Política

El drama electoral en Honduras convierte el conteo navideño en una prueba geopolítica

Tres semanas después de las elecciones del 30 de noviembre en Honduras, los funcionarios seguían contando, los manifestantes seguían gritando y las familias seguían esperando. Nasry Asfura lidera con un 40.3% sobre el 39.5% de Salvador Nasralla, mientras la sombra de Donald Trump se extiende esta noche sobre Tegucigalpa, mientras el CNE busca una certificación.

Cuando los números llegan tarde

El miércoles, el CNE declaró a Nasry Asfura como ganador tras la votación del 30 de noviembre, un proceso marcado por retrasos, problemas técnicos y denuncias de fraude. El margen hizo que cada falla pareciera decisiva: Asfura con 40.3%, Salvador Nasralla del Partido Liberal con 39.5%, y Rixi Moncada de LIBRE en un distante tercer lugar. Debido al caos en la tabulación, alrededor del 15% de las actas—cientos de miles de boletas—tuvieron que contarse a mano. Trabajos en Electoral Studies y Journal of Democracy señalan que cuando el conteo falla, la legitimidad se negocia en público, incluidas las filas navideñas de Tegucigalpa.

El conteo manual puede parecer transparencia, pero también expone lo frágil que es el sistema. En Honduras, donde las heridas de 2009 aún marcan la memoria política, una certificación retrasada invita a historias rivales de traición y rescate. Estudios en Latin American Research Review señalan que cuando no se confía en las instituciones, los partidos usan el procedimiento como arma. Las boletas no solo registran preferencias; reabren viejas discusiones sobre quién es dueño del Estado.

En las semanas posteriores a la votación, LIBRE impulsó protestas contra lo que denunció como un “golpe electoral”. Los manifestantes interrumpieron repetidamente el conteo manual, bloqueando a los funcionarios en el edificio donde se almacenaban las actas. Los resultados fueron aprobados por 2 miembros del consejo electoral y 1 suplente mientras continuaban las disputas; el tercer consejero, Marlon Ochoa, estuvo ausente del video que declaraba al ganador. “Honduras: estoy listo para gobernar. No te voy a fallar”, publicó Asfura en X. Nasralla rechazó la declaración, dijo que se omitieron boletas, pero pidió calma y no violencia. En una conferencia de prensa en Tegucigalpa el martes por la tarde, dijo: “No aceptaré un resultado basado en omisiones… esta es la Navidad más triste para el pueblo hondureño”, evocando el 24 de diciembre y su tercer intento fallido. Luis Redondo, presidente del Congreso hondureño, escribió: “Esto está completamente fuera de la ley. No tiene valor.”

El candidato conservador del Partido Liberal, Salvador Nasralla. EFE/ Gustavo Amador

Un pulgar extranjero en la urna

La crisis llegó con una banda sonora extranjera. Antes de las elecciones, Donald Trump respaldó a Asfura, el exalcalde de Tegucigalpa de 67 años, llamándolo el “único amigo real de la Libertad en Honduras” en Truth Social. Trump amenazó con cortar el apoyo financiero de EE.UU. a Honduras si Asfura no ganaba y perdonó al expresidente Juan Orlando Hernández del Partido Nacional, quien cumplía una condena de 45 años en EE.UU. por cargos de narcotráfico y armas. Durante el retraso, Trump alegó fraude sin pruebas y advirtió que habría “consecuencias infernales” si Honduras cambiaba los resultados preliminares que daban ventaja a Asfura. Expertos dicen que su respaldo encaja en un intento de moldear un bloque conservador en América Latina, desde Nayib Bukele en El Salvador hasta Javier Milei en Argentina.

Tanto Nasralla como LIBRE condenaron los comentarios de Trump como injerencia; Nasralla dijo a Reuters a principios de diciembre que le perjudicaron. Tras el anuncio del CNE, el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, felicitó al presidente electo Asfura en X y pidió aceptación para “garantizar una transición pacífica”. La Organización de Estados Americanos, encabezada por Albert Ramdin, dijo que “toma nota”, reconoce a las instituciones hondureñas, pero lamenta que el recuento total no esté terminado y emitirá conclusiones y recomendaciones pronto.

La marca del constructor frente al vacío de legitimidad

Asfura vende practicidad. Nacido en Tegucigalpa el 8 de junio de 1958 en una familia de ascendencia palestina, estudió ingeniería civil pero no terminó, trabajó en administraciones municipales en los años 90 y luego fue diputado y ministro de inversión social. En 2013 se convirtió en alcalde de Tegucigalpa, ganó popularidad por proyectos de infraestructura y llevó el apodo de “Papi, a la orden”. Se postuló con una promesa proempresarial de empleo, educación y seguridad, y señaló que podría cambiar la lealtad de Honduras a Taiwán, alejándose de Pekín. También está bajo investigación por presunto desfalco y lavado de dinero; él niega las acusaciones y dice que son políticas. “Los extremos no funcionan”, afirmó. Asume el cargo el 27 de enero para el periodo 2026‑2030, heredando un mandato que debe ser creído para funcionar.

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