Paraguay vuelve a cantar mientras versos guaraníes perdidos encuentran un hogar digital

Una revista literaria olvidada ha sido revivida en Paraguay, trayendo miles de poemas y canciones en guaraní, español y jopara a la era digital. Rescatada de la valija de un embajador y restaurada por socios locales, vuelve a fluir tras décadas de silencio.
Un río de palabras, represado y liberado
Mucho antes de hashtags y redes, una modesta revista cultural llamada Ysyry —guaraní para “agua que corre” o “río”— transportaba discretamente poemas a través del paisaje literario paraguayo. De 1942 a 1995 publicó casi 20.000 piezas en guaraní, español y en la querida mezcla de ambos, el jopara. Luego el río pareció secarse. Su editor, José del Pilar Cantero Frutos, se desvaneció en la memoria, y un ejemplar completo de la revista sobrevivía solo en copias remendadas.
Esa supervivencia tomó un giro dramático en 2008, cuando el embajador de EE.UU., James Cason, se preparaba para dejar Paraguay. Una mujer —aún no identificada— le entregó 271 ediciones impecables. “Él era un apasionado de la lengua guaraní y un amante del Paraguay”, recordó Alda Cardozo, directora nacional de la Fundación Paz Global, en declaraciones a EFE. “Quienquiera que le haya confiado las revistas, debió ver cuánto amaba el guaraní”.
Cason, que cantaba en guaraní en festivales y abrazaba las tradiciones paraguayas, se convirtió en el inesperado custodio del latido literario de toda una época. Durante años, quince gruesos tomos de Ysyry descansaron en su casa en EE.UU.—seguros, catalogados, pero lejos de su tierra natal.
El embajador y la valija
Eventualmente se tomó una decisión: la colección debía regresar a Paraguay. Cason, junto con Thomas Field de la Global Peace Foundation, coincidieron en que las revistas necesitaban una nueva vida. Field llevó personalmente el frágil tesoro de vuelta a Asunción—“valija en mano”—asegurando que las páginas sobrevivieran a la humedad, al maltrato y a los riesgos del viaje.
Desde 2023, la Fundación Paz Global y el Instituto Patria Soñada trabajan en digitalizar y organizar la colección para la biblioteca virtual Oremba’e—“lo que es nuestro” en guaraní. De las aproximadamente 20.000 obras, 14.000 ya han sido preparadas para la edición digital. Para lanzar el proyecto, también produjeron la primera antología impresa, Che Ñe’ẽ, Che Purahéi—“Mi Palabra, Mi Canto”—con 200 poemas y canciones que abarcan generaciones.
La antología incluye a gigantes como Emiliano R. Fernández, Manuel Ortiz Guerrero y Félix Giménez, así como nombres menos conocidos y voces amateur que contribuyeron a las páginas de Ysyry. Ese coro de famosos y olvidados dio alma a la revista. “Queríamos darle a esta colección la dignidad y el alcance que merece”, dijo Cardozo a EFE, agregando que el objetivo también es despertar la curiosidad entre la juventud paraguaya, que ahora habita un ecosistema literario inimaginable cuando Ysyry fue impresa por primera vez.
Traducir la memoria para la próxima generación
Rescatar el río significó más que escanear páginas. Requirió traducir la memoria misma. “La riqueza del material es inmensa”, explicó María del Carmen Giménez, directora del proyecto en el Instituto Patria Soñada, en entrevista con EFE. Su equipo de lingüistas adaptó la ortografía del guaraní del siglo XX a los estándares modernos, sin despojarlo de su cadencia ni de su color. La meta era invitar a los lectores de hoy, no encerrarlos tras grafías arcaicas.
Los poemas atraviesan los momentos más tiernos y turbulentos de Paraguay. Lamentan la Guerra de la Triple Alianza (1864–1870) y la Guerra del Chaco (1932–1935), registran la angustia del exilio durante la dictadura de Alfredo Stroessner, y susurran del “autoexilio” de los disidentes que se quedaron pero vivieron escondidos. Coquetean y bromean en versos pícaros, alaban a las madres y a los pueblos natales, y ofrecen tributos líricos a otros escritores—prueba de que la poesía se volvió parte del tejido cívico de la nación.
Giménez señaló que los temas recurrentes de familia y pertenencia corren como hilos a lo largo de la obra. “Ha sido un desafío muy gratificante encontrar tanto en una colección tan completa y tan cuidadosamente resguardada”, dijo a EFE. Las jóvenes de su equipo se han mostrado particularmente decididas a coser el archivo en la vida contemporánea. Su esfuerzo lleva una ironía: aunque fue una mujer la que preservó la colección, solo unas cincuenta de las miles de piezas firmadas llevan nombre de mujer. Hacer accesible Ysyry en línea, esperan, ayudará a corregir ese desequilibrio en el futuro.
La mujer misteriosa y la esperanza del regreso
Todo gran rescate cultural guarda un misterio. En el caso de Ysyry, es la mujer que entregó la colección completa al embajador Cason en 2008. Los curadores creen que era pariente del editor Cantero Frutos; la impecable conservación y reparaciones meticulosas sugieren un cuidado profundamente personal. Pero su identidad sigue desconocida. “Esperamos que aparezca y reciba el reconocimiento que merece”, dijeron Cardozo y Giménez a EFE.
Hasta entonces, su don anónimo enmarca la gran pregunta que siempre planteó Ysyry: ¿qué significa la custodia en un país bilingüe donde las identidades se entrelazan como versos trenzados? La respuesta está en el nombre del proyecto: Oremba’e—lo que es nuestro. Al digitalizar 14.000 obras y publicar Che Ñe’ẽ, Che Purahéi, los socios afirman que “lo nuestro” significa guaraní, español y jopara—no en rivalidad sino en armonía.
El rescate también muestra cómo la diáspora y la diplomacia pueden salvaguardar inesperadamente la cultura. La pasión de Cason hizo que las revistas fueran apreciadas y no olvidadas. La travesía en valija de Field las trató como documentos vivos, no como reliquias. Y el cuidadoso trabajo editorial en Asunción las ha convertido en un río consultable al que ahora pueden ingresar escuelas, familias y académicos.
Los primeros afluentes ya están corriendo: una antología que los lectores pueden sostener y un archivo en línea que cualquiera puede consultar. En un país donde la lengua es a la vez herencia e invención, el regreso de Ysyry recuerda a los paraguayos que los archivos no son mausoleos sino ensayos—donde las palabras que una vez consolaron, bromearon y alentaron, pueden volver a hacerlo.
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Si algún día la mujer desconocida da un paso al frente, verá más que una revista rescatada. Verá a una comunidad esperando en la orilla del río, lista para dejarse llevar por palabras que una vez se perdieron y que ahora han sido encontradas de nuevo.