Aspirantes latinoamericanos al Mundial persiguen la gloria en Norteamérica en medio del gran protagonismo de Trump
Los aspirantes latinoamericanos al Mundial que buscan la gloria en Norteamérica descubrirán sus caminos mañana en Washington, donde se espera que el presidente estadounidense Donald Trump acapare la atención en un sorteo de 2026 cargado de tensión política que también servirá de escaparate para Argentina, Brasil, Bolivia y las más amplias ambiciones de la región.
Trump, Infantino y un Premio de la Paz
La presencia de Trump en la ceremonia del Kennedy Center, confirmada por la Casa Blanca, subraya su inusualmente estrecha relación con el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, quien ha visitado la Casa Blanca en varias ocasiones e incluso ha acompañado a Trump en cumbres internacionales desde que la candidatura conjunta de Estados Unidos, México y Canadá obtuvo la sede en 2018. La relación de Infantino con Trump es tan cordial que muchos dirigentes futbolísticos esperan que el mandatario estadounidense se convierta en el primer receptor del nuevo Premio de la Paz de la FIFA, que se entregará durante el sorteo. Al mismo tiempo, la negativa de Washington a conceder visados a varios delegados iraníes ha llevado a Teherán a boicotear el evento, un recordatorio de que este Mundial ampliado se desarrollará en medio de tensiones geopolíticas y drama deportivo.
En medio de esa tormenta, los equipos latinoamericanos llegan a Norteamérica cargando tanto con el peso histórico como con una nueva oportunidad. El formato de 48 equipos, con plazas adicionales para la región, otorga a los equipos latinoamericanos un papel más relevante en la narrativa del torneo, resaltando sus mayores posibilidades y su significado regional.

Argentina
Argentina llega como campeona vigente y referente emocional, pero también como un equipo que aún siente que tiene algo por demostrar. El plantel de Lionel Scaloni ya no juega el fútbol frágil y atormentado que marcó los torneos de la era Messi. Ahora, exhiben el pragmatismo implacable de los campeones. Messi, probablemente en su sexto y último Mundial, sigue siendo el centro gravitacional del máximo goleador sudamericano en la eliminatoria y el arquitecto de la identidad ofensiva de Argentina. Su camino simboliza tanto la esperanza como la resiliencia para los aficionados latinoamericanos.
La incorporación gradual de jóvenes talentos por parte de Scaloni, como Franco Mastantuono y Nico Paz, garantiza continuidad sin estancamiento. Para gran parte de Latinoamérica, Argentina sigue siendo tanto el estándar a alcanzar como la prueba de que las cicatrices emocionales pueden transformarse en triunfo.

Brasil
Brasil llega a este sorteo bajo una nube de incertidumbre. La eliminatoria fue decepcionante: solo ocho victorias en 18 partidos y un quinto puesto que, bajo formatos anteriores, los habría obligado a jugar un repechaje.
Tras una caótica sucesión de entrenadores interinos, la federación finalmente fichó a Carlo Ancelotti, cuyo currículum en clubes de élite es inigualable pero cuyo ciclo con Brasil apenas comienza. Como señala The Athletic, hereda un plantel rebosante de talento pero falto de cohesión. Vinícius Júnior sigue siendo el mayor enigma: eléctrico con el Real Madrid, irregular con la Seleção. Si Ancelotti logra potenciarlo, Brasil vuelve a ser candidato de inmediato. Si no, su aura de favoritos eternos seguirá desvaneciéndose.
Raphinha también se perfila como pieza clave para Brasil en el Mundial 2026, gracias a su gran presente, capacidad técnica e impacto en la eliminatoria. Su valor radica en su velocidad, regate y creatividad por la banda, cualidades que lo han consolidado como parte esencial del ataque brasileño y un factor decisivo para el equipo.

Uruguay
Uruguay puede ser el equipo latinoamericano más fascinante del torneo. Marcelo Bielsa ya los ha llevado a victorias competitivas sobre Brasil y Argentina, combinando la famosa “Garra Charrúa” con un sistema de presión incansable.
Federico Valverde es el ejemplo perfecto: un mediocampista que lo hace todo a la vez: recupera, distribuye, rompe líneas y marca goles. Pero el estilo de Bielsa es exigente. Las largas distancias de viaje y el calendario intenso del Mundial podrían convertir su doctrina en una superpotencia o en una debilidad.
Más allá de su identidad táctica, el ascenso de Uruguay también depende de una nueva generación que ha madurado en el momento justo. Darwin Núñez aporta explosividad caótica en ataque, mientras que jugadores como Manuel Ugarte y Ronald Araújo ofrecen el acero defensivo y la movilidad que requiere el sistema de Bielsa. Si este núcleo se mantiene sano, Uruguay podría ser el gran disruptor del torneo, capaz de superar a rivales de élite con pura intensidad. Pero el margen de error es mínimo: el fútbol de Bielsa eleva a los equipos cuando la ejecución es perfecta, pero incluso pequeños errores pueden desarmar toda la estructura. Esta volatilidad es precisamente lo que hace a Uruguay tan intrigante de cara a 2026.

Colombia
Colombia regresa al Mundial tras quedarse fuera en 2022, revitalizada bajo el mando de Néstor Lorenzo. Combinan creatividad con una renovada solidez. Luis Díaz llega al torneo en su mejor momento físico, tras ser uno de los máximos goleadores de la eliminatoria de CONMEBOL; ahora es el protagonista indiscutido del equipo.
James Rodríguez aporta experiencia y la magia que aún perdura. El sistema flexible de Colombia, cómodo tanto en la posesión como en la transición, lo convierte en uno de los rivales de segunda línea más peligrosos del sorteo.
Igualmente importante es el equilibrio que Colombia finalmente ha logrado en todas sus líneas. Jefferson Lerma y Richard Ríos le dan al mediocampo una columna vertebral más sólida, liberando a los atacantes para arriesgar sin exponer al equipo. La aparición de jóvenes defensores como Jhon Lucumí también ha estabilizado una zaga antes inconsistente. Con esta estructura, Colombia puede imponer su ritmo ante rivales más débiles y ser letal al contragolpe frente a oponentes más vigorosos. Si Lorenzo mantiene la cohesión y confianza del plantel, Colombia podría superar fácilmente las expectativas y reafirmarse como uno de los verdaderos aspirantes de Sudamérica.

Ecuador
Ecuador presenta una de las defensas más asfixiantes del torneo. Solo recibió cinco goles en la eliminatoria gracias a centrales de élite y al extraordinario despliegue de Moisés Caicedo.
Su problema persistente es el gol. Enner Valencia sigue siendo su definidor más confiable, pero la profundidad detrás de él es limitada. Aun así, en un formato de grupos, un equipo que casi no recibe goles siempre es peligroso, especialmente si un joven talento como Kendry Páez encuentra su ritmo en el escenario mundial.
La identidad táctica de Ecuador refuerza esa amenaza: bloques defensivos disciplinados, transiciones explosivas y énfasis en ganar los duelos en el mediocampo. Cuando controlan el ritmo, arrastran a los rivales a partidos físicamente extenuantes que favorecen sus virtudes. El reto, sin embargo, es transformar el dominio territorial en ocasiones claras. Si surge un segundo goleador, ya sea por las bandas o desde el mediocampo, el techo de Ecuador se eleva notablemente. Por su resiliencia y dinamismo juvenil, tienen el perfil de un equipo que podría abrirse paso hasta las rondas eliminatorias y complicar a cualquiera una vez allí.

Paraguay
La resurrección de Paraguay bajo Gustavo Alfaro se basa en la disciplina defensiva y los contragolpes oportunistas. Como señala The Athletic, ceden voluntariamente la posesión y confían en sus imponentes centrales y mediocampistas agresivos.
Su planteamiento les permitió lograr históricas victorias en casa ante Brasil y Argentina durante la eliminatoria. No intimidan con brillo, pero ningún equipo de élite quiere enfrentarse a 90 minutos de la guerra de trincheras paraguaya.
Gran parte del potencial de Paraguay dependerá del estado de forma de Miguel Almirón, el único atacante capaz de aportar velocidad e imprevisibilidad a un planteamiento por lo demás utilitario. Su capacidad para romper líneas al contragolpe o crear algo de la nada le da al equipo de Alfaro una válvula de escape vital en partidos donde absorben presión prolongada. Si Almirón se mantiene sano y logra concretar, el modelo de baja posesión de Paraguay se vuelve mucho más peligroso. En un torneo donde los márgenes son estrechos y la frustración puede desestabilizar a equipos superiores, sus destellos de genialidad individual pueden marcar la diferencia entre simplemente sobrevivir y dar una gran sorpresa.

México
México, coanfitrión y eterno enigma mundialista, volvió a recurrir a Javier Aguirre para estabilizar a un equipo aún golpeado por su eliminación en la fase de grupos de 2022.
El Tri siempre convoca multitudes apasionadas y, en un torneo que se jugará principalmente en casa, podría gozar de una ventaja de local sin precedentes. La pregunta, como siempre, es si podrán transformar esa energía en una campaña que supere los octavos de final, su techo histórico.
Para México, mucho dependerá de Santiago Giménez, el delantero llamado a cargar con la responsabilidad goleadora de un equipo que suele dominar la posesión sin encontrar contundencia. Su movilidad, fuerza y definición le dan al Tri un referente que ha faltado en ciclos recientes, y su sociedad con creativos como Hirving Lozano podría determinar hasta dónde llegan. La estructura de Aguirre probablemente será pragmática, pero si Giménez se enracha en casa, la histórica barrera de octavos de final de México podría finalmente empezar a romperse.

Panamá
Panamá llega al Mundial 2026 con impulso tras una destacada Copa América, alcanzando las semifinales y eliminando a Estados Unidos y Bolivia en el camino. Bajo el mando del técnico danés Thomas Christiansen, el equipo ha desarrollado una identidad clara: estructuras defensivas compactas, presión agresiva en el mediocampo y transiciones veloces lideradas por jugadores como Adalberto Carrasquilla, la revelación del torneo en 2023. Su organización y atletismo han frustrado repetidamente a rivales más dotados técnicamente, y su eficacia en jugadas a balón parado añade otra capa de imprevisibilidad.
Lo que hace especialmente intrigante a Panamá es lo bien que sus fortalezas se adaptan al fútbol de torneo. Rara vez se autoderrotan, capitalizan los errores rivales y cuentan con un núcleo que lleva años jugando junto, dándoles una cohesión que muchos países no tienen. Con el formato ampliado a 48 equipos y un grupo potencialmente favorable, Panamá podría ser fácilmente una de las sorpresas clasificadas a octavos de final en 2026. Si mantienen su forma en grandes torneos, no serán solo la cenicienta; serán un rival al que los favoritos realmente temerán enfrentar.

Bolivia (aspirante al repechaje)
Bolivia mantiene vivas sus esperanzas mundialistas a través del repechaje intercontinental, donde enfrentará a Surinam e Irak en un mini-torneo en marzo en México. Fuera de la altitud privilegiada de La Paz, necesitarán algo más que la ventaja del oxígeno para sobrevivir, pero el Mundial ampliado ha mantenido su sueño vivo más tiempo de lo habitual.
El sorteo de mañana definirá el mapa, revelando qué ciudades albergarán partidos y cómo los equipos latinoamericanos navegarán un torneo enmarcado por un contexto político volátil, incluyendo la influencia de Trump, los gestos de Infantino y el boicot de Irán, lo que resalta la complejidad geopolítica del evento.
Debajo de la parafernalia, una verdad permanece: en 2026, Norteamérica será el terreno de prueba para la identidad futbolística y las ambiciones de Latinoamérica.
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