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El huracán Melissa en Jamaica convierte la gloria del sprint en refugio y exigencias

Tras el paso del huracán Melissa por Jamaica como tormenta de categoría cinco en octubre, al menos veintiocho personas murieron y miles enfrentaron días sin agua potable ni techos seguros. Ahora Asafa Powell y Noah Lyles canalizan su rivalidad en ayuda, llevando el apoyo más allá de los titulares y hasta hogares reconstruidos.

Un campeón entra en la secuela

En Jamaica, las tormentas no terminan cuando el viento se calma. Continúan en el lodo que se endurece sobre la piel, en los cables eléctricos destruidos, en las largas distancias que la gente recorre para conseguir agua básica, y en la vergüenza privada de no poder bañar a un bebé o cocinar una comida. Tras Melissa, los ritmos familiares de la isla—las mañanas de mercado, los trayectos escolares, los domingos de iglesia—fueron interrumpidos por un nuevo horario marcado por la remoción de escombros y la búsqueda de un lugar seco.

Asafa Powell, dos veces poseedor del récord mundial de cien metros planos y miembro del equipo de relevo cuatro por cien metros que ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 2016 para Jamaica, vive en Kingston. Visitó las zonas más afectadas y describió un tipo de devastación que no se puede fotografiar fácilmente. “Mi corazón estaba abrumado de tristeza”, dijo. Intentó enfocar su atención en ser útil: “Traté de no concentrarme demasiado en la devastación y ver cómo podía ayudar de la mejor manera posible”.

Habló no como un atleta cuidando su imagen pública, sino como un vecino enfrentando la crudeza de la necesidad. “Cuando ves madres con bebés pequeños, o personas que ni siquiera pueden bañarse y llevan días con lodo encima—es algo que te hace llorar”, dijo. En esas frases está la verdadera moneda de los desastres: la dignidad, y su pérdida.

Facebook/ Asafa Powell

Cuando los rivales se convierten en aliados

Noah Lyles entra en esta historia portando otra bandera, pero una presión conocida. El estadounidense ganó los cien metros en los Juegos de París 2024 y es cuatro veces campeón mundial de doscientos metros, parte de una tradición de velocidad estadounidense que Jamaica lleva dos décadas aprendiendo a superar. Powell celebró el cambio: la rivalidad, por una vez, produjo colaboración.

“Estamos tratando de ayudar en todos los lugares que podemos”, dijo Powell, al describir la ayuda que él y Lyles están brindando. En el Caribe, donde la atención internacional puede encenderse y apagarse rápidamente, los nombres famosos pueden movilizar recursos de inmediato—recaudando fondos, dirigiendo suministros y manteniendo la historia viva el tiempo suficiente para la reconstrucción práctica. Eso no reemplaza a las instituciones. Pero puede avergonzarlas para que permanezcan.

Powell relató la entrega de dos casas a familias necesitadas. “Estaban muy felices y eso me hizo sentir abrumado de alegría”, dijo. Su esposa lloró, contó, y también las familias. Un hogar tenía cuatro niños, otro tenía tres, detalles que convierten la “vivienda” de una palabra de política en un alivio tangible: una puerta que se cierra, un techo que resiste, una cama que permanece seca.

Una recuperación que dura más que los aplausos

Powell enmarcó la ayuda como reciprocidad, no caridad. “Siempre que compito en la pista, estas son las personas que me han estado apoyando y sintiéndose orgullosas de mí”, dijo. “Devolver algo me hace sentir muy orgulloso y me da ganas de hacer mucho más”. En ese intercambio está una verdad silenciosa de Jamaica: el orgullo nacional siempre ha sido llevado primero por la gente común, y reflejado por los campeones.

También advirtió sobre el patrón habitual de los desastres—lo que sucede cuando las cámaras se van. Powell hizo un llamado a “las grandes organizaciones” para que sigan ayudando y no se retiren cuando la atención disminuya. “Voy a seguir ayudando cada mes”, dijo, argumentando que otros deberían quedarse “a largo plazo” y asegurar que la gente regrese a hogares, no a carpas ni a habitaciones prestadas.

Él entiende la competencia por la empatía global. “Hay muchas cosas pasando en el mundo y cada minuto veo una inundación diferente o un desastre natural”, dijo Powell. “Hay mucho por hacer y mucha gente a la que ayudar, pero espero lo mejor para mi país”. En Jamaica tras Melissa, la esperanza no es un eslogan. Es una exigencia de que la recuperación se trate como el entrenamiento: sostenida, repetitiva y medida por los resultados.

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