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La farsa olímpica del breakdance: cómo le robó protagonismo a los verdaderos atletas de América Latina

El polémico ascenso de Raygun, la bailarina de break dance olímpica viral que se convirtió en la número uno del mundo, ha puesto de relieve cómo la inclusión del break dance en los Juegos Olímpicos ha empañado su reputación. Este fiasco también privó a los atletas latinoamericanos que lo merecían de su merecido momento en el escenario mundial.

Cuando el break dance, o “breaking”, hizo su debut olímpico en los Juegos de París de 2024, la intención era presentar un nuevo deporte a una audiencia mundial y darle el reconocimiento del prestigio olímpico. Sin embargo, en lugar de inspirar respeto, el deporte rápidamente se convirtió en una broma viral cuando una competidora, Rachael Gunn, también conocida por su nombre de break dance “Raygun”, se hizo famosa por una actuación mediocre que la convirtió en una sensación de memes. A pesar de perder sus partidos 54-0, Raygun ha ascendido desde entonces extrañamente al puesto número uno en el ranking mundial de breaking, exponiendo fallas profundas en el organismo rector del deporte y los sistemas de calificación.

Aunque algunos podrían reírse de lo absurdo de todo esto, las consecuencias son graves. Esta debacle dañó la credibilidad del breakdance y lastimó a los atletas legítimos, particularmente en América Latina, donde el escenario olímpico se considera una oportunidad única en la vida para que los atletas brillen. El enfoque abrumador en el circo del breakdance ha eclipsado la dedicación y el trabajo duro de los atletas de la región, que a menudo se ven marginados por peculiaridades olímpicas extrañas y procesos de selección cuestionables.

El impacto en los atletas latinoamericanos

Los Juegos Olímpicos de 2024 deberían haber sido un momento para celebrar la dedicación y los logros de los atletas latinoamericanos en varios deportes. En cambio, gran parte de la atención de los medios fue secuestrada por el espectáculo del extraño debut olímpico del breakdance, lo que dejó a los atletas de la región luchando por migajas de reconocimiento.

Consideremos el caso de la gimnasta venezolana Jessica López, una atleta célebre y altamente calificada que ha pasado años perfeccionando su arte. López, como muchos otros atletas latinoamericanos, compitió en un deporte con una larga historia olímpica y estrictos procesos de clasificación. A diferencia del breakdance, la gimnasia requiere años de dominio técnico y una competencia rigurosa para ganarse un lugar en los Juegos. Pero los logros de López se vieron eclipsados ​​por el ruido que rodeó a los videos virales de un bailarín de breakdance agitándose en el suelo, convirtiendo un evento olímpico que alguna vez fue un orgullo en algo más cercano a un reality show.

Mientras tanto, los atletas prometedores del equipo de taekwondo de Brasil, el equipo de lucha de Argentina y los competidores de atletismo de México quedaron fuera, ya que la cobertura mediática se centró en el breakdance, lo que restó valor a sus actuaciones e historias. América Latina, que ya enfrenta desafíos para obtener reconocimiento internacional para sus atletas, se vio particularmente afectada por este desafortunado circo olímpico. Para los atletas cuyo único foco de atención mundial son los Juegos Olímpicos, la atención sesgada hacia el breakdance significó que sus momentos ganados con tanto esfuerzo se vieron disminuidos.

El extraño ascenso de Raygun y sus consecuencias

Para entender lo extraño que ha sido el ascenso de Raygun, es esencial observar más de cerca el mundo del breakdance olímpico y el sistema defectuoso que hay detrás de él. A pesar de su decepcionante actuación en París, donde perdió todos sus bailes sin sumar un solo punto, Raygun se encontró coronada como la número uno del breakdance del mundo. Este confuso resultado es producto del extraño sistema de clasificación de la Federación Mundial de Baile Deportivo (WDSF), que prioriza las competiciones pasadas, incluso cuando los resultados recientes reflejan mejor los niveles de habilidad actuales.

El repentino ascenso de Raygun a la cima subraya un problema más importante: se supone que los deportes olímpicos celebran a los mejores atletas del mundo. Sin embargo, este sistema permitió que alguien que se convirtió en un meme viral por su pobre actuación se adjudicara el primer puesto. No es de extrañar que la B-Girl japonesa Ami, que ganó el oro en los Juegos, esté notablemente ausente de los primeros puestos de la clasificación, al igual que otras medallistas. La situación es tan extraña que incluso la WDSF emitió un comunicado en el que aconsejaba a la gente “interpretar” las clasificaciones con cautela, admitiendo básicamente lo absurdo de la situación.

Este contratiempo revela un precedente peligroso. Cuando los Juegos Olímpicos permiten inconsistencias y rarezas tan flagrantes en sus eventos, deslegitiman la competencia en su conjunto. Peor aún, devalúan los esfuerzos incansables de los atletas de países como Colombia, Cuba y Perú, que han pasado años preparándose para este momento, solo para verse eclipsados ​​por una broma mundial.

Una distracción del verdadero atletismo

La llegada del breakdance a la escena olímpica tenía como objetivo inyectar un elemento nuevo a los Juegos, atractivo para un público urbano más joven. Pero en lugar de inspirar admiración, se ha convertido en una advertencia sobre cómo los deportes mal gestionados pueden socavar la credibilidad de todo el movimiento olímpico.

Por ejemplo, la levantadora de pesas ecuatoriana Neisi Dajomes ganó una histórica medalla de oro para su país en Tokio 2020. Su victoria marcó un momento significativo tanto para su país como para las atletas femeninas de América Latina. Sin embargo, cuando atletas como Dajomes se ven obligadas a competir por la atención contra memes virales como Raygun, sus logros pueden perderse fácilmente en el ruido.

De manera similar, los mejores remeros y regatistas de Argentina, que siempre han rendido a un alto nivel, enfrentan una batalla cuesta arriba para obtener reconocimiento en un panorama olímpico ya abarrotado. Con el breakdance acaparando los titulares por las razones equivocadas, estos merecidos atletas ven que sus actuaciones son pasadas por alto, su arduo trabajo eclipsado por un deporte que algunos consideran más arte escénico que competencia real.

En contraste, los atletas latinoamericanos en los deportes olímpicos tradicionales se han ganado su lugar a través de coraje, disciplina e innumerables sacrificios. La decisión de elevar el breakdance, un deporte que muchos ven como más subjetivo y menos exigente físicamente que los eventos olímpicos tradicionales, disminuye los logros de los atletas que han superado obstáculos significativos para representar a sus países en el escenario mundial.

El mayor problema de los deportes novedosos olímpicos

El extraño ascenso de Raygun a la cima de la clasificación mundial no es solo un incidente aislado, es sintomático de un problema más significativo con la introducción de deportes “novedosos” en los Juegos Olímpicos. En las últimas décadas, el Comité Olímpico Internacional (COI) ha buscado mantener la relevancia de los Juegos al incluir deportes de moda como el skate, el surf y el breakdance. Si bien estas incorporaciones tienen como objetivo atraer a espectadores más jóvenes, corren el riesgo de socavar los valores tradicionales de los Juegos Olímpicos, que enfatizan la excelencia, la justicia y el logro atlético.

Los atletas latinoamericanos, muchos de los cuales provienen de países donde la financiación olímpica es limitada, se ven afectados desproporcionadamente por esta tendencia. A diferencia de sus contrapartes en las naciones más ricas, los atletas de la región a menudo dependen de los Juegos Olímpicos como su principal oportunidad para mostrar su talento a una audiencia global. Incluir deportes novedosos como el breakdance, donde la línea entre deporte y entretenimiento es borrosa, significa que estos atletas deben competir entre sí y contra sensaciones virales y momentos dignos de memes.

Este cambio hacia el espectáculo en lugar de la sustancia amenaza con diluir la integridad de los Juegos Olímpicos, convirtiendo lo que alguna vez fue la cumbre de la competencia deportiva mundial en algo parecido a un reality show. Si bien los deportes novedosos pueden atraer atención a corto plazo, hacen poco para honrar el trabajo duro y la dedicación de los atletas que han entrenado toda su vida para este momento.

La necesidad de volver a centrar los Juegos Olímpicos en los verdaderos atletas

Para que los Juegos Olímpicos recuperen su prestigio, deben volver a centrarse en los atletas que encarnan el espíritu de los Juegos: atletas que han dedicado sus vidas a perfeccionar su arte, superar desafíos personales y sistémicos y representar a sus países con orgullo. Esto es particularmente cierto en América Latina, donde atletas como la gimnasta brasileña Rebeca Andrade y el boxeador cubano Julio César La Cruz se han convertido en héroes nacionales a través de sus logros olímpicos.

El enfoque en el breakdance y otros deportes novedosos corre el riesgo de eclipsar las historias de los atletas que han trabajado para competir al más alto nivel. Para que los Juegos Olímpicos sigan siendo un evento significativo y respetado, deben priorizar a los atletas que se han ganado su lugar por méritos propios, en lugar de a aquellos que se han convertido en sensaciones virales por alguna peculiaridad del sistema.

Además, los organismos rectores como el COI deben garantizar que sus sistemas de clasificación y clasificación sean transparentes y justos para que atletas como Raygun no se encuentren en posiciones prominentes a través de lagunas legales o reglamentos oscuros. Los atletas latinoamericanos, muchos de los cuales ya enfrentan desafíos para obtener financiación y apoyo, merecen un campo de juego equitativo donde su arduo trabajo sea reconocido y recompensado en lugar de eclipsado por trucos.

El verdadero espíritu olímpico frente al circo del breakdance

El auge del breakdance en los Juegos Olímpicos, ejemplificado por el ascenso viral de Raygun a la cima de la clasificación mundial, ha puesto de relieve los peligros de convertir los Juegos en un espectáculo a expensas de los logros atléticos reales. Esta tendencia es particularmente perjudicial para los atletas de América Latina, que dependen de los Juegos Olímpicos como su escenario principal. El enfoque en deportes novedosos como el breakdance resta valor a los logros de los atletas que han dedicado sus vidas a su oficio, socavando los valores que se supone que representan los Juegos Olímpicos.

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Si los Juegos Olímpicos han de mantener su integridad, deben volver a sus raíces: celebrar a los mejores atletas del mundo, independientemente del deporte o la nacionalidad. Los atletas latinoamericanos, que han luchado durante mucho tiempo por el reconocimiento en el escenario mundial, no merecen menos.

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