Los clubes de fútbol argentinos enfrentan privatización bajo las reformas del presidente Milei
Mientras el presidente Javier Milei impulsa reformas económicas en Argentina, su mirada está puesta en privatizar los queridos clubes de fútbol del país, lo que genera controversia y resistencia entre los defensores de la comunidad y los líderes de los clubes.
Algunos de los mejores jugadores del fútbol se han puesto la camiseta blanquiazul y han jugado para la selección nacional de Argentina: Lionel Messi, Diego Maradona, Juan Román Riquelme. Pero antes de llegar al escenario internacional, cada uno tenía algo en común: dieron sus primeros pasos en la vasta red de clubes deportivos de barrio o “clubes de barrio” de Argentina. Estos clubes, cuyo número se estima en casi 20.000, se han convertido en un punto de discordia durante el gobierno del presidente Javier Milei, un autodenominado “anarcocapitalista” que asumió el cargo en diciembre. Milei ha impulsado una mayor privatización de la economía argentina, e incluso antes de ser elegido, puso su mirada en los tan cacareados clubes de fútbol del país: grupos importantes como la Asociación de Fútbol Argentino actualmente exigen que sus miembros sean asociaciones civiles sin fines de lucro.
Impulso a la privatización y resistencia comunitaria
“¿Prefieres seguir en esta miseria, donde cada vez tenemos un fútbol de peor calidad?” Milei le preguntó al presentador de radio y televisión Alejandro Fantino, defendiendo la idea en 2022. Sin embargo, los defensores de la comunidad advierten que la privatización, junto con las fuertes medidas de austeridad de Milei, podría amenazar la existencia misma de los clubes de barrio.
Rubén Marengo, presidente del Club Franja de Oro, dijo a Al Jazeera que ve las acciones de Milei en el cargo como parte de una serie de ataques que los clubes han enfrentado a lo largo de los años. Los clubes “han sido atacados maliciosamente por todos los gobiernos neoliberales”, dijo Marengo, quien describió las instituciones vecinales como parte de la base de la democracia argentina.
El 20 de diciembre, apenas 10 días después de prestar juramento, Milei utilizó sus nuevos poderes presidenciales para emitir un Decreto de Necesidad y Urgencia, una acción ejecutiva que entra en vigor de inmediato. Fue un decreto amplio, con no menos de 366 artículos, diseñado para desregular la economía argentina en medio de una inflación en espiral. Entre sus medidas estuvo un cambio legal que permitió a los clubes deportivos convertirse en sociedades anónimas, con inversores privados y capacidad de cotizar acciones en el mercado de valores.
Realidades económicas y respuestas de los clubes
En otras palabras, la medida allanó el camino para que los clubes (y los grupos de fútbol populares, en particular) pasaran de un modelo sin fines de lucro a una estructura impulsada por las ganancias si así lo decidían. Pero la reacción fue rápida. Clubes de renombre como Boca Juniors y su rival River Plate emitieron declaraciones comprometiéndose a seguir siendo organizaciones sin fines de lucro a pesar del decreto. “Fiel a sus orígenes y respetuoso de los claros principios que defiende desde hace 120 años, Boca Juniors ratifica su carácter de asociación civil sin fines de lucro”, afirmó el club en un comunicado. “Nuestro club pertenece a su gente”. River Plate fue aún más directo: “Rechazamos las sociedades anónimas en el fútbol argentino”.
Las partes del decreto relativas a los clubes de fútbol (artículos 335 y 345) rápidamente también quedaron atrapadas en desafíos legales. En enero y nuevamente en marzo, los jueces dictaminaron suspender los artículos basándose en que no había ninguna emergencia que justificara su inclusión en el decreto. Pero Milei y los miembros conservadores del Congreso argentino han seguido presionando por la privatización. Florencia De Sensi, representante en la Cámara de Diputados del Congreso, dijo que ella y otros miembros del bloque político de derecha impulsarían un proyecto de ley que convertiría en ley la opción de privatización, evitando los obstáculos legales con el decreto.
“En Argentina, ciertos sectores se resisten al cambio. El fútbol no es una excepción”, escribió De Sensi en las redes sociales a principios de este año. Continuó comparando a los líderes de los clubes con miembros de la “mafia” que “abusan” de sus modelos sin fines de lucro. “¿Cuántos clubes con contratos multimillonarios existen y están en quiebra o en números rojos?” Y apenas el mes pasado, otra de las aliadas de Milei en el Congreso, Juliana Santillán, le propuso al embajador chino Wang Wei la idea de que los clubes tuvieran partes interesadas extranjeras. “Sabemos que China está muy interesada en venir a ver nuestro fútbol”, dijo Santillán, y agregó: “Estamos ansiosos por realizar inversiones”.
El impacto potencial de la privatización
La privatización es una piedra angular de lo que Milei llama “terapia de shock” para la economía argentina, que ha luchado bajo el peso de una inflación de tres dígitos y miles de millones de deuda internacional. Actualmente, la inflación anual se sitúa en más del 276 por ciento, lo que hace que los costos de los artículos básicos estén fuera del alcance de muchas familias. En los últimos meses, la Universidad Católica Argentina (UCA) descubrió que la pobreza ha aumentado al 55 por ciento, en parte como resultado de ello. Otro informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) estimó que siete de cada 10 niños en Argentina viven actualmente en la pobreza. Pero Milei y sus partidarios han insistido en que sus medidas están dando resultados, incluso mediante la reducción del gasto público. Estadísticas recientes muestran que la inflación mensual se ha desacelerado a niveles de 2022, y este junio, el gobierno promocionó su quinto mes consecutivo de superávit fiscal, mientras Milei se esfuerza por cumplir su promesa de campaña de lograr un “déficit cero”.
Aún así, los líderes de los clubes deportivos de Argentina advierten que las medidas de austeridad podrían tener un impacto tan devastador en su supervivencia como el impulso a la privatización. Daniel Pacín no sólo se desempeña como presidente de la Confederación Argentina de Clubes, sino que también es el secretario general de Franja de Oro. El club está ubicado en Pompeya, uno de los barrios más empobrecidos de la capital porteña. Pacin dijo a Al Jazeera que clubes como Franja de Oro podrían enfrentarse a la extinción debido a la recesión económica. Las tarifas del agua, la electricidad y el gas han aumentado un 400 por ciento, afirmó. Esto ha aumentado los costos operativos del club, que opera no sólo un centro deportivo sino también un salón de baile y una cafetería estilo buffet con venta de refrigerios. Y mientras los costos aumentan, los residentes del vecindario han recortado sus gastos.
“Los clubes locales se mantienen a través de tres medios: las cuotas de membresía, el buffet y el alquiler del salón de eventos”, señaló Pacin. “En 2023, nuestro salón de eventos ya estaba reservado hasta diciembre. Ahora no tenemos ninguna reserva. El consumo de buffet ha bajado un 35 por ciento y con la cuota de membresía de 2.000 pesos [$2] por familia, no podemos cubrir nuestros gastos”. La privatización no solucionará el déficit presupuestario del club, añadió Pacin. En todo caso, cree que el impulso de la privatización podría amplificar la carga económica que soportan los clubes.
La importancia histórica y social de los clubes
“Cuando el Estado se retira y deja de proporcionar créditos [fiscales] y subsidios a los clubes, los costos de la electricidad, el agua y el gas se disparan, lo que nos supone una carga económica”, explicó Pacin. Si bien la propiedad privada no necesariamente cerraría los clubes, podría resultar en cambios radicales, incluso mediante la venta de terrenos y tarifas más altas, según Pacin. Eso, a su vez, podría privar de sus derechos a los residentes del vecindario.
“Hay que tener en cuenta que una vez que un club (que es una entidad sin fines de lucro centrada en deportes sociales) se convierte en una corporación, los miembros siguen asistiendo. Probablemente tendrán que pagar una tarifa más alta, pero no tienen voz ni voto”, dijo enfáticamente Pacin. “Por eso insistimos: los clubes deben pertenecer a sus socios”.
Clubes deportivos como Franja de Oro han informado que las medidas de austeridad amenazan su modelo sin fines de lucro. Pero como los costos se disparan, queda poco dinero para actividades de extensión comunitaria. Daniel Valdez, un camionero, pertenece al cercano Club Social y Deportivo Riachuelo Juniors, y le dijo a Al Jazeera que las finanzas del club se han vuelto sombrías desde que Milei asumió el cargo y los recortes del gasto gubernamental entraron en vigor.
“Ahora que llevamos seis meses sin ayuda, la situación es difícil”, dijo. En su club, la cuota social mensual cuesta alrededor de 1.000 pesos (1,10 dólares). Aun así, Valdez dijo que algunos vecinos no pueden pagar Él mismo no sabe de dónde sacar el dinero para pagar la última factura de agua de su club, que asciende a 90.000 pesos (98,79 dólares).
Él y otras fuentes que hablaron con Al Jazeera describieron a los clubes como anclas para las comunidades más pobres que carecen de recursos estatales. Si los jóvenes no pueden unirse a los clubes vecinales, Valdez teme que se unan a las pandillas vecinales. Para Marengo, presidente de Franja de Oro, los clubes deportivos tienen un papel vital a la hora de impulsar el compromiso cívico. En tiempos de aislamiento social e individualismo, le dijo a Al Jazeera que los clubes locales “preservan la empatía por los demás”.
Las raíces de los clubes de barrio de Argentina se remontan a los albores del siglo XX, una época en la que florecían espacios cívicos como las bibliotecas públicas. En aquel entonces, Argentina estaba experimentando oleadas de inmigración desde Europa, y los clubes deportivos a menudo tomaban los nombres de las comunidades de inmigrantes que los fundaron. Los italianos, por ejemplo, fundaron clubes llamados “Deportivo Italiano” y, de la misma manera, los recién llegados de España bautizaron el suyo como “Deportivo Español”.
Académicos como Joel Horowitz también han señalado que la expansión de los clubes deportivos –con sus identidades locales profundamente arraigadas– coincidió con las reformas electorales de 1912 que ayudaron a desarrollar la democracia moderna en Argentina. Sus defensores ven los clubes como espacios comunitarios profundamente entrelazados en el tejido social de Argentina, que promueven el deporte, la recreación y el sentido de pertenencia.
La intersección del deporte y la política
Muchos clubes deportivos en Argentina comenzaron a funcionar hacia principios del siglo XX. Marengo también los describe como un lugar de resistencia. Con 72 años, se incorporó a Franja de Oro en 1962, siguiendo los pasos de su abuelo, que había sido tesorero del grupo. Una década más tarde, en la década de 1970, Argentina descendería a una dictadura, cuando los militares y otras fuerzas de derecha tomaron el poder. Hasta 30.000 personas murieron mientras la dictadura buscaba eliminar a sus rivales políticos, a los disidentes de izquierda y a cualquiera que fuera percibido como una amenaza.
El propio Marengo fue un activista de izquierda en su juventud. Aunque durante la dictadura se prohibió votar, él atribuye a los clubes el mérito de mantener a los residentes políticamente comprometidos. “Los clubes vecinales sirvieron como únicos lugares para debates políticos, manteniendo viva la semilla de la democracia”, dijo Marengo. “La votación democrática entre los socios del club hizo que muchos se dieran cuenta de que, a través del debate político, podían cambiar su realidad, incluso cuando el debate giraba en torno a utilizar un espacio para una cancha de fútbol o voleibol”.
Otro integrante de Franja de Oro, un voluntario de 77 años llamado Jorge Zisman, también fue activista en la época de la dictadura. Conocido con el sobrenombre de “El Ruso”, estaba inscrito en el club desde los dos años: su padre, que también era socio, lo inscribió. El club se volvió fundamental para el activismo de Zisman. Le dijo a Al Jazeera que, en la década de 1970, el sótano del club proyectaba películas que de otro modo serían censuradas por el gobierno. Él y otros miembros también utilizaron el ático del club para proteger a los activistas políticos de la persecución. Clubes como Franja de Oro “siempre han tenido un componente político”, afirmó, “ya que su esencia es construir redes”.
Eso, añadió, les permitió ser un baluarte contra la extrema derecha, tanto en el pasado como en el presente. “Esta cualidad de resistencia no sólo se observa durante las dictaduras sino también durante las crisis económicas neoliberales, donde la narrativa predominante es la del individualismo”, dijo Zisman, en un guiño a la administración de Milei. Pacin, tesorero de Franja de Oro, dijo que la capacidad de los clubes para sobrevivir a la agitación indica el valor del modelo comunitario, algo que, en su opinión, los defensores de la privatización harían bien en señalar.
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“El tiempo ha demostrado que los clubes de barrio siempre han encontrado la manera de seguir adelante”, dijo Pacin. “Si han estado abiertos durante 120 años, algo debemos estar haciendo bien. Quizás sean los grandes empresarios los que deberían acercarse a nosotros para preguntarnos cómo funcionan”. lo logramos.”