DEPORTES

La histórica y trágica historia de la pelea de boxeo entre el puertorriqueño Luis Resto y Billy Collins Jr.

Hace cuatro décadas, un combate de boxeo entre Billy Collins Jr. y Luis Resto terminó en un escándalo que cambiaría para siempre el deporte. Este artículo profundiza en los trágicos acontecimientos de esa noche, la confesión final de Resto y el impacto duradero en el boxeo.

El 16 de junio de 1983, un joven boxeador llamado Billy Collins Jr. subió al ring del Madison Square Garden de Nueva York con grandes esperanzas y un récord invicto. Con tan solo 21 años, Collins era visto como una estrella en ascenso, un boxeador con un futuro prometedor en el deporte. Su oponente esa noche, Luis Resto, era un veterano boxeador con un modesto récord de 19-8-2. Se suponía que la pelea pondría a prueba a Collins, pero no descarrilaría su carrera. Sin embargo, lo que sucedió en el ring esa noche se convertiría en uno de los capítulos más oscuros de la historia del boxeo.

Promovido por el legendario Bob Arum y entrenado por su padre, Billy Collins Sr., se esperaba que el joven boxeador de Tennessee añadiera otra victoria a su récord de 14-0. Resto, aunque desafiante, no era considerado una amenaza significativa. Fue entrenado por Panama Lewis, una figura controvertida en el boxeo conocido por sus métodos poco ortodoxos. Cuando comenzó la pelea, rápidamente se hizo evidente que algo andaba mal.

Resto, que no era conocido por su poder de pegada, comenzó a lanzar golpes que lastimaban visiblemente a Collins. Al final de la pelea, el rostro de Collins estaba grotescamente hinchado, sus ojos casi cerrados y sus pómulos severamente dañados. A pesar del castigo, Collins logró durar los diez asaltos, perdiendo por unanimidad. Pero el verdadero horror de lo que había sucedido solo saldría a la luz después de la campana final.

El descubrimiento de las trampas

Cuando los boxeadores se encontraron en el centro del ring después de la decisión, Collins Sr. estrechó la mano de Resto e inmediatamente notó que algo andaba mal. Los guantes de Resto se sentían inusualmente delgados, como si tuvieran un ligero acolchado en su interior. Collins Sr. dio la alarma y, tras una inspección más detallada, se reveló que los guantes habían sido manipulados. A cada guante le habían quitado aproximadamente una onza de relleno y las vendas de las manos de Resto estaban cubiertas con yeso, convirtiendo sus puños en mazos virtuales.

El descubrimiento causó conmoción en el mundo del boxeo. No fue solo que Resto hubiera ganado la pelea por medios ilegales; fue la magnitud del daño infligido a Collins lo que hizo que la situación fuera tan escandalosa. Las lesiones de Collins fueron tan graves que terminaron efectivamente con su carrera de boxeo. Sufría de visión borrosa permanente y el costo psicológico de la pelea eventualmente lo llevaría a una muerte prematura menos de un año después.

El escándalo provocó una investigación y Resto y su entrenador, Panama Lewis, fueron declarados responsables. Lewis, quien orquestó la manipulación, fue prohibido de por vida para boxear y cumplió un año de prisión. Resto, quien inicialmente negó saber sobre las alteraciones a sus guantes y vendas, fue sentenciado a dos años y medio de prisión y prohibido del deporte. Pero el daño ya estaba hecho. La carrera de Collins había terminado y la vida del joven luchador era desesperante.

El trágico final de Billy Collins Jr.

Las cicatrices físicas y emocionales de esa noche en Nueva York resultaron demasiado para Billy Collins Jr., quien alguna vez fue un prospecto brillante con un futuro lleno de promesas, pero se encontró lidiando con la realidad de que le habían robado su carrera. Sus lesiones le impidieron volver a boxear y el impacto psicológico de la pelea lo dejó profundamente deprimido. Collins recurrió al alcohol para lidiar con su dolor y su vida dio un giro trágico.

El 6 de marzo de 1984, menos de un año después de la pelea, Collins murió en un accidente automovilístico cerca de su casa en Tennessee. Tenía solo 22 años. No está claro si el accidente fue accidental o un acto deliberado, pero la pérdida de una vida tan joven fue un golpe devastador para su familia y la comunidad del boxeo.

La pelea entre Collins y Resto simbolizó todo lo que podría salir mal en el boxeo. Planteó serias preguntas sobre la integridad del deporte y la seguridad de los boxeadores. ¿Cómo pudo suceder algo descaradamente ilegal en un lugar tan prestigioso como el Madison Square Garden? ¿Cómo fue que los guantes manipulados pasaron desapercibidos para los oficiales? Estas preguntas persistieron mucho después del incidente, ensombreciendo el deporte.

La confesión de Resto y el documental “Assault in The Ring”

Durante años, Luis Resto mantuvo su inocencia, alegando que no tenía conocimiento de la manipulación y que estaba siguiendo las instrucciones de su entrenador. Sin embargo, en 2009, Resto finalmente se sinceró en el poderoso documental “Assault in The Ring”, dirigido por Eric Drath. En la película, Resto confesó que estaba al tanto de la manipulación de los guantes y del yeso en sus vendas. También reveló que Panama Lewis le había dado una sustancia para ayudarlo a respirar mejor durante la pelea, probablemente un medicamento utilizado para tratar el asma, lo que le permitió mantener un mayor nivel de rendimiento.

La confesión de Resto agregó otra capa de tragedia a una historia ya de por sí desgarradora. Si bien proporcionó un cierre, también reavivó la ira y el dolor que sentían la familia de Collins y los fanáticos del boxeo. El documental arrojó luz sobre el lado más oscuro del boxeo, donde la corrupción y la mentalidad de ganar a toda costa pueden tener consecuencias devastadoras.

Panama Lewis, quien falleció en 2020, nunca mostró remordimiento por su papel en el incidente. Mantuvo su inocencia hasta el final, nunca admitió los crímenes que habían arruinado efectivamente dos vidas: la de Billy Collins Jr. y la de Luis Resto. Si bien Resto ha expresado su arrepentimiento y ha pedido perdón, el estigma de esa noche de 1983 sigue unido a su nombre. A pesar de su remordimiento, a muchos en la comunidad del boxeo y más allá les ha resultado difícil, si no imposible, perdonarlo.

El impacto duradero en el boxeo

La pelea entre Billy Collins Jr. y Luis Resto ha dejado una marca indeleble en el boxeo. Expuso las vulnerabilidades del sistema regulatorio y destacó la necesidad de una supervisión más estricta para proteger a los boxeadores. A raíz del escándalo, hubo pedidos de reformas en la forma en que se arbitraban los combates de boxeo y en cómo se inspeccionaba el equipo. El incidente también sirvió como advertencia para los boxeadores y los entrenadores sobre los peligros de tomar atajos y las graves consecuencias de hacer trampa.

La historia de Collins y Resto también nos recuerda el costo humano del boxeo. Si bien el deporte suele ser celebrado por su emoción y el coraje de sus participantes, también es una empresa brutal e implacable en la que lo que está en juego es la vida o la muerte. La pelea Collins-Resto subraya la importancia de mantener la integridad del deporte y garantizar que todos los participantes compitan en igualdad de condiciones.

Cuarenta años después, la pelea todavía se recuerda como uno de los momentos más oscuros de la historia del boxeo. Es una historia que sigue contándose, no solo como un relato de tragedia, sino como una advertencia de lo que puede suceder cuando se violan las reglas del deporte. El legado de esa noche en el Madison Square Garden es uno de dolor y pérdida y un recordatorio de la necesidad de estar alerta en el boxeo.

Una pelea que lo cambió todo

Los acontecimientos del 16 de junio de 1983 cambiaron para siempre las vidas de Billy Collins Jr. y Luis Resto y el deporte del boxeo. El trágico resultado de esa pelea sirve como un poderoso recordatorio de la importancia de la integridad, la justicia y la responsabilidad que conlleva ser parte de un deporte tan peligroso. Si bien las heridas de esa noche tal vez nunca sanen por completo, las lecciones aprendidas resuenan dentro de la comunidad del boxeo, lo que garantiza que una tragedia como esta nunca se repita.

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