El argentino Franco Mastantuono aprende la lección más dura de Madrid por la vía rápida
El ascenso de Franco Mastantuono ha sido el tipo de historia que al Real Madrid le encanta contar: un debutante adolescente, toques atrevidos, la presión del Bernabéu manejada con aplomo. Pero el club que corona a los prodigios también los pone a prueba sin piedad. Ahora, con Jude Bellingham completamente recuperado y dos partidos decisivos por delante, el joven argentino enfrenta la primera turbulencia real de su corta carrera.
De la primera sustitución a la primera encrucijada
Getafe fuera de casa, cielo gris, campo estrecho: el tipo de partido en el que el brillo del Madrid suele apagarse en frustración. Cuando Xabi Alonso miró al banquillo, su elección habló por sí sola. Aparte del cambio temprano forzado por la molestia de David Alaba, Mastantuono fue el primer cambio táctico, sustituido poco después del descanso. Su participación duró apenas diez minutos más que su debut. Para el joven de 18 años, fue un recordatorio de que, en la órbita del Madrid, siempre estás a un partido de distancia del escrutinio.
El momento no podría ser más duro. Esta semana trae al Barcelona el domingo: un doble reto que define jerarquías. Fue la aparición más corta de su aventura en el Madrid hasta ahora, y llega justo antes de una semana en la que su estatus como titular habitual parece repentinamente negociable.
Alonso ya ha vivido este dilema. En septiembre, después del primer gol de Mastantuono en España, lo dejó en el banquillo para el derbi contra el Atlético y apostó por un Jude Bellingham medio recuperado. El Madrid perdió el control de ese partido, y el técnico luego sonrió con resignación cuando le preguntaron si se arrepentía. Lo hizo. Pero aquel recuerdo no garantiza el mismo desenlace ahora. Mastantuono ha sido titular en ocho de los once partidos del Madrid esta temporada. Es el noveno jugador de campo con más minutos. Sin embargo, ser joven en este club significa ser siempre el primer nombre sacrificado cuando el plan tambalea.
El regreso de Bellingham y el embotellamiento en el mediocampo
El primer desafío del argentino es uno que no puede controlar: la recuperación de Jude Bellingham. El inglés está completamente en forma tras su operación de hombro izquierdo y semanas de entrenamiento individualizado durante el parón internacional. Su regreso redibuja el mapa del mediocampo madridista. Su historial sigue brillando: 23 goles y 13 asistencias en su primera temporada, 14 y 14 en la siguiente. Alonso tiene claro que debe volver al centro, no como falso nueve.
Ese dominó golpea fuerte: Aurélien Tchouaméni ancla la base. Con Trent Alexander-Arnold y Dani Carvajal acercándose también a su plena forma, Fede Valverde vuelve a su carril natural. El espacio “libre” para Bellingham empuja a todos los demás hacia arriba. Arda Güler, eléctrico en sus 11 partidos con tres goles y cinco asistencias (todas para Kylian Mbappé), se convierte en la opción principal por la derecha. Y ese es precisamente el terreno donde Mastantuono venía construyendo su caso.
De repente, su puesto de titular vuelve a sentirse prestado. El mediocampo del Madrid no es una democracia; es una jerarquía de certezas. El regreso de Bellingham no degrada al argentino, simplemente eleva el listón.
La lección silenciosa de Getafe
Los números cuentan una historia; el lenguaje corporal, otra. En Getafe, Mastantuono se vio vacilante. Un regate exitoso de cuatro intentos, una docena de pases precisos, ningún disparo relevante. Cuando el Madrid consiguió un tiro libre al borde del área, él y Alaba debatieron quién lo lanzaría. Ganó el veterano. Momentos después, Éder Militão se acercó a Mastantuono, mano sobre la boca, susurrándole consejos para calmar la frustración. No fue una catástrofe, solo una lección.
Para Mastantuono, el reto mayor es el ritmo. Se perdió la reciente convocatoria de Argentina por fatiga muscular, entrenó con suavidad en Valdebebas y luego fue lanzado a un partido que exigía una explosividad que aún no había recuperado. Aun así, el fútbol de élite vive en el presente más absoluto: para quedarte, debes demostrarlo cada tres días.
El vestuario del Madrid no reparte compasión. Los jóvenes sobreviven leyendo el ambiente tan rápido como leen el campo. Mastantuono ya demostró que puede hacerlo: sus primeros partidos exhibieron el desparpajo de un extremo y la capacidad de aislar defensas y superarlas con velocidad. Ahora debe probar algo más complicado: que puede adaptarse cuando el foco apunta a otro lado.

EFE
Barcelona y la prueba de pertenecer
Toda carrera en el Madrid llega a este punto: la semana en que la promesa se cruza con la presión. La Juventus espera el miércoles en una prueba europea que exige disciplina táctica, paciencia y temple. El Barcelona el domingo es la emocional: caos, ruido, la necesidad de mantenerse firme mientras todos los demás se inclinan hacia adelante. Ambos partidos serán en el Bernabéu, y ambos le dirán a Alonso qué tipo de jugador está listo para ser Mastantuono.
Si Bellingham estabiliza el mediocampo y Valverde se mueve hacia dentro, Alonso se enfrentará a una decisión sin respuesta fácil: confiar en Mastantuono por la derecha en partidos que no admiten margen de error, o apostar por la química de Güler con Mbappé y usar al argentino como revulsivo desde el banquillo.
No es una cuestión de talento; nadie en el Madrid lo duda. Es una cuestión de tiempo. El derecho a ser titular aquí nunca se gana para siempre: se alquila. Las ocho titularidades de Mastantuono fueron un anticipo. Los próximos dos partidos decidirán si puede renovar el contrato.
Los veteranos del club conocen bien este ritmo. El adolescente pasa ahora de ser “una incorporación prometedora” a “un titular bajo revisión”. Esa transformación puede forjar jugadores o romperlos. Todo depende de lo que hagan cuando el balón vuelve a sus pies.
En los momentos de calma tras los entrenamientos, Mastantuono sigue quedándose en el campo, practicando amagues, centros, el recorte hacia dentro que primero llamó la atención de los ojeadores del Madrid. Ha ganado suficiente confianza para ser titular. Pero en el Madrid, la confianza tiene fecha de vencimiento, no garantía.
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Su talento es indiscutible. Su lugar en el once de gala, no. Esa es la fina línea que todo joven aprende a caminar aquí: una línea trazada no por la reputación, sino por el siguiente silbato. Juventus y Barcelona le dirán de qué lado está.



