La estrella brasileña Vinícius ruge de nuevo mientras la meritocracia del Madrid muerde

Tras cinco partidos sin gol ni asistencia —su energía drenada por una temporada interminable y una pretemporada truncada— Vinícius Júnior despertó en Oviedo. Suplente por decisión del nuevo entrenador, Xabi Alonso, en un movimiento audaz, el brasileño entró, asistió un gol, marcó otro y le recordó al Real Madrid —y a un público hostil— lo que aún guarda en sus botas.
Una suplencia que cambió el ánimo… y el mensaje
Xabi Alonso no se tomó con calma su llegada al poder en Madrid. Dejó claro que el estatus ya no sería un escudo para nadie. Días después de responder preguntas sobre “intocables”, dejó a Vinícius en el banquillo: sin lesión, sin sobrecarga de minutos, solo decisión. En su lugar, Rodrygo inició en la banda izquierda, la predilecta del brasileño.
“Entró muy bien y fue decisivo”, dijo Alonso después, elogiando la chispa que Vinícius aportó cuando saltó al campo. El técnico añadió que la decisión fue “pensando en el equipo”, palabras que resonaron en cada línea de sus primeras alineaciones.
En un club acostumbrado a la jerarquía como ley, Alonso cambió la economía hacia un modelo basado en el rendimiento. El viejo “servicio militar” que los jóvenes cumplían antes de ser elegidos para el XI quedó atrás. En la alineación apareció el argentino de 18 años Franco Mastantuono, recién desembalado en la plantilla. El mensaje fue tajante: o enchufados o al banquillo. Alonso quiere un solo caudal, no corrientes divididas entre estrellas y suplentes.
El sistema, las estrellas y un golpe al statu quo
El plan de Alonso en Oviedo fue inconfundible: ritmo con posesión, personalidad con balón, presión tras pérdida en campo rival, y un bloque que muerde. Incluso mostró una nueva faceta de Kylian Mbappé, más comprometido sin balón de lo que solía en el Paris Saint-Germain. Ese fue parte del trasfondo de la suplencia de Vinícius.
Alonso no está grabando hábitos en piedra. Las rotaciones dependerán del rival y de las piernas, especialmente cuando regresen las semanas con tres partidos. Necesitaba devolverle confianza a Rodrygo tras dejarlo inactivo en el debut. Necesitaba demostrar que la competencia es real. Vinícius entendió la señal. El extremo izquierdo ya no es su escenario privado. Rodrygo lo ha reclamado. Por la derecha, Mastantuono y Brahim Díaz aprietan. Pronto Jude Bellingham, una vez recupere el hombro, se sumará al frente de ataque. Ahora los minutos hay que ganárselos. Para un jugador que vive al límite, eso puede ser combustible.
Hostilidad, calor y una respuesta con dientes
Oviedo recibió a Vinícius con veneno. “Tonto” bajaba de las gradas, balones de playa rebotaban en el campo a modo de burla. Si la intención era desconcentrarlo, logró lo contrario. Entró al partido como un torbellino—al principio demasiado, siendo amonestado por una caída teatral en el área—pero después redirigió su energía hacia la presión del Madrid. Hostigó defensas, peleó balones sueltos y esperó su momento.
Llegó cuando asistió a Mbappé, quien definió con limpieza. Luego, en el descuento, rompió su sequía. Un gol ausente desde el 27 de junio en cualquier competición, y desde el 5 de abril en LaLiga, por fin encontró la red. Siete jornadas de liga sin marcar terminaron con un swing catártico.
La celebración reveló el costado combustible que ha prometido controlar. Mano en la oreja, desafiando los abucheos; un gesto hacia la grada interpretado como “a Segunda”, burlándose de la categoría del equipo local. Mbappé, consciente de la imagen, le tapó brevemente la boca en el abrazo —un instinto que habló de nuevo liderazgo y jerarquía. El fuego de Vinícius, Alonso lo sabe, es tanto arma como riesgo: la chispa que lo hace imparable en sus mejores días, la mecha que puede consumirlo en otros. El reto es mantener el fuego en el juego y fuera de las gradas.
Una advertencia dorada en la meritocracia
Alonso heredó una plantilla cargada de estatus. En menos de dos semanas, lo volvió condicional. Sus palabras tras el partido volaron por encima de los individuos y aterrizaron en principios colectivos: dominio con balón, ritmo, presión y “una excelente actitud jugando en equipo”. Pero bajo esas frases se escondía una advertencia. Habrá rotaciones. Habrá sitio para adolescentes si lo merecen. Y habrá consecuencias para las caídas de forma, aunque tu nombre se cante en todo el mundo.
Para Vinícius, Oviedo se sintió como un punto de inflexión en la temporada. Agotado por el desgaste del Mundial de Clubes, apagado por una pretemporada corta y hundido además por cinco partidos discretos, necesitaba un golpe de energía. El banquillo se lo dio. Necesitaba un rival interno, y lo encontró en el regreso de Rodrygo. Necesitaba conectar con el nuevo alfa del Madrid, y lo hizo asistiendo a Mbappé. Necesitaba marcar, y lo consiguió.
Llegarán noches más duras. Alonso puede volver a sentarlo, moverlo al centro o rotarlo fuera. La tentación seguirá siendo responder a las gradas con gestos más que con goles. Pero en Oviedo, Vinícius habló en el idioma que mejor domina: aceleración, incisividad y producto final.
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Si el Madrid de Alonso es una meritocracia, Vinícius acaba de presentar su currículum. Una asistencia. Un gol. Y el recordatorio de que la chispa brasileña del Real Madrid aún puede incendiar partidos… y relatos.