El Tour de Francia se escapa para los ciclistas latinos—pero los Alpes aún podrían ofrecer una última oportunidad

Mientras Tadej Pogacar refuerza su control sobre el maillot amarillo, los ciclistas latinoamericanos observan las últimas etapas montañosas del Tour con una esperanza que se desvanece. El sueño de la gloria general puede haberse perdido, pero la lucha por el orgullo, los podios y el propósito está lejos de terminar.
El reinado de Pogacar parece sellado—pero aún hay carrera
Tadej Pogacar suma cuatro victorias de etapa, un maillot arcoíris y diferencias de tiempo que parecen fronteras. De cara al último tramo alpino, lidera con más de siete minutos sobre sus rivales más cercanos. Y después de desmantelar a Jonas Vingegaard en Superbagnères y Hautacam, es difícil imaginar que alguien pueda alcanzarlo.
“Salvo que ocurra algo extraño, el Tour terminó en los Pirineos”, dijo un director deportivo español a EFE durante el día de descanso del lunes en Montpellier. Y lo extraño no suele suceder a la altitud de Pogacar.
Pero detrás de él, la lucha por el podio sigue abierta. El legado escalador de Colombia puede estar ausente este año de la clasificación general. Aun así, el español Carlos Rodríguez ocupa el noveno lugar, a solo minutos de un grupo de corredores que pelean por los últimos peldaños en París. Del cuarto al octavo lugar—Onley, Vauquelin, Roglič, Gall, Johannessen—hay apenas tres minutos de diferencia.
En ese pelotón tan ajustado, cada ascenso alpino esta semana es una oportunidad para subir… o desaparecer. Y para los corredores de naciones que aún no han vestido de amarillo, ese tipo de apertura es su forma de ambición.
Tácticas fallidas y un desafío que se desvanece
Visma-Lease a Bike llegó a Francia con un guion: atacar a Pogacar en la montaña y repetir la emboscada del Col du Granon de 2022. Pero el plan falló.
Pogacar respondió a cada movimiento—no solo con vatios, sino con temple y control. En las subidas donde Vingegaard intentó soltarlo, Pogacar contraatacó y ganó la etapa. Su equipo UAE mantuvo gregarios con él en casi cada cima, mientras que los ayudantes de Visma se desfondaron.
“Nunca se le vio en apuros”, dijo un comentarista colombiano a EFE. “Los demás parecían agotados solo de pensar en vencerlo.”
Aun así, Vingegaard no se ha rendido. Tampoco Primož Roglič, cuya carrera ha estado marcada por tragedias en los finales. Ven esta semana—Ventoux, Glandon, La Loze, La Plagne—como su última oportunidad. Pero ya no se trata solo de ganar el Tour. Para la mayoría, se trata de rescatar una batalla digna de ser recordada, aunque la guerra parezca decidida.

Latinos persiguen momentos, no maillots
Para los aficionados latinoamericanos, la última semana trae más que esperanza: trae memoria.
Los colombianos aún recuerdan el regreso de Egan Bernal en 2019, iniciado en los zigzags alpinos mientras otras piernas flaqueaban. Los ecuatorianos rememoran la Vuelta de Richard Carapaz en 2020, donde el coraje tardío se convirtió en magia general. Esas historias resuenan hoy—no porque alguien vaya a arrebatar el amarillo a Pogacar, sino porque hay otras victorias que conquistar.
“Estos corredores crecieron viendo a héroes como Nairo y Carapaz ganar etapas de montaña”, dice el entrenador venezolano Martín Quezada, quien sigue de cerca las tendencias europeas para federaciones sudamericanas. “Saben sufrir. Saben esperar el momento.”
Quezada menciona a Carlos Rodríguez como ejemplo actual. Aunque está a casi diecinueve minutos de Pogacar, se encuentra cerca del top cinco. “Todo puede cambiar en el Ventoux”, dijo a EFE tras un entrenamiento.
Rodríguez y otros aspirantes pasarán los próximos días tratando de resistir en los primeros puertos, para luego atacar cuando las piernas rivales flaqueen y la carretera vuelva a inclinarse. Triunfos de etapa, un lugar en el top ten, incluso premios a la combatividad—todo cuenta en un deporte donde el reconocimiento se mide más en esfuerzo que en medallas.
Y en Bogotá, Pasto, San Juan y Cali, los aficionados madrugarán para ver cada curva cerrada, persiguiendo cada suspiro de posibilidad.
Los Alpes deciden las historias más allá de los titulares
La semana final del Tour arranca con el Mont Ventoux—una subida árida y brutal donde el calor y el viento pueden destruir incluso a las piernas más fuertes. Luego llega la etapa reina: el Col de la Loze, a 2,304 metros, donde el oxígeno escasea y el tiempo se estira. El viernes, la última prueba alpina: La Plagne, una etapa que Roglič llama “la última puerta a algo grande”.
Para Pogacar, se trata de conservar. Para el resto, de aprovechar lo que queda.
En la sala de prensa de São Paulo, en un café de Buenos Aires, en una fiesta callejera en Caracas, el sentimiento es idéntico: sí, Pogacar tiene el Tour. Pero las montañas aún ofrecen otras historias.
“A los latinoamericanos nos gusta el que pelea”, dice la locutora mexicana Laura García, en entrevista con EFE. “Siempre hemos amado al que se escapa y lo intenta hasta el final.”
Y cuando el Tour llegue a los Campos Elíseos la próxima semana, esas historias secundarias—las que se pelearon curva a curva en los Alpes—permanecerán mucho después de que el brillo del maillot amarillo se desvanezca.
En algún lugar, un corredor latino alzará los brazos tras sobrevivir una escapada. En otro, un noveno puesto inspirará a un joven ciclista con bicicleta prestada en las colinas de Boyacá o los caminos rurales de Oaxaca.
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El maillot jaune puede estar decidido. Pero el Tour no ha terminado. No para los que aún lo persiguen, ni para los aficionados que ven en cada lucha una chispa.