La incansable búsqueda de la perfección en la natación de la estrella chilena Köbrich

Kristel Köbrich se levanta a las 4 de la mañana y, antes del amanecer, ya se desliza en la única piscina olímpica de Chile. A sus treinta y nueve años, ha clasificado para su decimotercer Campeonato Mundial consecutivo y ha asegurado un lugar en sus sextos Juegos Olímpicos, reescribiendo la noción de límites temporales en la natación.
Antes del amanecer, después de los récords
Santiago suele estar en silencio cuando Köbrich comienza su día. Las farolas parpadean y ella ya se dirige hacia el agua, decidida a cumplir su rutina habitual de veinte kilómetros repartidos entre sesiones matutinas y vespertinas. Esa devoción se ha mantenido intacta desde que dejó su hogar a los diecisiete años en busca de carriles más profundos y rivales más formidables.
Ni siquiera la pandemia, que cerró piscinas en toda Sudamérica, logró interrumpir su ritmo; se amarró a una cuerda elástica en una pequeña piscina de patio y nadaba contra corrientes invisibles, negándose a perder su valiosa sensibilidad por el agua. “Si algún día me despierto y ya no anhelo el cloro,” le dijo entre risas a El Mercurio a comienzos de este año, “entonces me retiraré. Ese anhelo no ha desaparecido.”
Trece Mundiales, seis Olimpiadas
Cuando suene el disparo de partida en Singapur este julio, Köbrich se convertirá en la única nadadora, hombre o mujer, en participar en trece Campeonatos Mundiales de Natación en piscina larga consecutivos, una racha que comenzó en Barcelona 2003 y que ha continuado sin pausa desde entonces, según los archivos históricos de World Aquatics. Su cronología olímpica es igual de improbable. Marchó como abanderada de Chile en la ceremonia de apertura de Atenas 2004 con apenas dieciocho años, terminó decimoquinta en los 800 metros libre, y entonces se prometió en silencio que aguantaría.
Le siguieron Pekín 2008, Londres 2012, Río 2016 y Tokio 2020. Ahora, París 2024 la espera tras recibir una invitación de universalidad para competir en los 1500 metros, lo que le permite integrarse a un grupo microscópico de atletas con seis Juegos Olímpicos, junto con la sueca Therese Alshammar y el tunecino Oussama Mellouli (Olympics.com, 2025). En ese camino, ha batido los récords sudamericanos de 800 y 1500 metros libre, tanto en piscina larga como corta, además de todas las marcas chilenas en estilo libre desde los 200 hasta los 1500 metros y el combinado de 400 metros. Las cifras confirman lo que sus rivales ya saben: la longevidad puede ser letal.@

@KristelKöbrich
Impulsada por la decepción, motivada por la juventud
En agosto pasado, el evento de prueba en París, realizado en el Arena La Défense, dejó un sabor amargo. Köbrich marcó 8 minutos y 46 segundos en las series olímpicas, penúltima en la clasificación. Las cámaras captaron su gesto de frustración. “Ese tiempo no es por lo que entreno”, declaró a la agencia EFE mientras se subía el abrigo sobre los hombros húmedos. La rabia se volvió oxígeno. En la Pro Series de Fort Lauderdale en abril, recuperó el impulso: hizo 16 minutos y 27 segundos para quedar quinta en los 1500 y 8 minutos y 41 segundos para ser novena en los 800, resultados que le dieron a Chile la clasificación al Mundial.
En mayo, la federación chilena anunció la nómina: una capitana experimentada escoltada por dos jóvenes, Edhy Vargas, de dieciocho años, y Mariano Lazzerini, de veintiuno. Vargas explicó que simplemente compartir el borde de la piscina con Köbrich cambia las aspiraciones: si la nadadora más laureada del país sigue lanzándose al agua al amanecer, ¿qué excusa podría tener él? El apoyo institucional ha seguido su estela. Municipios que antes amenazaban con cerrar piscinas envejecidas ahora asignan presupuestos para renovarlas, citando su influencia.
Un legado escrito en brazadas infinitas
Köbrich cumplirá cuarenta años tres semanas después de las series en París, pero se niega a ponerle fecha final a su travesía. Habla en cambio de parciales negativos, de perfeccionar estrategias de ritmo, de una posible despedida en los Juegos Panamericanos de 2027—pero solo si el corazón así lo decide. La socióloga Francisca Díaz, en una charla con estudiantes de la Universidad de Chile esta primavera, afirmó que Köbrich ha transformado la imaginación deportiva del país: “Demuestra que una atleta de una nación modesta en natación puede estar a la par de las potencias si la terquedad y la rutina se alinean.” Köbrich misma lo expresa de manera más simple. Al salir de la piscina tras otra sesión crepuscular, comentó: “Una carrera, diez carreras—lo que sea necesario para irme sabiendo que no quedó nada dentro.”
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Su historia va más allá de los carriles y los cronómetros. Es una meditación sobre la paciencia, la lenta acumulación de metros, y la idea de que la maestría favorece a quienes perseveran. Cuando emerja en Singapur para su decimotercer Mundial, los estadísticos actualizarán los récords y los comentaristas repetirán superlativos. Pero la escena verdadera se desarrolla horas antes, en la penumbra de una piscina vacía, donde una nadadora se entrega al agua como otros saludan al amanecer—con la certeza de que el día solo comienza realmente después de la primera brazada.