VIDA

¡Wepa! Puertorriqueños en los cómics convierten las viñetas en poder y memoria

En la Biblioteca Pública de Nueva York, el color y la tinta se han convertido en rebelión. “¡Wepa! Puertorriqueños en el mundo de los cómics” no es solo una exposición de arte: es una declaración de que los puertorriqueños siempre han dibujado su mundo en viñetas de humor, dolor y resistencia. Desde los apagones que oscurecen las mesas de las cocinas hasta los huracanes que dispersan a las familias, desde los trenes del metro de Nueva York hasta las carreteras de montaña de la isla, estos artistas usan los globos de diálogo para devolver la historia al registro.

Un pueblo en viñetas

Los cómics nunca han sido solo sobre superhéroes, y “¡Wepa!” hace imposible ignorar esa verdad. Dividida en cuatro temas—“La Isla”, “Nueva York”, “El pasado” y “Otros mundos”—la muestra reúne un siglo de voces puertorriqueñas en los cómics, tanto en la isla como en la diáspora. Es íntima y desafiante, personal y política, trazando una línea directa entre el arte y la supervivencia.

En el centro de la exposición están los artistas independientes que han convertido las luchas cotidianas de Puerto Rico en testimonio gráfico. Una sección muestra dibujos sobre la red eléctrica privatizada de Luma Energy, todavía culpada por los apagones y las facturas altísimas desde 2021. El caricaturista político José Ortiz Torres transforma la furia en sátira, dibujando a la empresa como un monstruo con colmillos que chupa la sangre vital de la isla. “Él clava la estaca que atraviesa a los vampiros del colonialismo”, dijo uno de los curadores a EFE, describiendo el humor mordaz de Ortiz. La risa se atasca en la garganta porque se siente demasiado cierta. La electricidad aquí no es solo infraestructura: es intimidad. Es el parpadeo de una lámpara sobre la tarea de un niño, el zumbido de un refrigerador en la oscuridad.

Las viñetas no solo entretienen; también acusan. Muestran cómo los puertorriqueños, caricaturizados durante tanto tiempo como víctimas pasivas, han convertido el arte en argumento. Cada pincelada dice: seguimos aquí, seguimos dibujando, seguimos hablando.

Migración, María y el adiós en carretera

Si la electricidad es la corriente de frustración de la exposición, la migración es su corriente subterránea de duelo. “Goodbye, for now” de Rosa Colón sigue a dos amigas, Mari y Sofía, que recorren la isla por última vez antes de que Sofía se mude a Chicago por trabajo. Es una historia que todo puertorriqueño conoce de memoria: el adiós que se siente demasiado definitivo, la partida que nunca termina.

Desde que el huracán María azotó en 2017, cientos de miles han abandonado la isla en busca de trabajo y estabilidad. La historia de Colón captura lo que las estadísticas no pueden: el silencio de un asiento vacío, el último atardecer antes de que una amiga suba al avión, la punzada de un chiste que ya no se compartirá.

La muestra vuelve a María una y otra vez—no como tragedia sensacionalista, sino como testimonio. Una pieza muestra líneas eléctricas caídas, torcidas como enredaderas, con un texto que recuerda la visita del presidente de EE. UU. y la absurda imagen de toallas de papel lanzadas a una multitud desesperada. “La gente se muere y nos tiran toallas de papel”, dice el texto, citando palabra por palabra la crueldad del momento. En otra, niños juegan bajo toldos mientras los vecinos reconstruyen techos: prueba de que la solidaridad es una habilidad de supervivencia.

Los cómics recuerdan lo que los titulares olvidan: que la resiliencia no es romántica. Es agotadora. Y también es la forma en que los puertorriqueños mantienen las luces encendidas—literal y metafóricamente—cuando nadie más lo hará.

Linaje, héroes y un archivo vivo

“¡Wepa!” es también un acto de memoria. Traza un linaje creativo desde principios del siglo XX hasta la ola activista actual. La línea de tiempo comienza con Alejandro Schomburg Rosa, mejor conocido como Alex Schomburg, quien dejó Puerto Rico por Nueva York y llegó a pintar explosivas portadas del Capitán América para el predecesor de Marvel en las décadas de 1930 y 1940. Continúa con George Pérez (1954–2022), el legendario artista que ayudó a definir los cómics de los años 80 tanto para Marvel como para DC y co-creó a White Tiger, el primer superhéroe puertorriqueño—y latino—en los cómics convencionales.

Ese legado llega hasta el presente con Edgardo Miranda-Rodríguez, creador de La Borinqueña, una heroína puertorriqueña que no huye del desastre, sino que lo enfrenta de frente. “Estamos usando este género para elevar la conciencia del pueblo y producir un discurso sobre lo que los cómics usualmente no abordan”, dijo Miranda a EFE. “La mayor parte de este activismo proviene de autores independientes.”

Los curadores Paloma Celis Carbajal y Charles Cuykendall Carter pasaron dos años armando la exposición, construida alrededor de una donación del bibliotecario puertorriqueño Manuel Martínez Nazario, quien regaló más de 1,400 cómics y novelas gráficas con talento puertorriqueño. “Es un archivo vivo”, dijo Celis Carbajal a EFE, “una forma de mantener visible nuestra memoria cultural, no guardada en silencio.”

Recorrer la exposición es sentir el peso de la herencia. Cada página en la pared insiste en que Puerto Rico siempre ha sido más que un titular: es un lenguaje visual propio.

EFE/ Angel Colmenares

De Vieques a las páginas infantiles: dibujando una política del cuidado

“¡Wepa!” se niega a dejar que el arte se detenga en la nostalgia. Una esquina revisita Vieques, la pequeña isla utilizada como campo de bombardeo por la Marina estadounidense durante seis décadas, hasta que las protestas forzaron su cierre en 2003. Los dibujos aquí son silenciosos pero furiosos, documentando lo que quedó atrás: enfermedad, desempleo, contaminación y el dolor de comunidades a las que se prometió una recuperación que nunca llegó. “El daño no es solo ambiental—es social, generacional, invisible”, dijo un curador a EFE. La exposición no cierra la historia de Vieques; pregunta cómo se ve la justicia cuando los titulares desaparecen.

La muestra también mira hacia la próxima generación. Guailí: El Pequeño Taíno, de Alice Vanessa Falto Ayala, da vida al Puerto Rico precolombino para los niños, contando historias ancestrales con un lente lúdico. Tato y Kenepo, de Martín Gaudier, sigue a un gato callejero y un chango en aventuras urbanas, traviesas y tiernas. Estas obras sugieren que el futuro de la identidad puertorriqueña puede escribirse en crayones y globos de diálogo. “Si los niños aprenden primero sus propias historias, crecen sabiendo que pertenecen”, dijo Falto Ayala a EFE.

Cada artista en “¡Wepa!” está, de alguna forma, dibujando un mapa de regreso al hogar. Juntos, convierten la gran biblioteca de Nueva York en una mesa de cocina compartida, donde puertorriqueños de la isla y la diáspora comparan historias y se pasan la pluma.

Lo que conecta las salas es la insistencia de que los cómics no son evasión: son compromiso. Documentan apagones, migración, heridas coloniales y alegrías cotidianas. Son un coro que se niega a desvanecerse.

Como murmuró una visitante, de pie frente al dibujo de una mujer encendiendo velas durante un apagón: “Esto somos nosotros. Así es como seguimos adelante.”

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Puerto Rico, dibujado en tinta y resiliencia, sigue escribiéndose—viñeta por viñeta, página por página, luz tras luz titilante.

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