ANÁLISIS

Colombia Pierde Oportunidades y Permanece Estancada en el Caos

El filósofo y economista Jorge Iván González, quien fue uno de los asesores más cercanos del presidente Gustavo Petro, ha lanzado una advertencia contundente sobre el futuro del país. Con desorganización, falta de capacidad y un liderazgo problemático al mando, Colombia corre el riesgo de desperdiciar sus oportunidades de progreso. Para quienes observan el panorama político del país, la idea de que Colombia está perdiendo rápidamente el tren del desarrollo se ha vuelto difícil de refutar.

Un Modelo de Gobernanza Roto

Las recientes declaraciones de Jorge Iván González, quien colaboró estrechamente con Petro al inicio de su mandato, ponen esta realidad en evidencia. González—conocido en los círculos académicos como “El sabio”—afirma que la incapacidad del gobierno para estructurar proyectos clave, sumada al “difícil liderazgo” de Petro, ha dejado al país a la deriva. Lejos de las promesas transformadoras que captaron la atención nacional, la administración enfrenta ahora una cascada de objetivos incumplidos y ciudadanos frustrados.

En una entrevista con EFE, González habló sin rodeos. Criticó el método caótico con el que se dirige el gobierno y señaló que no hay un liderazgo capaz de unir a los ministros y las instituciones bajo un plan claro y cohesionado. González dirigió el Departamento Nacional de Planeación (DNP) entre agosto de 2022 y febrero de 2024, liderando la creación del Plan Nacional de Desarrollo, concebido como una hoja de ruta para la modernización del país. Sin embargo, renunció al darse cuenta de que elementos fundamentales de ese plan estaban siendo relegados o ignorados por completo.

Dos factores resaltan la gravedad del problema. En primer lugar, la administración parece estar paralizada por su propia retórica ambiciosa. El presidente Petro habla con frecuencia de cambios monumentales e incluso invita a los ciudadanos a salir a las calles para exigir reformas y un nuevo orden social. No obstante, como señala González, estos objetivos no se han traducido en pasos pragmáticos. Las estructuras necesarias para convertir el discurso en políticas concretas siguen sin utilizarse. El gobierno considera distintas propuestas—desde una reforma sanitaria ambiciosa pero cuestionada hasta planes de protección ambiental—sin seguir un proceso claro para concretarlas.

La colocación de activistas inexpertos en cargos clave ha limitado la capacidad del Estado para gestionar la compleja burocracia colombiana. Es evidente que manejar los asuntos públicos requiere experiencia, habilidad para la negociación y un conocimiento profundo del funcionamiento institucional. Sin embargo, Petro parece creer que la lealtad inquebrantable a su proyecto político puede sustituir la pericia técnica real. El resultado, según González, es “un desorden enorme”, en el que incluso las mejores ideas del Plan Nacional de Desarrollo quedan relegadas en favor de prioridades cambiantes.

Los defensores del gobierno de Petro pueden argumentar que pequeños avances se ven opacados por problemas urgentes: conflictos armados activos en zonas como Catatumbo, desafíos en seguridad nacional y una persistente desigualdad económica. Si bien estos asuntos requieren atención inmediata, usarlos como excusa para la desorganización restringe la capacidad del país de planificar su futuro. Como advierte González, el costo es inmenso: Colombia está dejando pasar oportunidades clave para adoptar soluciones modernas, como catastros agrícolas mejorados, presupuestos estratégicos organizados y modelos actualizados de subsidios sociales.

Promesas Incumplidas y Potencial Perdido

No se puede ignorar el hecho de que la presidencia de Petro comenzó con un espíritu de optimismo. González recuerda cómo muchos colombianos, incluido él mismo, esperaban un cambio sustancial, aunque gradual, bajo el nuevo gobierno. La dirección inicial parecía realista, centrada en tres cambios estructurales clave: un “catastro multipropósito” para transformar el sector agrícola, un modelo de “presupuesto por programas” para guiar proyectos estratégicos y un “registro universal de ingresos” para optimizar los subsidios. Estas medidas, enmarcadas en el Plan Nacional de Desarrollo, prometían sacar a Colombia de sus arraigados ciclos de desigualdad.

Sin embargo, como señala González, el presidente Petro nunca pareció plenamente satisfecho, no porque el plan de desarrollo fuera defectuoso, sino porque surgían “divergencias” en otros temas. Entre ellas, la más controvertida fue la reforma de la salud. Este proyecto, ampliamente debatido, se convirtió en el centro de tensiones políticas y bloqueó la ejecución completa de los cambios estructurales del plan. Para un líder que prometió avances profundos, la realidad de planes dispersos y métodos aplicados parcialmente resultó sorprendente.

Para agravar la situación, las grandes ideas detrás del plan—como aprovechar una infraestructura agrícola moderna para reducir el cultivo de coca—siguen estancadas en la fase conceptual. En regiones como Catatumbo, las promesas públicas de Petro sobre nuevas universidades y subsidios para agricultores dispuestos a abandonar los cultivos ilícitos no han abordado la complejidad subyacente: sin una reforma agraria de gran escala, proyectos agroindustriales sólidos y una gobernanza local eficiente, el ciclo histórico de violencia y pobreza de la región sigue intacto.

Una secuencia de compromisos ambiciosos no conduce a una acción clara. El descontento afecta tanto a los ciudadanos como a los grupos que esperaban un cambio real con el gobierno de Petro. González siente una profunda decepción; habla por muchos que aceptaron el plan como “práctico pero urgente”, solo para verlo debilitarse por la lentitud institucional y un liderazgo deficiente.

Enfrentando los Desafíos por Delante

Sostener que Colombia está perdiendo su oportunidad de progreso no implica rechazar por completo los ideales de Petro. Incluso González reconoce que ninguna administración anterior había puesto tanto énfasis en la distribución, la protección ambiental y la inclusión social. Sin embargo, existe una brecha entre las palabras y los hechos: entre afirmar lo correcto y hacer el trabajo necesario para cambiar las condiciones.

Petro no es el único responsable; el gobierno de Colombia es complejo. Los cambios requieren el apoyo de asesores capacitados y tomadores de decisiones clave. Sin embargo, el presidente parece elegir seguidores leales por encima de funcionarios con experiencia en la gestión pública. Esta falta de capacidad alimenta los conflictos dentro de su equipo, frena el progreso real y excluye a posibles aliados en el Congreso y en la justicia.

Los discursos de Petro aún resuenan entre ciertos votantes, lo que subraya otro punto señalado por González en su entrevista con EFE: el presidente sabe presentarse como el líder del cambio, obstaculizado por barreras institucionales. En tiempos de desilusión generalizada, ese argumento puede ser convincente. Sin embargo, el vacío de liderazgo en el país sigue siendo una bomba de tiempo. Si no surge pronto una estrategia coherente—si los pasos fundamentales del Plan Nacional de Desarrollo continúan siendo ignorados—Colombia corre el riesgo de consolidarse como un país perpetuamente al borde del progreso, sin llegar a alcanzarlo.

Cerrar la brecha entre objetivos claros y resultados concretos requiere una revisión de los planes, priorizando cambios esenciales y contratando expertos que conozcan el funcionamiento del Estado colombiano. En pocas palabras, el presidente Petro debe pasar de los discursos a la acción concreta. Debe forjar alianzas, respetar las normas y ejecutar proyectos útiles con determinación.

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Sostener que “Colombia está perdiendo el progreso” no significa rendirse, sino exigir soluciones rápidas. Aunque la política mantiene el futuro incierto, Jorge Iván González deja claro que las palabras por sí solas no impulsarán a Colombia hacia adelante. En un momento crucial, el país debe restaurar el orden, la confianza y las reglas claras para que este gobierno esperanzador no desperdicie otra oportunidad. Solo enfrentando estos desafíos institucionales, Colombia podrá finalmente subirse al tren del progreso y avanzar hacia la modernidad y la equidad que su pueblo merece.

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