Mientras Cuba suda bajo apagones veraniegos, las promesas solares no alcanzan la noche

Las luces desaparecieron exactamente a las 2 a.m. en el barrio habanero de Miramar. Una voz resonó en la oscuridad: “¡Ya la quitaron!”. La electricidad no volvería hasta poco después del amanecer. En toda la ciudad, la misma escena se repite noche tras noche.
La Habana se une al resto de Cuba en su larga y calurosa vigilia
Durante la mayor parte de la última década, La Habana vivió en una burbuja. Mientras gran parte de Cuba soportaba largos apagones, la capital estaba mayormente exenta. Los ministerios necesitaban electricidad. Las embajadas requerían aire acondicionado. Los turistas debían creer que la isla funcionaba.
Esa protección ha desaparecido.
Ahora, los habaneros intercambian consejos sobre apagones en las filas del racionamiento: “¿Cuántas horas se te fue anoche?”, “¿Te aguantó el ventilador?”. Barrios que antes sufrían cortes de cuatro horas ahora pierden la electricidad durante ocho horas o más, y nadie sabe qué traerá la próxima noche.
Aun así, La Habana sigue teniendo suerte comparada con el oriente del país. En algunas provincias centrales, la red se cae hasta por 20 horas al día, especialmente cuando la humedad aumenta y los ventiladores y antiguos aires acondicionados soviéticos no dan abasto.
Las temperaturas rondan los 30 °C (86 °F), y la humedad supera con frecuencia el 90 %. El calor no solo es incómodo: es peligroso. Y la red eléctrica de la isla, deteriorada y parcheada, no puede satisfacer la demanda.
Una red colapsada, una cadena de suministro rota y ninguna solución rápida
En mayo, las autoridades comenzaron a emitir advertencias ominosas: el verano sería crítico. No exageraban.
En algunos días de junio, la empresa eléctrica nacional, Unión Eléctrica (UNE), solo cubría la mitad de la demanda pico nocturna del país, lo que obligaba a implementar apagones rotativos que afectaban a más del 50 % de los clientes, comparable a las históricas caídas de febrero.
El gobierno culpa directamente a las sanciones de EE. UU. Con pocas piezas de repuesto y dificultades para mover dinero internacionalmente, la capacidad de Cuba para comprar combustible y reparar su infraestructura envejecida está disminuyendo.
Pero eso es solo parte de la historia.
El petróleo venezolano, que alguna vez fue el salvavidas de Cuba, se ha reducido a un goteo mientras Caracas lidia con el caos en sus refinerías. Han llegado envíos de emergencia desde México y Rusia, pero son impredecibles.
“Esto no se resuelve con un solo buque cisterna”, dijo Jorge Piñón, experto en energía de la Universidad de Texas en Austin, en una entrevista con EFE. “La matriz energética de Cuba necesita una reconstrucción total”.
Esa reconstrucción no será barata. Analistas independientes estiman que el país necesitaría entre 8 y 10 mil millones de dólares para modernizar su red. Pero Cuba, aislada de los mercados de crédito y asfixiada económicamente, no tiene un centavo de sobra.

Cuando se va la luz, también se va la paciencia
Dentro de los hogares, los fallos se vuelven personales.
En Miramar, Liset Calvo, una comerciante, contó a EFE que pasó una noche reciente abanicando manualmente a su madre tras un corte eléctrico. Su madre depende de una máquina para el asma. Sin electricidad, dejó de funcionar. Todo lo que podían hacer era esperar hasta el amanecer—y rezar para que no necesitara ir al hospital.
Cuando la luz regresó esa mañana, lo primero que hizo Calvo fue enchufar la máquina. “Y tener fe”, dijo.
La gente aún no ha salido a protestar. Todavía no. Pero hay un descontento silencioso.
Sociólogos de la Universidad de La Habana han detectado niveles crecientes de estrés, especialmente entre ancianos y madres solteras. Aun así, el recuerdo del Maleconazo de 1994, cuando La Habana estalló durante el Período Especial, sigue fresco. La vigilancia estatal es alta. La cautela pública también.
En lugar de confrontación, la gente improvisa:
- Se llenan tanques de agua en los techos antes de los cortes programados.
- Se fabrican lámparas LED caseras con baterías de carro viejas.
- En grupos de WhatsApp se comparten horarios de apagones basados en reportes ciudadanos.
Es una supervivencia a base de rumores y creatividad.
En la televisión estatal, el mensaje es claro: ahorrar. Usar menos electrodomésticos. Apagar las luces. Tener paciencia.
Pero cuando se echa a perder un refrigerador lleno de carne racionada, la paciencia parece un lujo.
Aumentan las esperanzas solares—pero el sol no brilla de noche
Ante este panorama sombrío, el presidente Miguel Díaz-Canel apuesta fuerte por un nuevo plan: la energía solar.
El gobierno ha anunciado 92 nuevos parques fotovoltaicos, con el objetivo de generar dos gigavatios de electricidad pico. Díaz-Canel califica el esfuerzo como “una de las obras más importantes de los últimos años”.
En el papel, suena prometedor. Pero en la práctica…
La crisis eléctrica de Cuba no alcanza su punto máximo al mediodía—sino a las 8 p.m., cuando las familias encienden luces, ventiladores y cocinas. La energía solar, sin almacenamiento en baterías, no puede ayudar cuando se oculta el sol.
Piñón lo dijo sin rodeos:
“Es un paso inteligente. Pero sigue siendo solo un parche”.
Un estudio de 2023 publicado en Renewable Energy Focus estimó que cada gigavatio de energía solar podría reducir los déficits diurnos en un 10 %, pero no resolvería la demanda nocturna sin al menos 400 megavatios-hora de almacenamiento—algo muy fuera del alcance financiero de Cuba.
Por ahora, la isla mira al horizonte esperando tanqueros venezolanos, reza para que los generadores viejos no fallen, y espera.
Al amanecer en Miramar, cuando vuelve la electricidad, comienza una sinfonía familiar: los refrigeradores zumban, los teléfonos se cargan y las cafeteras burbujean.
Los vecinos aplauden con sarcasmo. Otro apagón superado.
En una ciudad que alguna vez fue celebrada como “el territorio de la luz”, parafraseando al novelista Leonardo Padura, el resplandor ahora se siente prestado—unas pocas horas fugaces antes de que regrese la oscuridad.
Lea Tambien: ADN antiguo de Colombia revela un pueblo fantasma perdido en la historia
Hasta que llegue una verdadera inversión—o alguien logre que el sol brille después de la medianoche—la banda sonora del verano cubano será el chasquido de circuitos fallando, seguido por un suspiro colectivo y cansado.