de que las inundaciones se desvanecieran. Los arqueólogos han mapeado estos estanques—algunos de los cuales todavía existen—y han determinado que funcionaban como embalses, garantizando que los campos nunca se marchitaran por falta de humedad.

De manera más amplia, el conocimiento obtenido del análisis de polen, microfósiles de plantas y restos estructurales subraya una verdad sobre la sociedad Casarabe: la gente no solo vivía en este entorno desafiante, sino que lo utilizaba como un plano para un régimen agrícola robusto. Las excavaciones arqueológicas han desenterrado canales de riego y artefactos que sugieren una organización social y comunal orientada hacia el trabajo coordinado. Gestionar los canales y los estanques requería planificación colectiva, mantenimiento y rediseño ocasional, lo que insinúa estructuras de liderazgo o cuerpos de toma de decisiones comunales que posibilitaron proyectos de tal magnitud.

Diseñando una Revolución Neolítica

El cambio hacia la agricultura en tiempos antiguos comenzó con la domesticación de los principales cultivos alimentarios. La gente del Creciente Fértil eligió el trigo, mientras que en Asia Oriental se seleccionó el arroz, y las comunidades de Mesoamérica optaron por el maíz. El cambio hacia la agricultura de granos transformó la forma en que los grupos vivían juntos. Esto dio lugar a aldeas fijas, poblaciones más grandes y estructuras sociales complejas. El desarrollo de la agricultura también creó nuevas formas de organización social. Los investigadores creían que la agricultura en la región amazónica era predominantemente policultural, mezclando raíces, frutas y maíz o mandioca a pequeña escala. Se asumía que los habitantes de los bajos bolivianos dependían de un mosaico de pesca, recolección de plantas silvestres y horticultura modesta. Los nuevos hallazgos desafían esa visión al presentar datos convincentes sobre el maíz como el único cultivo principal, un enfoque previamente considerado improbable para una región propensa a inundaciones y sequías.

El éxito del pueblo Casarabe dependía de la producción de maíz durante todo el año. El análisis arqueológico indica que la sociedad disfrutaba de más de una cosecha anual, lo que habría estabilizado su suministro de alimentos. Los canales de desvío de agua y los sistemas de estanques minimizaban el riesgo de perder toda una cosecha debido a inundaciones o sequías. Liberados del hambre persistente o de la imprevisibilidad de depender solo de la caza y recolección, pudieron desarrollar trabajos más especializados. Este escenario evoca otras sociedades agrícolas tempranas en todo el mundo que prosperaron una vez que controlaron el agua, desde los primeros sistemas de riego en Mesopotamia hasta los intrincados sistemas de canales en el corredor del Nilo de Egipto. Cada una de estas culturas reconoció que la gestión del agua podía transformar un paisaje volátil en un entorno predecible e incluso abundante para la producción de cultivos básicos.

Junto con la evidencia física de los canales, los núcleos extraídos de múltiples capas revelaron rastros de vida vegetal, incluidos microfósiles de maíz. En total, los investigadores identificaron 178 muestras de microfósiles que indican la dominancia del maíz, con una presencia mínima de otras especies domesticadas. Esta casi monocultura contrasta con el modelo típico amazónico de policultura de tipo huerto, con árboles frutales diversos, yuca y otros tubérculos. Si los Casarabe hubieran practicado la técnica de roza y quema o métodos diversificados, se esperaría encontrar más evidencia de restos carbonizados de otros cultivos o una distribución variada de polen; en cambio, los datos apuntan a un uso consistente y repetido del maíz.

Este enfoque requería una vigilancia extraordinaria. Un solo cultivo puede aumentar significativamente los rendimientos, pero si la enfermedad o las plagas atacan, la base alimentaria de la sociedad está en riesgo. Algunos estudiosos sugieren que los Casarabe debieron haber desarrollado un conocimiento avanzado de las plantas locales para proteger su maíz. Tal vez minimizaban las infestaciones de insectos drenando cuidadosamente ciertos campos y luego inundando otros. Tales medidas, junto con el suministro constante de agua almacenada, contribuyeron a su éxito. También mantenían una huella ligera al no talar muchos árboles ni quemar grandes áreas como lo hicieron otras culturas. Esto mostró que entendían el papel vital de los bosques, que les proporcionaban biodiversidad, plantas medicinales, materiales para la construcción y leña. Como resultado, su método se etiqueta a veces como más sostenible que la quema generalizada, que puede degradar el suelo con el tiempo.

Este enfoque recuerda a otros sistemas intensamente gestionados en todo el mundo, donde los agricultores integran cuidadosamente el conocimiento ecológico para mantener la fertilidad. En el ejemplo boliviano, es probable que los estanques también funcionaran como criaderos de peces. Aunque la evidencia arqueológica directa de la piscicultura es limitada, es plausible que las aguas almacenadas albergaran especies acuáticas que complementaran la dieta con proteínas. Mientras tanto, los suelos húmedos alrededor de los estanques pueden haber sido adecuados para otros cultivos, aunque a una escala menor. Aún así, la prominencia del maíz define la existencia “tipo neolítico” de esta cultura, dependiente del grano, centralizada en torno al agua, lo que permitió la expansión social.

Aprendiendo de la Tierra

Una de las ideas más notables del sitio Casarabe es la ausencia de grandes depósitos de quemaduras. Muchas sociedades tempranas en todo el mundo, desde partes de Europa antigua hasta Mesoamérica, usaron el fuego para despejar la tierra rápidamente. Un aumento a corto plazo en la fertilidad del suelo proviene de este método, pero el uso constante elimina los nutrientes del suelo. La ausencia de pruebas en Bolivia muestra por qué la gente debería proteger cuidadosamente sus bosques. Este plan cuidadoso permite que áreas específicas del bosque permanezcan intactas, dando hogar a los animales y proporcionando plantas medicinales y materiales de construcción. También reduce el riesgo de pérdida de suelo.

Los estudios detallados de las capas de suelo alrededor de los canales de drenaje y los estanques indican que los Casarabe introdujeron contaminantes mínimos. Si la técnica de roza y quema hubiera sido común, probablemente habrían aparecido rastros de cenizas o carbón a profundidades y distribuciones consistentes. En cambio, el suelo exhibe una estratificación natural consistente con inundaciones cíclicas. La presencia de obras terrestres construidas alrededor de los estanques muestra una manipulación del terreno que fue deliberada y cuidadosamente calculada. Presumiblemente, se excavó tierra de algunas áreas para crear estanques, luego se distribuyó para construir los terraplenes de los canales o los campos elevados. Esta interacción de diques y depresiones resalta una maestría de los procesos hidrológicos: el agua que antes se dispersaba incontrolablemente durante las lluvias fuertes, ahora se capturaba o canalizaba de manera controlada.

El cultivo de maíz durante todo el año en estos campos controlados muestra una habilidad agrícola notable. El pueblo Casarabe regulaba los niveles de agua y prevenía el exceso de humedad o la sequedad, lo que normalmente limitaría el éxito de los cultivos. Algunos han comparado el sistema con una forma de “agricultura de campos elevados”, excepto que aquí, el enfoque era igualmente drenar el exceso de agua y reservarla para los meses más secos, una estrategia dual que equilibraba los extremos. Tal sistema robusto permitió un suministro estable de maíz, que probablemente impulsó las complejidades sociales, incluidas las artes especializadas, las actividades religiosas y las redes comerciales expandidas.

Los datos de microfósiles también indican que otras especies de plantas vinculadas a un modelo amazónico de cultivos múltiples solo aparecen esporádicamente en las capas de sedimentos de la región. Esto muestra que, aunque las personas usaban o cultivaban plantas adicionales de vez en cuando, el maíz seguía siendo el cultivo principal. Los estudios de algunos sitios precolombinos en las Américas destacan consistentemente un mosaico de recolección silvestre y agricultura dirigida. Sin embargo, esta evidencia recién analizada se ajusta a un escenario en el que el maíz eclipsó todas las demás fuentes de almidón y calorías.

Sostenibilidad y Lecciones para el Futuro

Un descubrimiento de tal magnitud tiene amplias implicaciones. Durante años, la sabiduría convencional sostenía que la monocultura a gran escala no jugaba un papel destacado en la prehistoria amazónica. En cambio, se consideraba que la región era un tapiz intrincado de prácticas hortícolas y arborícolas, en el cual las comunidades cultivaban pequeños cultivos y complementaban su dieta con pescado, caza y productos forestales. El ejemplo de los Casarabe rompe este paradigma por completo. Aquí había una sociedad que orquestó una economía agraria centrada en los granos, similar a culturas distantes que alguna vez cultivaron cebada o trigo en regiones semiáridas a medio mundo de distancia.

Los logros de la ingeniería Casarabe revelan cómo el control inteligente del agua permitió que existieran comunidades estables en áreas desafiantes. El pueblo Casarabe controlaba el flujo de agua en lugar de trasladarse y creó mejores condiciones para el desarrollo futuro. Estas acciones condujeron al crecimiento de la población, que proporcionó mano de obra para reparar los canales y estanques. Con el tiempo, sus redes de agua se expandieron y se hicieron más intrincadas para manejar el crecimiento adicional. Existe una conexión clara entre los métodos de ingeniería hidráulica y el conocimiento agrícola.

La sociedad Casarabe prosperó durante siglos, pero finalmente declinó. Alrededor de 1400 d.C., su sistema luchó debido a conflictos externos, cambios climáticos o transformaciones sociales dentro de la comunidad. Sin embargo, los restos de canales y estanques permanecen, testificando a una sociedad estable que aprovechó la tierra. La investigación arqueológica indica que el enfoque no fue ni casual ni improvisado. Más bien, fue un método cuidadosamente perfeccionado para transformar la adversidad—fuertes inundaciones y sequías abrasadoras—en confiabilidad y abundancia.

Los observadores contemporáneos en Bolivia y más allá podrían extraer lecciones de esta historia. La variabilidad climática sigue siendo una característica de muchas regiones tropicales, y los eventos climáticos extremos plantean desafíos modernos similares a los de los pueblos antiguos. La pregunta es si la revitalización o adaptación de las estrategias históricas de gestión del agua podría ayudar a los pequeños agricultores. Los esfuerzos de conservación, las iniciativas de patrimonio arqueológico y las colaboraciones con las comunidades locales son fundamentales para revelar más sobre cómo se mantenían los canales. A través de estos canales de estudio, el éxito de los Casarabe podría informar futuros proyectos que busquen mitigar la escasez de agua o aprovechar las aguas de inundación para la agricultura en ambientes igualmente volátiles alrededor del mundo.

En una época en la que los métodos de roza y quema generan controversia sobre la deforestación, el pueblo Casarabe muestra un camino diferente. Aprovecharon el medio ambiente para obtener recursos vitales sin convertir los bosques en cenizas y trabajaron en sincronía con los patrones de la naturaleza. Los Casarabe usaron las inundaciones como proveedores útiles en lugar de fuerzas destructivas y dirigieron el exceso de agua a los campos durante los períodos secos. Esta asociación natural entre la gente y la naturaleza señala un cuidado ambiental competente, además de ofrecer ideas para los países que necesitan reducir las emisiones de carbono y adoptar métodos agrícolas ecológicos.

En última instancia, el legado de los Casarabe subraya cómo las comunidades han mostrado durante mucho tiempo resiliencia e ingenio en paisajes aparentemente hostiles. Aunque la tecnología moderna puede ofrecer nuevas bombas de riego, fertilizantes químicos o semillas genéticamente modificadas, la historia de los Casarabe recuerda a los investigadores y formuladores de políticas que soluciones formidables una vez surgieron de medios más sencillos. Una sociedad entera apoyó un cultivo básico durante todo el año al cavar zanjas y erigir terraplenes de tierra. Esta adaptación tenía los rasgos distintivos de una Revolución Neolítica clásica: expansión, estratificación social y la aparición de asentamientos estables. Sin embargo, ocurrió en una región mal comprendida como inapropiada para la monocultura a gran escala. El descubrimiento de estas estructuras obliga a los arqueólogos a cuestionar en qué otros lugares podrían haber existido fenómenos paralelos, no documentados o eclipsados por civilizaciones más famosas.

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En resumen, el ejemplo de los Casarabe destaca un capítulo vibrante en la narrativa más amplia de la agricultura temprana. El vínculo entre la gestión del agua y la dependencia de los cultivos básicos, características de muchas sociedades antiguas, también fue crucial en los Llanos de Moxos de Bolivia. Al ir más allá de los ciclos de cosecha a corto plazo y controlar directamente el suministro de agua, los Casarabe superaron los extremos estacionales, catalizando el crecimiento de la población y el desarrollo cultural. Su dependencia del maíz, una vez considerado marginal en los contextos amazónicos, revela una vena innovadora que desafía las suposiciones anteriores sobre las normas de policultura. Los arqueólogos ahora ven viviendas dispersas o campos efímeros y una red entrelazada de canales y estanques que subraya una poderosa verdad: con el conocimiento adecuado y la voluntad comunal, incluso las tierras propensas a inundaciones y castigadas por la sequía pueden sostener una civilización próspera durante siglos.

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