DEPORTES

El Gigante Hondureño Olimpia Deslumbra con una Triunfal Gloria Final

Olimpia selló su 39º título nacional con una contundente paliza de 4–1 sobre Real España en Tegucigalpa. Una exhibición magistral a doble partido deleitó a la afición en todo Honduras, restauró el orgullo del club y entregó una nueva generación de héroes al folclore futbolístico nacional.

Brillante Primer Tiempo Desata la Fiesta

La noche comenzó con un zumbido metálico —tambores, trompetas y 20.000 gargantas vibrando dentro del Estadio Nacional José de la Paz Herrera. Olimpia llegaba con una ventaja mínima de 2–1 del partido de ida, pero el técnico uruguayo Eduardo Espinel se negó a atrincherarse en su área. Quería fuegos artificiales, y desde el pitazo inicial, su trío de mediocampistas cazó en jauría, mordiendo los talones de Real España como terriers sobre vidrios rotos.

Minuto 16. Edwin Rodríguez lanzó un centro envenenado hacia el punto penal. José Mario Pinto, fantasma tras un marcador estático, conectó de cabeza con un leve roce que superó al arquero Luis “Buba” López. Uno a cero en la noche, 3–1 en el global, y la mitad blanco-roja del estadio estalló—los fuegos artificiales retumbaron antes de que el humo de la celebración de Pinto se disipara.

Real España, aturdido pero sin rendirse, se reorganizó. El técnico Jeaustin Campos pidió amplitud, y en el minuto 38 su apuesta dio frutos. Un centro rasante superó a dos defensores; Brayan Moya estiró el pie y vio el balón colarse bajo Édrick Menjívar. De pronto, el global se apretaba y los cerca de 4.000 hinchas visitantes recobraron el aliento.

La tregua duró tres minutos. Un córner cayó al segundo palo, reinó el caos y el balón quedó suelto en el área chica. Julián Martínez—un incordio constante durante todo el torneo—reaccionó primero y se lanzó de cabeza a quemarropa. Las redes se inflaron, los tambores retumbaron y los hombros de Real España se hundieron. Al descanso, Olimpia se iba nuevamente con dos goles de ventaja, escoltado por un rugido que hacía vibrar el techo ondulado del estadio.

Embestida Final y Brillo de los Goleadores

Campos recurrió a piernas frescas, pero el tablero táctico no podía contener la marea emocional que recorría las venas de Olimpia. Sus defensores, Emanuel Hernández y Carlos Sánchez, ganaban cada duelo mientras Menjívar ordenaba con fría precisión. Real España empujaba, pero cada ataque se estrellaba contra ese muro blanco.

En el minuto 55, el partido pasó de tenso a eufórico. Jerry Bengtson, un delantero con más temporadas que cumpleaños de muchos de sus compañeros, se desmarcó, recibió un pase filtrado de Pinto y definió con calma quirúrgica. Tres a uno en la noche, 5–2 en el global. Bengtson corrió hacia la bandera de córner con los brazos abiertos, una estatua viva de resistencia y orgullo. Los fuegos artificiales número dos iluminaron el centro de Tegucigalpa.

El espíritu de Real España titubeó. Campos los animaba, pero las piernas no respondían. Olimpia olía sangre. Espinel mandó a la cancha a Michael Chirinos—ídolo local que volvía de una lesión—como si echara gasolina al fuego. A los sesenta segundos, Chirinos recortó hacia el centro, se perfiló zurda en mano y soltó un disparo imparable que dejó sin respuesta a López. 4–1. Masacre en el global: 6–2.

Los últimos intentos del visitante—centros desesperados, remates lejanos—se estrellaron contra los guantes de Menjívar o contra el cielo implacable. En la línea de banda, Espinel finalmente se permitió una sonrisa. Su equipo ya estaba en casa.

Regresa Elis, Espinel Sonríe

Con el resultado sellado, Espinel jugó su carta sentimental. Alberth “El Panterita” Elis—el delantero cuya lesión en la cabeza en febrero de 2024 en Francia amenazó con poner fin a su carrera—caminó hacia la línea de banda. El cartel del cuarto árbitro mostró su número y el estadio estalló. Elis ingresó para los últimos diez minutos, cada toque acompañado por un coro de 20.000 voces coreando su apodo. No marcó, ni lo necesitaba. Su sola presencia, cabello recogido y mirada brillante, fue símbolo de resurrección.

Real España tuvo un último tiro libre que Menjívar despejó de puños, símbolo de su noche: cerca, pero repelido. El árbitro Selvin Brown miró su cronómetro y pitó tres veces. Fuegos artificiales tres, cuatro y cinco explotaron sobre la ciudad. Algunos jugadores se dejaron caer en el césped; otros corrieron hacia la Barra Ultra en la sección 13, donde las banderas ondeaban como velas de tormenta.

Espinel, rodeado de micrófonos, dio crédito a su vestuario. “El corazón de estos muchachos es más grande que cualquier trofeo”, dijo. Elogió el empuje constante de Bengtson, la osadía aérea de Pinto y la templanza defensiva de Hernández. Un periodista le preguntó por Elis. Espinel se llevó la mano al pecho y luego sonrió.

La Corona de Olimpia y su Legado en la Liga

El título número 39 es más que una cifra redonda. Reafirma el estatus de Olimpia como el centro gravitacional del fútbol hondureño, un club que renueva su sangre sin perder su identidad. Aficionados vestidos de rojo y blanco bailaban fuera del estadio, bloqueando la Avenida Miraflores hasta pasada la medianoche. Las bocinas se unían a las bandas; extraños se abrazaban en los semáforos. En San Pedro Sula, a 180 kilómetros al norte, hinchas de Real España aplaudían a su equipo pese a la derrota—un reconocimiento al espectáculo que ofrecieron ambos lados.

Ahora Real España se enfrenta a preguntas: ¿cómo un equipo con tantos atacantes perdió el rumbo bajo presión? Campos insinuó cambios en la plantilla. Sugirió sumar un defensor y trabajar más el aspecto mental del equipo. También reconoció la calidad de Olimpia: “Nos castigaron cada error,” dijo. “Eso es lo que hace un campeón.”

Mientras tanto, Espinel encara otro desafío: mantener el hambre. El contrato de Bengtson vence en junio; cazatalentos europeos siguieron a Martínez toda la temporada; ya circulan rumores sobre el futuro de Pinto. Pero por una noche delirante, esas preocupaciones se evaporaron bajo una tormenta de confeti mientras el capitán José “Patón” Moncada alzaba la copa plateada, cuya superficie pulida reflejaba cada rayo de luz.

La siguiente meta de Olimpia es clara: una 40ª corona, un número que ningún otro club hondureño puede siquiera imaginar. Antes, aguarda la competencia regional de CONCACAF, donde los hombres de Espinel portarán la bandera nacional. El técnico asegura que su grupo anhela nuevos horizontes. “Queremos probarnos fuera de esta liga,” dijo a la prensa, con gotas de champaña salpicando su chaqueta. “Si logramos hacer sentir orgullo a Honduras, este título 39 será solo el comienzo.”

Lea Tambien: El ecuatoriano Carapaz inspira a su país mientras los velocistas brillan en la duodécima etapa del Giro

Mientras las celebraciones se prolongaban hasta el amanecer, un último fuego artificial estalló sobre Tegucigalpa, pintando el cielo de blanco por un instante—un homenaje perfecto a un club que, por otra temporada más, reina en el fútbol hondureño con autoridad, estilo y ese inconfundible rugido de león.

Related Articles

Botón volver arriba