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La trágica muerte y el legado de Benny “Kid” Paret, el ícono cubano

Benny “Kid” Paret fascinó a los fanáticos del boxeo con su resistencia y habilidades naturales, pero su muerte tras un brutal enfrentamiento contra Emile Griffith reveló una de las caras más crudas de este deporte. Su legado sigue generando debate y reflexión 60 años después.

De los campos de caña al ring de boxeo

La historia de Benny Paret comenzó lejos del glamour del Madison Square Garden. Nacido en Santa Clara, Cuba, en 1937, creció bajo el sol implacable, trabajando junto a su familia en los campos de caña de azúcar. A pesar de la pobreza constante y la falta de acceso a la educación, la resiliencia de Benny brillaba en las calles de su ciudad natal.

“Tenía un fuego interior,” recordó Manuel Alfaro, el restaurador cubano que lo descubrió durante un viaje a La Habana. Alfaro vio algo especial en el joven delgado que convertía peleas callejeras en victorias. A los 13 años, Benny ya era un prometedor boxeador amateur. No era refinado, pero era indomable, contó Alfaro a los periodistas más tarde.

En 1955, Paret se convirtió en profesional, ganándose el cariño de los fanáticos con su estilo aguerrido y su aparentemente indestructible mentón. Sus peleas no siempre eran técnicas, pero sí inolvidables. Benny se convirtió en un símbolo de resistencia para muchos inmigrantes cubanos en Estados Unidos, llevando sus esperanzas y sueños al ring cada vez que se colocaba los guantes.

La vida y carrera de Paret estuvieron marcadas por los cambios políticos. Tras la revolución de Fidel Castro en 1959 y la prohibición de los deportes profesionales en 1962, miles de atletas cubanos huyeron a Estados Unidos en busca de oportunidades. Para Paret, el país norteamericano era una tierra de posibilidades, pero también un campo minado cultural. Como afrocubano, enfrentó el racismo y las tensiones de ser un inmigrante en un país hostil hacia su tierra natal.

A pesar de estas adversidades, Paret conquistó el campeonato mundial de peso wélter en 1960 al derrotar a Don Jordan. La victoria fue celebrada tanto en Cuba como entre los exiliados cubanos, quienes la vieron como un momento de orgullo nacional en medio de las tensiones entre ambos países. Sin embargo, este éxito trajo consigo una gran presión. “Benny peleaba por algo más que él mismo,” escribió el periodista deportivo Rafael Iglesias en 1962. “Peleaba por Cuba, por los exiliados, por todos los que se sentían desplazados.”

Una rivalidad que terminó en tragedia

Ningún episodio de la carrera de Paret es tan definitorio—o devastador—como su trilogía de peleas con Emile Griffith. Su primer encuentro, en abril de 1961, terminó con Griffith noqueando a Paret en el decimotercer asalto para arrebatarle el título de peso wélter. Cinco meses después, Paret recuperó el campeonato en una controvertida decisión dividida que dejó al equipo de Griffith enfurecido.

La tensión entre ambos alcanzó su punto máximo durante el pesaje de su tercera pelea, el 24 de marzo de 1962. Testigos de aquel día relatan un intercambio acalorado en el que Paret supuestamente llamó a Griffith maricón, un término despectivo hacia los homosexuales. El insulto hirió profundamente a Griffith, quien más tarde reveló ser bisexual. Griffith llevó esa humillación al ring.

La pelea, transmitida en vivo por televisión nacional, fue brutal. Paret mostró destellos de su característica dureza, incluso derribando a Griffith en el sexto asalto. Sin embargo, a medida que el combate avanzaba, el poder de Griffith se volvió abrumador. En el duodécimo asalto, Griffith acorraló a Paret en una esquina y lanzó una ráfaga de 29 golpes antes de que el árbitro, Ruby Goldstein, interviniera. Para entonces, Paret ya había colapsado, quedando apoyado contra las cuerdas.

El público quedó en silencio mientras el equipo médico ingresaba al ring. Paret fue llevado de urgencia al Hospital Roosevelt, donde se sometió a una cirugía cerebral de emergencia. Nunca recuperó la conciencia. Nueve días después, el 4 de abril de 1962, Benny “Kid” Paret fue declarado muerto, un evento trágico que conmocionó al mundo del boxeo.

Un deporte bajo escrutinio

La muerte de Paret generó una ola de críticas hacia el boxeo y su violencia inherente. Se cuestionó si el deporte debería continuar existiendo. El árbitro Ruby Goldstein enfrentó severas críticas por no haber detenido la pelea antes, y otros señalaron el impacto acumulado de los combates anteriores de Paret, quien había perdido tres de sus últimas cuatro peleas en el año previo.

Las cadenas de televisión, que se beneficiaban de la popularidad del boxeo, también fueron objeto de escrutinio. ABC, la cadena que transmitió la trágica pelea, redujo su cobertura de boxeo en los años siguientes. El incidente planteó serias preocupaciones éticas sobre el espectáculo de los deportes violentos y la moralidad de lucrar con el sufrimiento humano.

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Para Emile Griffith, la pelea se convirtió en una carga de culpa que llevó consigo durante el resto de su vida. Décadas después, en el documental Ring of Fire: The Emile Griffith Story, reflexionó sobre aquella noche fatal diciendo: “No quería que muriera. Quería ganar, pero no quería eso.” Griffith tuvo un encuentro inesperado con el hijo de Paret, lo llevó a la tumba de su padre y pidió perdón, un acto que trajo consuelo a ambos.

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